La partida agria

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Y se me llenan las ojeras con tus tristezas, sí, en plural porque te contenés en ellas, de tantos tipos que no me queda alma con la que desearte fuerza, no me queda abrazo que te llene, ni lágrima que te compadezca.
Y yo te escucho, a veces queriendo, muchas otras odiándolo. Tu voz se me hace eco. Todo el día y toda la noche, me persigue tu relato de miedos y pesadillas.
Lo que te pasó puede estar tan cerca de mí como de cualquiera y me aterra tanto que no puedo respirar o ya no quiero respirar para concebir que algo así pueda pasar. Y sin embargo te pasó y en las noticias y en los diarios y en las radios se escuchan mis miedos, mis peores miedos, los de cada mamá, cada tía, hermana, sobrina, amiga, compañera, conocida o completamente desconocida.
Se me eriza la piel y tus palabras me congelan el paso que enfrento al salir de casa y pensar "hoy no vuelvo más".
Y lloro. Lloro por dentro, con lágrimas o sin ellas, lloro porque tu voz se va haciendo lejana, temblorosa. Mi hermana. Te estás quedando sin voz por eso en la lucha te la tomé prestada, para que seas escuchada y para que se les erice la piel, el espíritu y la mente. Para que les duela cada grito y cada lágrima en la que te represento.
Querida mía, nos voy haciendo fuerte, y en el único lugar que me siento viva, es en la marea de hermanas que marcha contra el patriarcado.
De a poco te vuelvo a escuchar y tu sonrisa en un sueño me despertó, como si me hubieras abrazado fuerte, como si hubiéramos jugado, como si me hubieras dicho un te amo ese día
Ese día que no respondiste mis llamadas, ni a mi llanto preocupado.
Ese día que te asesinó el patriarcado y me dejaste a mí para contarlo.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2018 ⏰

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