Buenos y Malos Recuerdos

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La teletransportación del Encapuchado lo llevo a un lugar muy preciado por él. Consistía de un conjunto de árboles solitarios donde él había establecido lo que el llamó una base. Desde allí podía ver un gran paisaje y el viento hacía del mismo un ambiente agradable. Estaba todo perdido pero aun poseía recuerdos de como era antes. Al ver el lugar, el Encapuchado se quitó su capucha dejando que el viento refrescara su joven rostro. En ese momento apareció el gnomo de entre las malezas sonriendo.

—Recuerdas este lugar, ¿verdad? Llegando a este sitio fue que te dije tu propósito— le dijo el gnomo recostándose de una de las malezas.

Entonces apareció la hada y voló hacia él tan alegremente como siempre. El muchacho sonrió al verla danzando por el aire. Ese lugar lo había llenado de alegría a pesar de lo descuidado que estaba.

—Sabes quisiera pedirte algo— le dijo el gnomo.—¿Por qué no nos dibujas aunque sea por esta vez?

—No, no creo poder ser capaz de hacerlo—dijo el muchacho algo temeroso.

El gnomo bajo el rostro por un momento.

—No te preocupes, no es nada, ¿por qué no mejor arreglamos este lugar?— le preguntó el gnomo y rápidamente sacó unas herramientas que habían creado anteriormente y se encontraban perdidos en la maleza.

El muchacho, que una vez se había quitado la túnica, comenzó a no sentirse bien desde la antigua petición. Reconocía que podía dibujarlos pero prefería abstenerse y el sentimiento que este le causaba llamó a una presencia que ellos conocían. Una sonrisa loca surgió desde unos árboles bastante lejos

—Creí que jamás ibas a volver— dijo una voz de locura.

—Miedo— dijo el muchacho cuando en el instante la presencia del ser apareció tras él.

— ¿Por qué aparentas tal regreso si sabes que huirás de nuevo? Eres débil y pronto el fuego con que has iniciado volverá a extinguirse— mencionó el ser Miedo a la vez que lanzó al muchacho al suelo con sus garras y emitiendo su sonrisa que producía temor.

—Deja al muchacho en paz. El ha vuelto porque sabe en su interior que es definitiva y necesaria su presencia—le gritó el gnomo tomando una posición ofensiva con su palo.

 Miedo escuchó algo molesto al gnomo y luego miró al muchacho.

—Nada es definitivo y necesario— le dijo Miedo y sonrió a la vez que comenzar alzar su mano y comenzaron a surgir del suelo criaturas parecidas a insectos de gran tamaño.

Las criaturas comenzaron a lanzarse hacia ellos atacando con toda furia. Miedo aprovechó para lanzarse a toda prisa contra el muchacho aun en el suelo con la intención de despedazarlo con sus garras. El muchacho rápidamente se volteó y se levantó. En ese momento una de las criaturas parecida a una hormiga corrió hacia él con las pinzas abiertas y rápidamente agarró una piedra del suelo y golpeó la cabeza y esquivándolo mientras corría. Se dirigió hacia el cuaderno pero los insectos no lo dejaron llegar a él. Al ver esto, el gnomo, que estaba peliando desde entonces, agarró uno de los palos más gruesos del suelo y se lo lanzó al muchacho. Al mismo tiempo, la hada que estaba luchando con una cucaracha de su tamaño voló y agarró el cuaderno dirigiéndose entonces hacia el muchacho.

Al ver esto, Miedo intentó agarrar el cuaderno pero el muchacho lo golpeó con el palo fracasando el intento de Miedo. Entonces la hada le tiró el cuaderno al muchacho quien lo agarró y rápido fue a la página donde habian armas dibujadas. Entonces en su mano apareció una gran espada y el gnomo obtuvo un arco y flechas a su disposición y a la hada parecieron cubrirseles las manos en llamas. Acto seguido comenzaron a pelear contra los insectos con mayor eficacia hasta eliminarlos completamente desvaneciéndose en sombras. Entonces el muchacho corrió con su espada para atacar a Miedo y este detuvo la espada con sus garras. Miedo intentó desvanecer la espada como en otras ocasiones había podido hacer con otras creaciones del muchacho pero no pudo. La espada parecia muy sólida por lo cual Miedo sonrió.

— Tu no puedes conmigo. Yo soy tu realidad— le dijo Miedo y se desvaneció en sombras.

Los tres cayeron exhaustos al suelo .El gnomo aun no podía creer lo que había presenciado con las armas. Sabía muy bien lo que eso significaba pero prefirió mantenerse callado. El gnomo siempre guardaba secretos. El cansancio pareció habersele quitado y el muchacho agarró el cuaderno comenzando a hacer trazos e hizo lo que le había pedido el gnomo. En este, aparecían los tres aunque no tenía ningún fondo. Era el primer dibujo que hacía de ellos de las tantas imágenes entre textos que había hecho el muchacho de las aventuras. El gnomo y la hada fueron hacia el cuaderno a verse plasmado por primera vez en las páginas del libro. El muchacho aprovechó para ponerse su túnica pero sin la capucha.

— Tu imágen quedó muy bien— le dijo el gnomo.—No entiendo porque en un principio no la querías hacer.

—Yo siempre supe que podía hacerlo— le dijo el muchacho sentándose— pero como ves, jamás pude dibujar su verdadera grandeza y esencia. Mis temores eran infundados. Jamás podré dibujar su realidad.

Entonces el muchacho se levantó pero sin tomar el cuaderno.

—¿Qué vas a hacer?— le preguntó el gnomo algo dudoso.

—Arreglar este lugar. Esta hecho un desastre.— le dijo el muchacho.

El gnomo sonrió.

Por Angel Yamil Ortiz Torres 2009© #3

El Cuaderno del EncapuchadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora