El ofidio Luminoso

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       Llegue de madrugada aprovechando la ausencia de mi esposa, y la luz se quebró cuando pulse el interruptor de la sala. Me quede atónito e inmóvil viendo como desde la alampara se desparramaba la luz. Era como si el bombillo sangrara, la luz se chorreaba por las paredes y se me acercaba tenebrosamente; yo, asustado pero inmóvil bajo el dintel de la puerta, no reaccione hasta que aquel ofidio luminoso casi me toco los pies, entonces pulse de nuevo el interruptor y la luz regreso arrastrándose agónicamente hasta la lampara. La luz parecía sentir y pensar, y en ese momento yo semejaba al sacerdote que le había mostrado la cruz al demonio. La luz se había recogido desde las paredes y el suelo, y se había hundido en su sepultura dejando quejidos apenas audibles en el aire. Inmediatamente comenzó a sonar el bombillo de la lampara, cada vez más fuerte y repetido, ¡iba a estallar!, cerré la puerta para enfrentar mi locura en soledad; la penumbra me asusto más todavía y corrí a la cocina con la intención de encender la luz y poder ver lo que sucedía en la sala. Para cuando lo hice, se volvió a encender la lampara de la sala y la luz volvió a chorrearse tan macabra como el sangramiento de una herida, pero esta vez se desplazaba mas rápidamente, ávida de mi, me parecía escucharla reír satánicamente. Me arme con un bate de béisbol y le descargue un duro golpe al interruptor de la cocina, la culebra luminosa se retorció sobre la oscuridad del suelo y gimiendo regreso a la lampara. No pude controlar mis nervios y corrí con desespero hasta la lampara, la hice añicos con el bate con la furia de un loco, una vez en el suelo salte sobre ella hasta quedar exhausto... Me calme un poco, sin embargo, me pareció ver que el cable que estaba conectado a la lampara se abultaba como si dentro de el se desplazara un ser vivo y diabólico. El bultito se perdió por el agujero del techo. Desconcertado, estuve algunos minutos tirado en el suelo hasta que los latidos cardiacos me volvieron a un ritmo normal. Me desnudé pues sudaba a chorros, y me dirigí al baño, cuando enchufe el calentador de agua, escuche un ruido en la cocina y note que no se encendió el bombillo rojo del aparato, cuando abrí la puerta del bano para asomarme desde allí a la cocina, vi aterradamente que venían cual un ejército, el cuchillo moulinex, la plancha que estaba al rojo vivo, la picadora, el saca-jugo y la licuadora; venían ruidosamente hasta mí, cerré la puerta de un tirón y le pase el seguro. Estaba en penumbras, pero en mi desespero no pensé y pulse el interruptor de luz, la regadera comenzó a calentarse y a enrojecer, se encendió la afeitadora eléctrica y de improviso me rasuro de una sola pasada mis pelitos mas íntimos, pero en seguida logre asirla por el cable y la sofoque dentro de la poceta, haciéndola vomitar mis preciados pelitos. De la regadera comenzó a caer una lluvia de gotitas de luz que al caer al suelo le fueron dando forma a aquel ofidio diabólico que se reía por lo bajo con un gozo morboso. Se me acercaba y se dividía acorralándome por paredes, piso y techo, pensé en el suicidio metiendo la cabeza en la poceta, pero un asco estúpido me lo impidió, intente abrir la puerta para que me picara el cuchillo moulinex, o me licuara la licuadora, pero un miedo estúpido me lo impidió; retrocedí y caí fatalmente en el cesto de la basura... Solo recuerdo que estaba entre los sucios papeles ya no tan higiénicos, cuando el oficio luminoso me devoro.

Desde entones me hice luz y ahora formo parte de este despiadado ofidio luminoso... Ahora en mi casa todo esta en penumbras, y yo, yo me rio en susurros y me instalo paciente cual reptil en la lampara del comedor, esperando a que mi esposa regrese feliz de sus vacaciones.

El Ofidio LuminosoWhere stories live. Discover now