Déjame que te diga

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Déjame decirte,

Ahora que duermes, por qué llueve.

Por qué llora el cielo cuando te ve triste.

Déjame decirte que las gotas son besos suaves y fríos

Y que las tormentas son sólo una escusa para mojar tu piel desnuda.

Llueve porque en noches como esta tú diluvias y no hay quien calme una tempestad así

Y cómo duele.

Digo llueve.

Tú no entiendes por qué llueve porque nunca has visto llover sin ti.

Y no sabes, que no hay pecado más delicioso que verte sonreír de lado,

Ni existe morbo más tentador que lamerte las heridas con cuidado.

¿Sabes? podría vivir en una de tus cicatrices el resto de mi vida.

Podría vivir enredada a tu pelo, amordazándote la boca a besos,

Podría vivir en los pliegues de tus labios, en el fondo de tus ojos.

Acurrucada en ti el resto de mi vida.

Me gustaría contarte todos los lunares por si algún día se te pierde alguno.

Y es que no encuentro una razón mejor para escribir de madrugada que la de que tú me leas entre líneas ya que no escribimos.

Déjame decirte que no sé qué hace Neruda hablando de poesía cuando no te ha visto sonreir después de un beso,

Ni entiendo que el Sol siga saliendo los días que tú decides quedarte en la cama.

Anoche asalté a mi corazón con pasamontañas y lo descubrí leyendo tus últimas palabras,

Temblaba de miedo susurrando en silencio la más dolorosa de todas las batallas:

Tu ausencia.

Que no es sino otra forma de tenerte, de echarte de menos en donde tú pensaste estar de más.

Déjame decirte que suspirar delante de una fotografía nuestra se ha convertido en mi enfermedad crónica favorita.

Y lo peor es que ninguna droga es capáz de anestesiarme el alma cuando pienso que eres tú quien decide meterse en otras camas.

Puede que suene a suicidio pero creo que para olvidarte,

Tendría que olvidarme de mí primero.

Me pregunto ahora, sentada en el fondo de mí misma, por qué siempre te pienso después de las caladas largas.

Quizá inconscientemente te relaciono ya con todo lo que sabe a muerte.

Fumaré de tu silencio entonces por si escapan las palabras, me intoxicaré si es necesario con el humo del mañana.

Qué puñal tan delicado utilizaste cuando me clavaste tus promesas,

Apenas me daba cuenta cuando ya era demasiado tarde.

Tu veneno había cumplido por completo su función en mi organismo paralizando cualquier movimiento que pudiese haberme alejado de ti.

Ahora ya es tarde, y aun así no me arrepiento.

Versos -para el- co(n)razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora