Capítulo 1.2

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Un auto deportivo rojo se deslizó por Euclid bajo el resplandor del sol poniente aserrado por los rascacielos del centro de Cleveland. Aome acababa de dejar el edificio de Shikonpress cuando Mirk detuvo el Audi frente a un cartel de No Estacionar. Silbó de admiración al ver que la brisa moldeaba la falda del vestido amarillo sobre la silueta de Aome.

- ¡Hey, preciosa! ¿Puedo llevarla? -le gritó, sacándose los anteojos oscuros que dejaron al descubierto unos sorprendentes ojos azules.

Aome rió al encaramarse al asiento del acompañante y recostarse en el respaldo.

- ¿Cómo supiste que buscaba desesperadamente que alguien me llevara? Mi auto está en el taller y ha sido un día terrible. ¿Cómo pasaste el tuyo?

- Lo mismo de siempre.

Miroku Higurashi se alzó de hombros y frunció el ceño mientras el auto se deslizaba por Public Square. Aún no se acostumbraba a ser sedentario y trabajar detrás de un escritorio. Hacía mucho tiempo había decidido ser el rebelde de la familia. Luego de rehusarse a estudiar leyes o economía en la prestigiosa escuela Ivy League, donde lo habían hecho su padre y su hermano, se dedicó a estudiar ingeniería en la Universidad de Michigan. Pasó los quince años siguientes trabajando con una compañía constructora en los lugares más exóticos y apartados, construyendo puentes en Perú, caminos en la jungla de Brasil y represas en los ríos de Africa. Pero un año atrás, un débil ataque cardíaco de su hermano lo había traído de regreso de una vida errante. Se instaló en Cleveland para asumir las responsabilidades de la corporación que pertenecía a la familia, pero le era difícil aceptarlas. Tenía la esperanza de que al regreso de su hermano, que se hallaba descansando en un crucero alrededor del mundo, éste reasumiría el control de los negocios familiares.

Conversaron animadamente mientras él guiaba el auto por las calles céntricas. Las aceras que bordeaban Euclid mostraban una fiesta de color y movimiento. Los vendedores callejeros ofrecían salchichas calientes, roscas de pan y flores, al tiempo que las bellas secretarias se apresuraban sobre sus tacones altos. Mirk giró el auto hacia Nineth Street, donde manzanas y manzanas de centrales bancarias tomaban el pulso financiero del Medio Oriente.

El auto rojo aceleró la marcha para ingresar al Boulevard Lake Shore, donde se destacó de espaldas al lago azul, la estructura gris y voluminosa del estadio de Cleveland, otro coloso de ladrillos incoloros de la década del treinta.

La visión del estadio trajo los deportes a la mente de Mirk y muy pronto se hallaron hablando de los artículos de Aome.

- He pasado el día más frustrante de mi vida intentando conseguir una entrevista con tu amigo Inuyasha Taisho -comentó ella con amargura-. Su secretaria me informó que no daba entrevistas por el momento y así pierdo la oportunidad de escapar a la reunión de prensa donde deberé formular preguntas idiotas.

- ¿Preguntas idiotas? -repitió Miroku, sin comprender el sentido.

- La serie sobre la visión femenina del fútbol es un éxito. Quieren que continúe y estoy atada.

- Tus artículos han sido divertidos. Los oí comentar mucho en las últimas semanas. Para ser alguien que tomó el empleo en el Shikonpress para llenar su tiempo libre, has causado gran sensación.

- Mi trabajo llena el vacío de mi vida mucho más de lo que esperaba -admitió Aome-. Pero hay temas más interesantes que el fútbol.

- Será mejor que te resignes a asistir a esa conferencia de prensa. Es la única manera de acercarte a Inuyasha cuando haya empezado la temporada. Y buena suerte.

- ¿Qué sabes de Inu Taisho? ¿Cómo lo conociste?

Miroku sonrió. Aome actuaba como una reportera veterana. Quizá el empleo la ayudara a recuperar la confianza en la vida.

Cuando terminara su matrimonio dos años atrás, Aome había erigido un muro a su alrededor. Mirk lo había sentido a la distancia aunque había seguido mensajeándose con ella alegremente. El talento de Aome era real y tangible y sus obras habían comenzado a atraer la atención del mundo del arte cuando su esposo la abandonó, alejándola de la pintura. El año anterior Miroku había dudado de la sabiduría de su hermano por empujarla a tomar el empleo en el Shikonpress. Sin embargo, al ver la recuperación de su sobrina, estaba convencido de que había sido la actitud correcta.

- Tío Mirk, no estás prestando atención -le recriminó.

- Prestaba atención a la ruta, Aome.

Miroku tenía treinta y ocho años, trece más que ella, y siempre se había considerado su hermano mayor en lugar de su tío. Sabía que podía contar con Aome. La adoración infantil había madurado hasta convertirse en una verdadera amistad. Durante sus largas ausencias se habían mantenido en contacto y él había observado la transformación de la joven talentosa y encantadora que viajaba a su lado.

- ¿Qué me dices de Taisho? -repitió ella.

- Inu Taisho vive, come y respira fútbol. Es originario de Boston y cursó estudios en Michigan gracias a una beca de fútbol. Tiene cinco o seis años menos que yo, pero lo recuerdo cuando yo ya era un graduado. ¡Mi Dios! ¡Cómo corría! Fue uno de los receptores más rápidos que tuvimos. Los buscadores de talentos profesionales estaban tras él como moscas sobre la miel.

- Presta atención al auto -lo urgió al verlo cruzar una luz amarilla-. Ya tienes ese destello amarillo y azul en tus ojos. No recuerdo haber oído mucho sobre su carrera profesional.

- Esa fue la parte triste -continuó Mirk ignorando la pulla sobre su alma mater-. El ejército lo llamó a filas en cuanto se graduó y pasó un año en Irak. Cuando regresó lo contrataron los Gigantes y logró un par de temporadas exitosas. Luego lo lastimaron. Se mantuvo por dos años más, pero al final tuvo que abandonar.

El auto aceleró al atravesar la zona residencial de la costa. Aome levantó la vista de las notas que escribía y se recostó en la butaca para gozar de la cálida brisa.

- Todo eso está en los microfilms de la biblioteca -confirmó Aome-. Sólo quería oír tu versión. Pasé una de las últimas tardes de verano estancada en ese oscuro agujero, recorriendo las fichas de prensa de los últimos quince años.

- Entonces sabrás que cuando se retiró le ofrecieron un empleo de entrenador asistente en Michigan. De ahí fue a Atlanta como coordinador ofensivo. Hace dos años asumió el cargo de entrenador de uno de los peores equipos de la liga y ahora es uno de los favoritos para ganar la Super Copa. El hombre es un portento -aseguró.

Mirk detuvo el auto frente al apartamento de Aome y el portero bajó corriendo los amplios escalones de la mansión de fin de siglo para abrir la portezuela del auto.

- Bueno, me voy -dijo Miroku-. Tengo una cita para navegar a la luz de la luna. Debo recuperar los años que perdí en la selva. -La besó en la mejilla y partió.

Aome meneó la cabeza fingiendo desaprobar sus bromas, pero deseó acompañarlo en el velero. Desde la separación su vida había sido fragmentaria y solitaria. Eludió a sus antiguos amigos y también ignoró su trabajo, lo cual le dejó un gran vacío. Desde la infancia sus padres la habían enviado a los mejores colegios. Criada de esta manera, el talento de Aome había florecido en una carrera prometedora. Al conocer a Akitoki Hojo él se mostró comprensivo, pero pronto despreció su obra y su éxito, haciendo esfuerzos desesperados por desalentarla a exhibir sus pinturas.

Uno de los cargos que Hojo presentó ante la corte en su pedido de divorcio era que ella se rehusaba a tener hijos pues interrumpía su carrera y que también se negaba a mantener relaciones. Para entonces Aome creyó que no podía herirla más, pero estaba equivocada.

Hojo denunció públicamente sus propósitos como mujer. Sin embargo, él jamás había mencionado tener hijos y el estado bamboleante de la pareja la había hecho tomar una decisión semejante. Una vez más, él había tergiversado sus intenciones, recargando la culpa en sus débiles hombros.

Aome se volvió para ingresar en el majestuoso edificio, perdida aún en las sombras del pasado. Hojo también había agregado otros cargos, pero el resultado había sido el mismo. Ella había perdido el hilo que unía y daba sentido a su existencia: su arte.

La falta de concentración y confianza para reiniciar el trabajo continuaba aún luego de dos años. Despojada de ese solaz, supo que otra larga velada la aguardaba, sin otro futuro que la conferencia de prensa y un segundo encuentro con el inquietante entrenador de los Guerreros.

Huye ante el viento |Adaptación (Inuyasha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora