El paraguas

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Un día más mi madre y yo nos dirigimos hacia Amuse en el sedán familiar. Distraída miro por la ventana los edificios y anuncios, a cada cual que dejamos atrás me resulta más insulso.

Llegamos a mi destino y con la bolsa de deporte colgada en el hombro, cierro la puerta y despido a mi madre con la mano. Han pasado muchísimos años desde que ingresé aquí, pero lo único que ha cambiado ha sido el logotipo de la empresa y, claro, la gente.

Recorro el pasillo, saludando escuetamente a todo aquél que me conoce. Me detengo delante de la puerta y antes de abrir escucho a alguien riendo. Entro a la sala de los espejos y veo a Suzuka hablando con Mikiko animadamente.

—¡Hola! -Digo dejando la bolsa a un lado y acercándome mientras estiro los brazos.

Mikiko me saluda haciendo un movimiento de cabeza a través del espejo y Suzuka me sonríe y me guiña.

—Creo que la coreografía que ha preparado Mikiko-san te va a gustar.

—¡Oh! ¿Cómo es?

  🌂

Al cabo de un par de horas dominamos prácticamente la base del baile. Mikiko nos deja unos minutos a solas y me siento en el suelo. Me miro en el espejo. Tengo las mejillas sonrojadas y el flequillo pegado a la frente por el sudor. Suzuka se sienta detrás de mí y a la vez que me abraza, me pone delante una botella de agua.

—No hagas eso...

Me mira en el espejo y esconde la cara en mi hombro, asomando solo los ojos. Abro la botella y doy un trago. Le doy vueltas al tapón con la mano libre.

— ¿Todo bien? -Me pregunta. Su voz suena amortiguada en mi hombro. Sus ojillos me miran preocupados en el espejo. Sonrío amargamente.

— El baile es más duro esta vez, solo eso.

— Hum.

Nos quedamos así lo que me parece una eternidad cuando por fin se aleja de mí y se va un poco más lejos. A veces me pregunto qué se le pasa por la cabeza, cómo se siente, pero no le pregunto porque sé que va a mentirme. Ha pasado más de un año, pero parece como si me hubiese enterado ayer. Me gustaría romper ese espejo que me refleja triste y que refleja la durs realidad en la que me encuentro.

Suzuka me tira mi toalla a la cabeza y la oigo salir. Ya estoy sola. Me paso la toalla por la cara y me la dejo en el cuello. Miro la botella de agua de pie y la tiro con la mano. La pongo en pie y la vuelvo a tirar. Así unas veinte veces hasta que Mikiko o Suzuka vuelve a entrar y suspiro.

Oigo sus pasos resonando. Tres. Dos. Está detrás de mí. Apoya su mano en mi cabeza y me la acaricia con suavidad.

— Lo siento. Estoy más pendiente de alguien que no está que de ti -Digo aún con la botella en la mano —. Hablo con ella de vez en cuando, pero la echo de menos igualmente.

Acaricio con el pulgar el kanji de su apellido en la etiqueta de la botella.

— Yo también te echo de menos, Moa. Y a ella también -Añade en voz baja —. Pero, ¿sabes? Que nuestros caminos se unieran con el suyo y se hayan separado, no implica que no vuelvan a juntarse algún día.

Se agacha delante de mí, con las manos sobre las rodillas y su famosa sonrisa capaz de hacer a un hombre de cincuenta años emocionarse y creer de nuevo en el ser humano. No merezco a una amiga como ella.

Quito la botella que hay en medio de las dos y nos abrazamos.

🌂

Después del ensayo Su y yo nos despedimos en el hall. La veo marcharse escuchando música y miro la hora en el reloj de pared. Cuando la puerta se abre al entrar un hombre lo veo empapado usando su cartera para cubrirse.

Genial y yo sin paraguas y hoy vuelvo a casa en tren. El camino a la estación estará pasado por agua. Salgo fuera y justo antes de poner un pie afuera me acuerdo de que he olvidado la botella en la sala. Doy la vuelta y me quedo paralizada en el sitio.

— ¿Yui? -Digo casi en un susurro. Yui me mira extrañada por un momento hasta que veo una sonrisa formarse en sus labios —. ¿qué haces aquí?

— He venido a firmar unas cosas. No sabía que ahora ensayábais los jueves -Dice lo que parece ser feliz de verme.

🌂

— Moa, si no te acercas un poco más, te vas a mojar -Bromea mientras mira al frente.

— Por más que me acerque el paraguas sigue siendo pequeño para dos personas- Puntualizo molestándola un poco.

Me mira de reojo y se acerca tanto el paraguas que me mojo. Ahogo un grito en la garganta cuando la lluvia me cae y me meto debajo del paraguas, no sin antes agarrarme a su brazo haciendo un puchero.

— Si lo que querías era tenerme cerca solo tenías que decirlo...

Ríe y se tapa la boca con la otra mano.

— Quiero tenerte cerca.

Piso un charco al oir sus palabras y vuelve a reirse de mí.

—¿Vuelves a casa ya? -Pregunto esperanzada por pasar más rato con ella.

— Sí, a no ser que ocurra un imprevisto sí.

Asiento y me agarro más a su brazo. Quiero decir algo, pero tampoco veo la necesidad de llenar el silencio.

—¿Tomas el tren aquí?

Miro hacia la derecha y veo que hemos llegado a la estación. Nos detenemos e intentamos no molestar al resto de transeúntes. No quiero irme.

— ¿Ocurre algo? -Me mira preocupada.

Ella no sabe cómo me siento. Solo Su lo sabe, de hecho. Hacer como que estás bien se hace muy pesado.

Suspira y cambia el paraguas de mano, rompiendo mi agarre y me toma de la mano. La miro y ella hace un círculo con su pulgar sobre mi mano.

—¿Quieres que nos veamos cuando regreses? Solas tú y yo, así me cuentas cómo os ha ido en el tour.

Asiento y sonrío. Yui se aleja de mí diciéndome adiós con la mano y yo hago como que bajo las escaleras hasta que ella se da la vuelta y continúa su camino. Me mojo y no puedo evitar pensar que ojalá la lluvia hubiera sido lo suficientemente fuerte para manternerla a mi lado solo un poco más.

Fin

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