El chico necesitaba libertad, anhelaba con todas su fuerzas poder despojarse de sus sentimientos, sus problemas, sus inseguridades, de su propia represión y falta de amor.
Un segundo, eso es todo lo que pedía.
Un segundo para poder dejar de ser él y desaparecer de este maldito mundo, como él solía llamarlo, un mundo lleno de injusticias y de más mierda regada por un jardín que las mismas flores.
Necesitaba escapar, se estaba ahogando en sus propios lamentos y ahí estaba, estático sin lograr hacer nada por evitarlo. Las personas avanzaban dejándolo a él atrás, estaba tan malditamente estancado en el mismo lugar, queriendo gritar por auxilio.
Un grito de auxilio que no era escuchado o que al menos nadie quería escuchar.
Su cabeza dolía luego de haber permitido que sus ojos derramaran un par de lágrimas, los recuerdos ardían en su pecho y su mente repetía la misma frase.
"Estoy aquí para tí Minnie, siempre." No, no lo estás.
La única persona que fue su soporte y su cable a tierra ya no estaba y no volvería, se había ido por muy duro que fuese aceptarlo, lo había dejado solo.
Estaba tan solo, tan perdido.
"No estás solo Minnie, yo estoy contigo."
Aún sentía el sonido de su voz susurrarle en el oído, aún sentía aquellos cosquilleos innumerables en su estómago cada vez que lo hacía.
Se acurrucó en el colchón de su cama buscando protección y cerró los ojos.
—Te necesito.— susurró con lagrimas fluyendo por su rostro.
"Aquí me tienes."
Se cubrió ambas orejas con sus manos, incluso sabiendo que esta acción no cambiaría nada, que quien le estaba jugando una mala pasada era su mente y no otra cosa.
—Eso quisiera Kookie, eso es lo que más quiero.— se encogió aún más en aquella cama que había sido su fiel compañera durante todos estos días, desde que aquello pasó.
Quería sentir su abrazo nuevamente, quería un consuelo por muy pequeño que fuese. Quería algo, cualquier cosa, simplemente buscaba sentir alivio por un momento.
Quería estar con él, volver el tiempo dos semanas atrás cuando el accidente pasó y decirle que no se fuera, que se quedara a dormir en su casa, que se quedara con él.
Todo se hubiese evitado, él estaría aquí y ambos se estarían sonriendo, pero no se puede evitar lo inevitable ¿no?
No, no se puede y lo había comprendido de la peor manera posible.
"Te amo, Minnie."
—Te amo también, joder.—
Lo amaba tanto, fue su primer amor y la persona más importante en su vida, fue el único que estuvo realmente con él, el único que lo quería y valoraba por quien era, no por quien quería aparentar ser para agradar más.
Era su todo y ahora se encontraba completamente vacío.
No encontraba el sentido de seguir, no veía ninguna buena razón para continuar.
Sin pensarlo demasiado abrió la ventana que daba hacia el balcón de su departamento, necesitaba un poco de aire. Se sentó justo en la barandilla y miró hacia abajo, su respiración se comenzó a agitar y la adrenalina le subió a mil.
Sintió miedo, pero encontrar alivio era más potente que el mismo temor.
—Por favor, por favor ayúdame a salir de esta angustia.— sabía que él no lo escuchaba, que sus susurros eran en vano y totalmente inútiles, pero tenía tanto dentro que lo estaban desgarrando completamente.
—Dame valentía.— pidió.
"No lo hagas, bebé."
Nuevamente esa voz que no existía, que sólo eran imaginaciones suyas.
—¡BASTA!— gritó cayendo de rodillas al piso y golpeando a este con sus pequeñas manos, las lágrimas aún fluían por su rostro y no se detendrían.
"Estoy justo aquí, amor."
—No lo estás...— susurró cuando afirmaba su frente contra el piso del balcón.
Luego de aquel susurro sintió una calidez extraña envolverle, comenzando desde la espalda hasta llegar a sus hombros y lo acurrucó en un abrazo.
La paz y la protección que tando deseaba, la encontró.
"Siempre estaré contigo, independiente de dónde esté Minnie."
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
