Capítulo 10: Inesperado

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- ¿Qué quieres decir con eso? - le dije sorprendido. No podía creer lo que acababa de decirme.

- Pues exactamente lo que te he dicho. Tampoco es tan difícil de entender.

- Que va, para nada. Me desmayé no se ni porqué y resulta que me "salvaste" de Erome porque simplemente quería quitarme de en medio, en caso de suponer una amenaza. Y, todo eso, porque sois los dos únicos de Fresno que estudiáis fuera. Además de que él tenía miedo de que te pasara algo, pues habíais acordado no simpatizar con nadie que no fuera de la tribu por vuestra seguridad y la de los demás.

- Pues... lo has entendido muy bien.

- ¿¡Pero es que sois tontos!?- dije molesto.

- ¿Porqué? - me miró desconcertado.

- Muy simple. Habéis montado una parafernalia enorme por manteneros seguros y lo primero que habéis hecho ha sido traer a alguien externo a vuestra tribu aquí, a la propia tribu. Básicamente os peleasteis por pelear pues, yo acabé aquí sabiéndolo todo sobre vosotros y vuestra gente.

- Bueno, verás... La abuela dijo que no era mala idea traerte y que volvieras en ti tras el desmayo en un lugar tan puro como este. - tratando de excusarse.

- ¿Enserio? ¿Os expuso a todos porque estaba desmayado?

- Ella dijo que te vio buen corazón y que no pasaría nada.

- ¿Es verdad que dijo eso? - sin creerle mucho.

- Claro. Bueno, eso y que, si te ibas de la lengua, Erome tenía permiso para cortártela para que callases...

- Ah, genial...- me había quedado en shock.

Fantástico. Sin quererlo ni buscarlo había acabado descubriendo la existencia de una tribu de seres encargados de vigilar un maravilloso bosque, los cuales, si me iba de la lengua, me la cortarían para hacerme callar. A, eso sí, omitiendo eso, eran todos muy cariñosos y amables, excepto Erome, el cual parece sufrir un poco de bipolaridad.

A todo eso, había que sumarle el hecho de que Devon parecía un crío pequeño, caprichoso y tonto. Pues, me apostaría cualquier cosa a que la idea de traerme aquí fue suya...

- ¿A-Andrew, sigues ahí?

- E-eh, sí, perdón. Pesaba en lo ridícula e irreal que es toda esta situación. Que sepas que no tenías derecho a arrastrarme hasta aquí sin ni siquiera preguntarme.

Se hizo el silencio. Devon se quedó con la mirada fija en el suelo mientras iba apretando los puños lentamente. Me quedé mirándole. Poco a poco podía ver como pequeñas gotas se deslizaban desde sus ojos hasta la barbilla, pasando por sus ahora sonrojadas mejillas. Poco a poco empecé a escuchar cómo se le escapaban leves sollozos. No sabía que le pasaba, pero me preocupaba el hecho de que hubiera empezado a llorar así, de la nada.

- O-o-oye Devon, ¿e-estás bi-bien? - dije con algo de miedo por las posibles reacciones a la pregunta.

- Sí. Lo siento. Será mejor que te vayas a casa. La abuela te guiará. Su casa es aquella.

Dicho eso, señaló, sin levantar la mirada, la que era una de las casas más grandes de toda la tribu. Cuando me giré para volver a mirarle, ya no estaba allí. Me preocupaba su reacción, pues no entendía qué le pasa.

Aunque me encantaría quedarme en este magnífico lugar pensando un poco sobre todo lo de hoy, lo mejor era que ir a ver a Eris para poder salir de aquí.

Empecé a pasar por varias plazas, zonas comunes y puentes colgantes hasta llegar a aquella gran casa hecha de una hermosa madera casi blanca. Era la casa más hermosa de toda la tribu, sin ninguna duda. Se podían observar todo tipo de símbolos en los pilares de la entrada y en algunas maderas de la propia casa.

El hermano de Bella SwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora