34.

2.1K 176 71
                                    

Se negó a creer que el ruido que resonaba en toda la habitación fuera de su despertador. Era imposible, si hacía apenas dos minutos había conseguido cerrar los ojos. Bufó y estirando su dormida mano, hizo malabares para poder pararlo, pero, con los ojos aún cerrados.

No quería ni se podía mover. Le dolía absolutamente todo, su mente estaba agotada, su nariz no paraba de gotear y le dolía el cuerpo por haberse dormido hecha un ovillo. En parte, no era culpa suya que se hubiera dormido en una mala postura, lo último que recordaba de la pasada noche era ella, tendida sobre la cama, llorando, sollozando y gimoteando hasta que, inconscientemente, se había quedado dormida, esperándole.

Abrió un ojo pero sólo vio la penumbra que invadía la habitación. Oscuridad, la misma que la había perseguido en esas pesadillas interminables. No había dormido bien. Tenía la sensación de no haber descansado nada. Estaba atontada, perdida y desubicada. Su sueño había sido un abrir y cerrar de ojos bastante confuso. Había soñado cosas, formas y voces que ahora, una vez despierta, no cobraban mucho sentido. Culpó a la angustia por ese desconcierto pero, aún así, en su mente, no paraba de oír una voz. Una voz que conocía demasiado bien. Una voz cálida, acogedora y familiar. Había sido un sueño, estaba segura de ello, pero lo había sentido tan pero tan real que, si cerraba los ojos, lo volvía a sentir, lo volvía a vivir de nuevo.

Recordaba el ruido de la pesada puerta cerrándose lentamente, con suavidad y cuidado. Ella se removió debajo de la sábana, alguien había entrado pero no tenía fuerzas suficientes para levantarse.

—¿A... A... Alfred? —murmuró. Su boca estaba seca y su voz era ronca pero aún así, consiguió pronunciar el nombre de la persona a la que tanto esperaba ver.

— Sht, duerme, que aún es temprano.

Oyó más pasos, oyó la ducha pero luego, no oyó nada más hasta que, de repente, notó un suave beso en la frente. Un suave y tierno beso que hizo que todas sus pesadillas se esfumasen y la llevase a soñar de nuevo. A soñar con todas esas noches en vela, con los besos robados y con los secretos confesados. Soñaba que sus brazos la seguían abrazando, que con la mirada le sonreía y que le juraba no irse nunca más sin ella. 

Chasqueó la lengua volviendo a la realidad. Su subconsciente le había pasado una mala jugada, estaba segura pero, aún así, no pudo evitar tocarse la frente con la yema de sus dedos. Suspiró y miró a su lado izquierdo; seguía vacío. Su lado de la cama estaba perfectamente hecho, no había regresado para dormir. Todo había sido un sueño o una pesadilla, depende de cómo se viese, pero lo había sentido tan real que le era muy difícil pensar lo contrario.

Suspiró y se levantó de la cama. Los pelos de las piernas se le erizaron al notar el frío suelo bajo sus pies. Se notaba apestosa, pegajosa y pringosa, necesitaba una ducha urgentemente y quitarse la ropa del día anterior con la que había dormido. Después de todo lo ocurrido, después de los gritos y del portazo, no tuvo ni energía ni ganas de ponerse el pijama así que se limitó a tumbarse con su ropa de calle. Ropa que ahora se hallaba totalmente arrugada.

Después de escoger un atuendo limpio de su armario, se encaminó a la ducha, dejó caer la ropa sobre de la tapa del váter y se miró en el espejo. Su pelo estaba revuelto, sus ojos estaban tan rojos que delataban que se había pasado la noche llorando y sus mejillas, estaban coloradas. Tendría que aplicarse una buena capa de maquillaje para camuflar esas ojeras que adornaban su cara, ya que hoy, tendría que lucir, irónicamente, su mejor sonrisa. El día se presentaba frenético: por la mañana miles de entrevistas y por la tarde, el Meet & Greatcon los fans. Iba a ser un no parar, de un lugar a otro, entre preguntas y autógrafos y con nada de tiempo para hablar. No sabía de donde sacaría la fuerza, o las ganas, pero la final estaba cerca y con ella, su libertad.

NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora