Maldita cama

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Editado.
30/Jun/2020











































Tal vez no dolía físicamente algo.
Tal vez no le dolía el recuerdo de sus labios, delgados y a la vez húmedos, pasar por su piel.
Tal vez no le dolía tanto, que al ponerse alguna sudadera del contrario, ya no lo mirara como antes.
Tal vez no le dolía tanto, el ver sus fotos enmarcadas, a diario, antes de salir a trabajar.

Tal vez no le dolía tanto, el ver por millonesima vez, el reloj que marcaba las tres con quince minutos.

Se levantó, por qué el simple hecho que aquella cama que se suponía, iba a ser algún tipo de lecho de amor. Dónde podían fácilmente hablar hasta altas horas de la noche, entre susurros y besos. Dónde él lo haría suyo, las veces que deseara. Donde...

Dejo de torturarse de aquella manera y tomo el impulso necesario para salir del nido de sábanas, le dolía la cabeza y el prender la luz de su baño intensificó aquella dolencia. Ya no tenía lágrimas que llorar, pero su cara decía lo contrario. Sus ojos estaban bastante rojos y las ojeras se marcaban aún más, debido a lo pálido de su piel. Se veía enfermo...
Ignoro su reflejo, decidiendo que comería algo lo bastante laborioso que los distraiga de todo.

Pero no pudo evitar ver de reojo, el reloj que tenían colgando en medio de la sala. Sabia que el club que tanto le gustaba a su novio, estaba próximo a cerrar o si no es, que ya había cerrado desde hace bastante tiempo.

Tal vez no le dolía tanto la opresión en el pecho que sentía mientras se preparaba algo parecido a un emparedado.

No era raro que el ojimiel llegará tarde, ya no. Su mano tembló y de un momento a otro, su plato con lo que sería su primera comida en 16 horas cayó sin remedio, rompiéndose.

Irónicamente, se sentía como ese pedazo de cerámica. Se limito a recoger el desastre e ignorando el escozor de sus ojos, va al gran sillón. Ahí, en la mesita estaba la cajetilla de cigarrillos que había comprado ese día. No era su vicio favorito, pero lo distraía por un momento. Cálculo que de nuevo el sueño le vencerá hasta las cinco y que tendría unas tres horas para irse a la universidad, se sirvió algo de whisky y se recargo por completo en el respaldo.

No supo cuánto tiempo paso, pero sabía que había pasado de un vaso al quinto y de un cigarrillo a casi la mitad de la cajetilla. Hasta que entró el dueño y causante de su insomnio y que su corazón doliera y pulsará aún. Este, bastante desaliñado le miro y al cruzar sus miradas, vio su sonrisa burlona, aunque sus ojos carecían de brillo alguno.

–¿Esperándome, amor?
–Eso era lo que deseabas ¿No?

Hizo un ligero sonido, que no supo interpretar. Se acercó hasta donde el estaba y al inclinarse, le quitó el cigarrillo a medio consumir. Desde ese lugar, podía oler su colonia, alcohol y... La escencia de otra persona.  Paso la punta de su lengua por sus labios y miro a otro lado, tratando de dejar su mirada en blanco.

Pero cuando su mano, paso a su mejilla se desconecto.

Tal vez no dolía el hecho de que ahora, sus besos no le demostraban nada más que lujuria.
Tal vez no le dolía el hecho de que, mientras él aún sentía algo mientras tenían sexo, el pelinegro ya no.
Tal vez no le dolía el hecho, de que veía marcas en su piel, marcas que el no le había hecho.












































Y de nuevo, una lágrima traicionera todo hasta tocar su almohada. Veía como el cielo se aclaraba y su piel estaba fría y desnuda. Escuchaba al contrario dormido, a su lado.
Si cerraba los ojos, aún podía regresar a las mañanas que compartía con él, en los primeros años viviendo juntos.

Pero de pronto, paso a discusiones, reclamos, risas irónicas de su parte, sexo sin amor. Toda su energía se iba en intentar en no llorar y no pensar de más.

Claro que no era tan inocente, las primeras veces que había pasado ese tipo de cosas, pensó que al verle tan afectado el cambiaría y trataría de arreglar las cosas. Pero no fue así y ahora, sólo se pasaba descaradamente delante de él. Cómo su solo fuera un objeto más de aquel departamento.

Se incorporó, renunciando en no dormir y decidido tomar una ducha.

–Buenos días, cariño.

Cerro los ojos y respiró hondo, antes de verle sobre su hombro. Otra vez esa mirada que no le demostraba nada y ya no lo resistió más.

–¿Qué nos pasó?

El ambiente se hizo tenso y ante su no respuesta, sólo soltó una carcajada. Una dónde demostraba que ya no iba a poder arreglarlo aunque lo intentará.

–Lo irónico es... Que me hice demasiadas expectativas. Cuando tú ni has pensado en mi.

De nuevo, no contesto y se levantó, yendo a ducharse y al cerrar la puerta detrás de si. Pegó su espalda a la puerta y de apoco se dejo caer, sollozante.

Lo amaba, lo amaba tanto que dolía hasta el respirar cerca de el.
Ojalá ya no tuviera esas expectativas, ojalá ya no sintiera nada.
Ojalá fuera un poco más como él.
Pero no... Esperaba... Tal vez el pelinegro esperaba o... Ambos esperaban algo.

𝓔𝔁𝓹𝓮𝓬𝓽𝓪𝓽𝓲𝓸𝓷𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora