1. Preludio

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―Chrollo... Chrollo...

Su nombre llegaba a sus oídos distante, borroso. Apenas lograba traspasar la barrera del sueño profundo.

―No... un poco más... —protestó Chrollo.

Gruñó semidormido, a pesar de que el delicioso aroma a café recién hecho ya lo alcanzaba y despertaba poco a poco sus sentidos. Amaba los desayunos que le preparaba Hisoka todas las mañanas. Se dio media vuelta y se tapó con la manta. Cerró con fuerza los ojos para tratar de seguir durmiendo, aun cuando persistentemente la manta era apartada de su cara, molestándolo con la luminosidad del nuevo día. Una risita cercana bailó en sus oídos, acompañada de un juguetón movimiento de cabellos que pasaban por sobre su rostro.

―Basta idiota, no molestes...

Se giró y ocultó la cara en la almohada.

―Ya es hora de levantarse, jefe.

La voz femenina sonó muy cerca y un tanto contrariada.

Chrollo abrió los ojos de inmediato. No se movió. Sintió que su corazón saltó asustado. No había dicho ningún nombre en voz alta, ¿o sí? No se atrevía a preguntar.

―Gracias, Machi, ya me levanto.

No volteó a mirarla.

―Bueno, no tardes. En hora y media viene Shalnark a buscarnos con el auto. Tu ropa ya está lista en la silla.

Machi salió del cuarto sin esperar respuesta. Tras escuchar el ruido de la puerta, Chrollo suspiró y se acurrucó bajo la manta cálida. Un despertar accidentado, pero había algo más. Había soñado algo importante, lo presentía.

Los rastros del sueño se desvanecían con demasiada rapidez. Chrollo cubrió su rostro con las manos para intentar retener esas imágenes huidizas. En esa oscuridad trató de enfocarse y recordar. Enseguida una sensación se hizo presente; el recuerdo de un cuerpo grande que lo abrazaba por la espalda. Contuvo la respiración. Casi podía recordar la tibieza del contacto.

Fragmentos del sueño difuso siguieron tomando forma a medida que recordaba. La comodidad de la cama, el pecho grande contra su espalda, el peso de los brazos que lo rodeaban. Y había algo más, como un cosquilleo sobre su cabeza. Sí, parecía ser un beso sobre su coronilla. Había sentido la delicada presión de los labios, pero no era sólo eso. Había algo más que se resistía a subir a la conciencia. Algo importante. Lo sentía en todo su cuerpo. Debía recordarlo. ¿Qué había dicho Hisoka en el sueño?

«Te amo»

La voz sonó clara en su mente. Sorprendido, Chrollo abrió sus ojos en la oscuridad de sus palmas cálidas.

«Te amo» repitió aquella voz conocida. Era apenas un susurro sobre sus cabellos negros justo después del beso. Se completaba así la secuencia del sueño.

Chrollo se incorporó sobresaltado. El frío en su espalda descubierta lo hizo temblar y lo trajo de vuelta a la soledad de su cama. Sus palmas estaban húmedas por las lágrimas repentinas.

—Maldito seas, ¿por qué mierda...? —murmuró—. Si nunca me dijiste nada. Nunca... Y justo hoy...

Sus manos se cerraron en puños sobre su regazo. Esas dos palabras del sueño volvieron a atormentarlo. La voz, el beso, el calor del abrazo. Todo se había sentido tan real. Demasiado. Chrollo tembló con otro escalofrío. Miró a su alrededor, el cuarto pequeño e impersonal. Aquella tibieza ya no volvería. Estaba solo. Sintió un dolor en el pecho. De inmediato la angustia asfixiante fue solapada por el enojo. Como sucedía siempre, cada vez que se sentía acorralado.

Ojos de Sangre || Hisokuro (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora