No hay mayor opresión que el pensamiento. Nosotros tras nosotros mismos, huyendo, buscándonos, seres palpitantes de horror dentro de un bache sin salida.
Así era su vida, antes de que se convirtiera en una nada, tan grande que ya comenzaba a cobrarse las deudas del alma, de quienes juraban inocencia, pero derramaban sangre por los poros.
Margaret llamada, era la luz bajo la pesadez de la oscuridad. Aunque para unos pocos su presencia se sentía como tres cuchillos clavados en su cuerpo, a manos de la locura y el caos. Para otros denotaba arboles crecientes y olor a rosas que parecen nunca marchitar.
Claro, eso era lo que pensaban de Margaret. antes de que todos la hubieran olvidado, como si se tratase de un día nublado del que todos huyen a prisa, por el frío de invierno.
Sus días habían volado, arrastrándola a la crudeza de la realidad. Para cortar su estancia como un hilo enredado que no tiene punta final.