Ese mismo día comenzó la mayor masacre en la historia de los humanos, la mayor y la última.
Pero todo tiene un sentido y un porqué. Y, para entenderlo, debemos remontarnos a unos cuantos milenios antes, si, milenios, y no pocos.
Todo empezó una cálida mañana de verano, más exactamente la primera mañana de cuando todavía solo existía el verano, me levanté con una idea muy clara, la verdad es que no se me había ocurrido antes, pero sentía una corazonada que me decía que tenía que hacerlo.
Rápidamente salté de la cama, que se hizo sola antes siquiera de que llegase al pasillo, y acabé la caminata en la cocina. Desayuné casi sin mirar lo que comía, pues tenía miedo de que se me olvidase la idea, y con comida aun en la boca, fui descendiendo, escalón a escalón, hasta el sótano. Respiré el húmedo olor de un laboratorio improvisado, un laboratorio creado para saciar mi sed de experimentar.
Antes de trabajar, como de costumbre, me puse mi vieja bata blanca que me resaltaba la negra barba y el pelo largo que llevaba entonces. Me acerqué a la mesa tanteando botes, buscando el que necesitaba, lo que necesitaba.
Hasta entonces, había creado un sinfín de animales y plantas, cada uno diferente, cada uno mas complejo que el anterior, pues iba cogiéndole el gustillo al asunto. Pero ese día me propuse hacer algo diferente, romper los esquemas que siempre seguía, de un modo u otro. Ese día, sin saberlo, iba a crear un monstruo... inocente de mi.
Me decanté por un animal, pero a diferencia de los demás, les borraría gran parte de los instintos, les borraría la evolución. Ese era el quit de la cuestión, ver con qué llenaba ese agujero que le dejaría, comprobar, si sin mi eran capaces de avanzar en linea recta. Para el cuerpo, por continuar con la rotura de patrones, escogí únicamente tres valores, teniendo en cuenta que los negativos eran los que mas llenaban, puse una base de ego. Sobre el ego, puse la indiferencia, que ocuparía prácticamente el hueco restante de cuerpo, y para acabar, una locura personal, distinta en cada uno, que supuestamente los haría mas divertidos de observar, o eso es lo que ponía en el bote de "locura" cuando lo compré, era la primera vez que lo usaba y no quería pasarme... no sería la primera vez.
Lo modelé durante un buen rato, quería hacerlos resistentes, pero por precaución, la experiencia me había enseñado que siempre tienes que dejar un punto débil, y lo dejé, cual? Para ser sinceros, no lo sabia ni yo.
Aproximadamente siete horas mas tarde, sin descansos y sin comidas, había acabado lo que consideré mi mejor obra hasta el momento. Pero aun era demasiado pronto para soltarlos en el mundo libre, antes, deberían ser testeados y examinados mas a fondo, por lo tanto, decidí observarlos durante una semana en el Edén, donde guardaba experimentos fallidos no peligrosos ni dañinos, donde probaba que había hecho un buen trabajo, antes de arriesgarme a liberarlo.
Para probar su lealtad, para probar su conciencia, mientras los dejaba les susurré: "No se os ocurra comer del árbol del medio*, todo lo demás, es vuestro" Y les solté.
Solté a los humanos.
Nota; Árbol del medio: También conocido cómo árbol de la vergüenza, es un experimento similar pero con base de propagación de vergüenza mediante sus frutos, al igual que ellos, estaba en fase de testeo y no podía ser tocado
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Mi nombre es Jeff, nací en Birmingham el 9 de Octubre del 1986, y hoy, día 12 de Junio del 2014, le declaro la guerra a Dios.
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Humanos, el principio... y el fin
General FictionCómo llegamos aquí? Cuándo llegamos aquí? Cómo nos iremos de aquí? Cuándo nos iremos de aquí?