La vida de Keneti siempre había sido de una manera normal, como la de cualquier otro adolescente, tenía amigos con los que hablar y pasar buenos ratos, tenía móvil y sacaba sobresalientes notas. Aunque en verdad, de algún modo, él era diferente, especial, podía advertir qué acontecimientos ocurrían a una prolongada distancia, una capacidad no digna de un mísero ser humano, además, alguna que otra vez, cosas extrañas habían ocurrido a su alrededor cuando sentía fuertes emociones, aunque, no le prestaba mucha importancia a esos momentos sin sentido, ya que, sus aficiones y gustos, también eran normales, le gustaba leer, jugar a béisbol, pero lo que más bien se le daba era escribir poesía, era capaz de crear los mejores poemas, ya fuera describiendo un simple objeto, o lo que se le pasara por la mente, era un don.
Un día lluvioso, Keneti amaneció como cada día, y a la misma hora, concretamente, a las 6.30 para ir al instituto, pero en el preciso instante en el que abrió sus ojos, un fuerte e insoportable dolor inundó internamente su cabeza, parecía que le iba a explotar, era como si su cerebro fuera una habitación donde hay almacenada dinamita hasta los topes y alguien hubiera dejado caer una cerilla encendida; el dolor aumentaba, los nervios lo mataban internamente, y, con el paso de los segundos una rara sensación de mareo crecía rápidamente en sus adentros. Sus párpados se iban cerrando lentamente, y su energía se consumía a una extrema velocidad, no aguantó más y, se dejó ir: cayó extrañamente en un profundo y ansioso sueño. En él Keneti estaba en una estancia apagada, aunque no lo suficiente para estar en total oscuridad, tan sólo se veía en un tono descolorido. Allí, el niño huía, corría con todas sus fuerzas en busca de un escondrijo, al girarse, por un instante, pudo ver los rasgos de su depredador: era una abominable bestia gigante, oscura como la noche, tenía ocho patas metálicas, unos ojos pequeños como escarabajos color escarlata, y una mandíbula con unos afilados dientes sucios de restos de sangre, que avisaban de que no estabas a salvo junto a ella. Keneti continuó su escapatoria hasta que llegó a una parte de ése sombrío y aterrador lugar donde se dividía en tres pasillos, y, sin pensarlo ni una milésima de segundo, siguió recto por el segundo pasillo, aquel bicho gigante se le iba aproximando cada vez más, y las posibilidades de sobrevivir se le agotaban. A los segundos de adentrarse en ese pasillo, se podía advertir el final de éste a pocos metros, pero, ya no había vuelta atrás. Se volteó una última vez, para darse cuenta de que su depredador le pisaba los talones. Su final llegaba y un desgarrador pánico crecía en sus entrañas, al mismo tiempo que se apegaba a la pared del final del pasillo, apenas le quedaban uno o dos segundos antes de que la criatura lo alcanzara.
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Espero que os haya gustado, en breve publicaré el próximo capítulo y descubriremos que le ocurrirá a Keneti⚡️

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EXPERIMENTO N°33
УжасыKeneti, es como cualquier otro adolescente de 15 años, tiene amigos, tiene móvil, le gusta el béisbol, etc; pero un día, todo cambia.