Cada día te siento más cerca

Vecinos

Luego de su primer día no solo había terminado agotado por la clase sino por el andar a pie bajo el abrasador sol del verano hacia y desde el Centro Comunitario. Al día siguiente definitivamente debería llevar la bicicleta aunque tuviera el freno averiado. Tal vez no se cansaría menos, pero no tendría que soportar tanto el sol.

Mientras subía el último tramo de las escaleras que lo llevaba a su piso, recordó el encuentro de la madrugada. En ese momento, Haru le pareció un cachorro abandonado, pero en realidad era bastante más independiente de lo que creyó, así que quizá sería mejor compararlo con un gato. La sutileza de sus movimientos le recordaba más a un felino de cualquier forma.

Su recuerdo se materializó cuando tomó el giro para dirigirse a su apartamento, pasando por la sala común, que en forma inusual estaba ocupada por una persona que ahora ya se le hacía conocida. Tenía un libro entre sus manos del cual no pudo distinguir el título porque en cuanto el otro notó su presencia levantó la mirada hacia él y sus ojos azules se clavaron en los suyos.

—Bienvenido, Makoto —saludó con seriedad.

—Hola, Haru —devolvió el saludo con todo entusiasmo— Ya estoy de vuelta. ¿Qué haces aquí afuera? ¿Tu compañero está... ocupado? —insinuó sabiendo que era la razón más probable de encontrarlo fuera de su apartamento.

—No. Te estaba esperando —respondió sin inmutarse. Se puso de pie y avanzó un paso hacia Makoto— Quería confirmar si esta noche cenarás en mi apartamento. Rin... mi compañero quiere conocerte. Dice que es bueno que haya más relación entre vecinos.

Le daba vergüenza que después de tanto tiempo de vivir en el mismo piso ni siquiera se habían presentado. Hizo nota mental de qe en cuanto su compañero volviera a la ciudad, invitarían a Haru y –¿dijo que se llamaba Rin?– a cenar para que se conocieran.

—Sí, creo que tiene razón —rió incómodo— Quizá... deberíamos comenzar por intercambiar números.

Luego de guardar sus respectivos números en la agenda del teléfono, Makoto le contestó a la invitación. —Gracias, Haru. En verdad aprecio que me libres de la comida instantánea por esta semana —rió ahora de una forma más relajada— ¿A qué hora debería ir? ¿Debo llevar algo?

—La comida instantánea no es saludable, no deberías comerla nunca —lo regañó muy seriamente y Makoto no pudo evitar una risa apenada— No es necesario que traigas nada. Comenzaré a preparar la cena como a las 6, puedes venir a la hora que quieras porque estoy seguro que Rin querrá hacer muchas preguntas.

Le pareció que Haru entornaba un poco los ojos, pero había notado que tenía la costumbre de desviar la mirada cuando su rostro perdía ligeramente su inexpresividad. Ese gesto se le hizo tierno, si tenía que describirlo de alguna forma, pero nunca se lo diría a Haru. No parecía del tipo que se tomaría bien el que alguien lo llamara tierno.

—Hmm... ¿qué te parece si llevo algún pastelillo o un postre? Seremos cuatro, ¿cierto? —Haru asintió— Entonces déjamelo a mi. Nos veremos a las seis.

—Nos vemos a las seis —reafirmó y ambos se despidieron para ir a sus respectivos departamentos.

Luego de tomar una ligera siesta, Makoto se levantó para encargarse de sus labores en la casa. Era día para lavar la ropa así que puso toda en la lavadora y la puso a funcionar. Hizo todo lo que era necesario en su pequeño apartamento e hizo una nota mental de preguntarle a Haru qué debería comprar para tener en la alacena.

Una vez colgada la ropa, buscó sus gafas y se sentó a leer también un poco su libro sobre las técnicas básicas para enseñar a los niños a nadar. En eso se entretuvo y no notó el paso del tiempo hasta que la luz se hizo demasiado tenue para seguir leyendo. Miró el reloj y se sobresaltó pues pasaban de las 5. Apenas tendría tiempo suficiente para ir a comprar el postre que había prometido y volver a la hora en que había prometido encontrar a Haru.