CRÓNICAS DE ARENA LAZOS
ESPECIAL HALLOWEEN:
DOS EN WONDERLAND.
Se dice que, en cierto día del año, las divisiones que separan nuestro mundo de otros, se debilita al grado de formas vórtices, que absorben sin previo aviso a desafortunados, dirigiéndolos a mundos fantásticos y paralelos, en los cuales se pondrá a prueba su valor y fuerza, con la recompensa de volver a su mundo original, si es que superan los retos.
El día acaba de terminar, la fría y soberana noche empezaba a reinar en aquel inhóspito lugar que era el desierto.
Ann estaba caminado a su solitaria morada, luego de un agotador día en el hospital.
Los trabajadores de turno, tanto como los de descanso, habían organizado una pequeña recepción, a la hora de descanso, con la intensión de celebrar "Halloween", una costumbre extranjera que tomó fuerza, con la llegada de la paz a las cinco grandes naciones.
― Pamplinas, prefiero dormir, nos vemos mañana ―fue lo que la rubia respondió a su castaña asistente, para luego retirarse del lugar.
Las calles aledañas al hospital, se encontraban repletas de niños disfrazados, tanto de seres ficticios como los que aparecían en los libros que tanto le gustaba leer a su hermano menor, como seres legendarios conocidos, tanukis, demonios, fantasmas y hasta algo con forma de Uchiha Madara.
Aprovechó su ruta, para comprar en una tienda que, normalmente cerraba a esa hora, pero aprovechaba el alboroto del pueblo para vender.
Con su bolsa llena de dulces, salió del lugar con buen humor, al saber que se había abastecido de una buena dotación.
Pero su felicidad poco duró, ya que apenas llegó a la puerta de su casa, varios niños animosos se acercaron con una petición.
― ¡Dulce o travesura! ―gritaron con algarabía y al unísono, mientras extendían sus bolsas fabricadas de forma casera, esperando algo a cambio.
Ann primero los miro con asombro.
Shun ya le había mencionado de aquella rara tradición. Y que a pesar de que no estaría en su casa, dijo haber dejado un pocillo lleno de dulces, en una silla, a la entrada de su puerta.
Ni en momentos de crisis, en el pasado los hombres mandaban a sus hijos a pedir comida a otras casas ¿Qué insulsa y desvergonzada tradición era esta que estaba presenciando?
De esos pensamientos se llenó la Taiyō, al ver que los niños, las seguían observando en espera de regalos.
"Ni hablar, estos dulces son míos, y para nadie más" ―expresó de forma interna, para luego pensar la forma de esquivar a los intrusos.
― ¿Si os doy una travesura se marcharán? ―inquirió ante ellos, al mismo tiempo que ocultaba su bolsa con dulce mercancía.
Los niños se miraron entre ellos, un tanto asombrados ante su actuar.
Al cabo de unos segundos, uno de ellos se animó a hablar.
― Por supuesto señorita, aunque sería la primera que elige esa opción.
― Ya veo, entonces travesura habrá ― enunció la rubia, al tiempo que se volteaba, y sonreía cruelmente por lo bajo.
Los niños entusiasmados, más se fijaron en ella con expectación, imaginando el tipo de espectáculo les daría.
Fue entonces que Ann se volvió ante ellos, con aspecto increíble.
Su rostro se volvió pálido y escamoso, tal serpiente, para luego tomar postura de cuatro pies, y caminar hacia los ya asustados críos, sacando su extensa lengua viperina y revolviendo de forma ostentosa, como si se tratase de serpientes vivas, su rubios y largos cabellos.
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CRÓNICAS DE LA ARENA : LAZOS.
Fanfiction¿Qué son los lazos? Nunca antes se había hecho esa pregunta con tanta seriedad. En su joven vida solo había deseado saber que había sido amado por su madre; y ahora lo sabía, y era reconfortante, pero... ese solo era un lazo, de los tantos que tend...