Había cambiado el juego y todo lo que conllevaba. Las reglas, el ganador, los participantes; todo era distinto y era gracias a mí. O por mi culpa. Todavía puedo ver su mirada rodear mi cuerpo al besar a aquel chico desconocido, casi al mismo tiempo que podía sentir sus dedos recorrer mi espalda, en un beso que era mil veces más cálido, que me había llevado a sitios completamente distintos.
Me masajeaba la cabeza con los dedos con las piernas encogidas sentada contra la fachada de la casa, de nuevo enfrente de la maldita piscina. Ni siquiera sabía qué hora era. Como otra noche más, me era imposible dormir, otra vez con las emociones mezcladas con los recuerdos de ese día tan largo que había tenido. Desde luego, el año que cumplí los dieciséis puso mi vida patas arriba.
Recordaba ahí sentada cómo momentos después de separarme de ese chico, corrí hasta Ellen en petición de ayuda, haciendo todo lo posible por ignorar las miradas que todos me brindaban al acercarme de nuevo al grupo. Ni siquiera me atreví a mirarle. Lo que necesitaba, que me tachara de cobarde también. Que lo era. Sólo agarré la mano de Ellen y la arrastré fuera.
Comencé a llorar como una niña pequeña. Los lagrimones caían sin orden ni concierto por mis mejillas. Sin hacer preguntas y con la mirada serena, Ellen me sujetó de la cabeza y me dejó apoyarme en su hombro mientras me acariciaba el pelo.
Ellen desapareció por dos segundos y volvió con nuestras cosas. Me sujetó del codo y comenzó a caminar conmigo hasta casa. Gracias al cielo que Ellen se acordaba del camino de vuelta, ya que lo último que necesitaba era tener que preguntarle.
Antes de subir las escaleras, me ayudó a quitarme las botas mientras yo seguía sollozando como una estúpida, mojando ya el tercer pañuelo que mi amiga me había tendido. No podía quitarme esas malditas imágenes de mi mente, no necesitaba haber visto la cara de Harry para imaginármela, y mi mente me estaba castigando profundamente con ella. Mi subconsciente estaba muy enfadada, tan enfadada que no me decía nada, simplemente me miraba sacudiendo la cabeza, juzgándome con los brazos cruzados.
Ellen me sentó en su cama y yo me tapé la cara con las manos. Ya no lloraba tanto, pero todavía hipaba un poco. Era una dramática realmente. Y estaba muy borracha. Se sentó en la cama de enfrente y me puso un mechón de mi pelo detrás de la oreja.
—¿Qué ha pasado? —preguntó con precaución, la voz suave como el terciopelo.
Aparté las manos de la cara y suspiré profundo, con la mirada perdida.
—Ugh, es que soy gilipollas. Seguro que me odia.
Esbozó una mueca, pero no le dio tiempo a decir nada, ya que yo seguía con mi monólogo descontrolado.
—Es que uf, de verdad, ¿cuál es mi problema? O sea, es que, qué mal, de verdad —dije negando con la cabeza —. Qué mal, qué mal... ¿cómo se me ocurre? De verdad...
Ellen se quedó callada con la mueca en los labios y las cejas alzadas, como si intentase resolver un puzzle muy difícil. Ella también suspiró, pero de exasperación, chasqueando la lengua dándose por vencida.
—Vale, si no lo vas a decir en alto lo digo yo —comenzó.
Abrí mucho los ojos y comencé a llorar de nuevo.
—No, no, no, Ellen, no, por favor, sé que soy gilipollas, en serio —sollocé.
—Yo también he visto a Yina con Harry.
Resoplé.
—No, no, es que yo no los he visto. Yo les he pillado, maldita sea —miré mi regazo con nostalgia, pensando en el momento en el que comenzó a explorar mi cuerpo con sus dedos y yo lo estropeé al no dejarle.
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Same Mistakes |h.s| Wattys 2019
Fiksi PenggemarJane Carter está harta de estar constantemente subestimada en el trabajo, de las miradas por encima del hombro y que no la tomen en serio. Sobretodo después de lo durísimo que ha trabajado por conseguirlo. Y le molesta especialmente porque sabe que...