El Instituto Blindroad para chicos problemáticos no era nada más que una estúpida broma, una mala broma de muy pésimo gusto. Era en el pasado un internado dirigido por monjas puritanas, diseñado para enseñarles a las niñas que entrasen, a base de sopapos, regaños y amenazas sobre el infierno, que era lo que ellas llamaban decencia, mientras levantaban oraciones a los soldados que aniquilaban tribus enteras a base de acero y plomo.
En este lugar poco le importaban a los guardias lo que sea que los estudiantes le hiciesen a otros estudiantes, solo intervenían en caso de que se empezase a dañar algún mobiliario o inmobiliario dentro de la propiedad, o cuando los chicos trataban de cruzar el muro de contención para escaparse de las instalaciones, o en casos extremos, en los que no dudaban en intervenir, en el caso en el que uno de los chicos agredían a uno de los guardias, y si era el caso, le restregaban a los puñetazos su falta de cerebro, al menos hasta que tuvieran que enviarlo a la enfermería.
Fue en uno de esos días en el que uno de los chicos residentes se encontraba en el patio, sentado en un banco. Había ido allí a comer un almuerzo casero hecho por una señora anciana que conocía en el pueblo, pero ya que no quería comer en el comedor, ya que apestaba como un baño público y los demás ahí dentro eran demasiado busca-problemas, por lo cual sus provocaciones conllevarían tarde o temprano una riña con ínfulas de batalla campal; y los demás chicos eran, al menos por lo general, una panda de envidiosos, y si lo veían comiendo comida casera intentarían quitársela a la fuerza, por eso no le gustaba comer en el comedor del Instituto, y por eso estaba almorzando en el patio.
Fue allí, mientras zampaba una jugosa pata anaranjada de pollo y hacía rollos de espagueti bañado en salsa con su tenedor, que una chica se empezó a acercarse. Ella no caminaba hacia él, simplemente el banco estaba en medio del camino de ladrillos que conectaba la biblioteca y el resto de la institución, ella solo quería llegar a la biblioteca, no tenía nada que tratar con él, con alguien que ella ni siquiera conocía.
Fue cuando otro sujeto se acercó a ella desde detrás y empezó a hacerle voces, el tipo empezó a reclamarle algo a ella, algo sobre un incidente que había ocurrido hacía apenas un par de horas.
-¡Zorra! – Le gritaba el tipo - ¡No te bastó con rechazarme! ¿Verdad? ¡Tenías que humillarme de esa manera! ¡Frente a todo el mundo!
-¡Yo no quiero estar contigo! – Le respondió ella en el mismo tono - ¡Y tú fuiste el que se acercó a mí como un demente! ¿Qué querías tú que hiciera?
-¡Zorra! ¡Me llenaste el uniforme de tierra!
Y era cierto, la camisa tenía una enorme mancha de tierra que cruzaba desde el cuello hasta la zona del vientre.
-¡Tu empezaste! – Le respondió ella - ¡Y no me arrepiento de haberlo hecho! ¡Lárgate!
Ella le estaba dando la espalda al bravucón cuando de pronto éste la tomó por el brazo y la atrajo hacia sí, ella se vio obligada a voltearse y vio como el sujeto tenía un puño alzado apuntando a su cara.
De pronto ella oyó una piedra que silbó al lado de su oído izquierdo y que fue a impactar a la frente del tipo que la sujetaba por el brazo, el tipo que estaba a punto de clavarle un puñetazo. Su cabeza se estremeció hacia atrás como si hubiese recibido un balazo, solo que el movimiento que hizo hacia atrás no fue tan violento como si lo hubiese atravesado un proyectil, el tipo se cayó de espaldas, sobre sus glúteos, y luego se empezó a agarrar la frente, por donde la piedra le había impactado.
La chica se volteó para ver de donde había salido la piedra y entonces vio a otro chico, uno que hace rato estaba almorzando sentado en el único banco en el camino hacia la biblioteca, pero que ahora se encontraba de pie ante el mismo banco y que sujetaba, con una mano, el palo de una tirachinas, la otra mano estaba levantada y la posición de los dedos la hacían parecer unas tenazas abiertas, no hacía falta ser un genio para saber quién y cómo habían tirado esa piedra.
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La Historia Rebelde
Teen FictionDos jóvenes fueron llevados a un internado para chicos problemáticos contra su propia voluntad, tanto Miranda Farlane como William Claymore son conscientes de un mundo que está más allá de los muros del internado Blindroad, y están dispuestos a esca...