—Lo siento muchacho, no ha dejado nada. —Le decía la pálida señora de delantal sucio.
—¿Nada?—Preguntó Louis empezando a asustarse.
—Ella solo dejó el apartamento hace meses, como te digo, no dejó teléfono, y no dijo a donde se mudaba…Si quieres puedo rentarte algo…
—No, está bien señora, gracias por su tiempo.
—Está bien, no tienes que agradecer. Hasta luego…
Entonces el chico dio la media vuelta sin saber bien a dónde dirigirse ¿Qué iba a hacer? Venía desde su ciudad, Doncaster, hasta Cheshire, lo que eran horas y horas de viaje en autobús, solo a buscar a su tía para quedarse este verano en su casa, ya que su abuela había fallecido y no tenía nada más que hacer en su casa, que por cierto habían vendido ya sin su consentimiento, pero que esperaba, no tenía absolutamente nada que ver, no era suya.
Había pasado su infancia en el pueblo de Holmes Chapel y ahora, a sus 19 años, regresaba en busca de algún refugio y trabajo antes de irse a Londres a comenzar una nueva vida.
Con escaso dinero a penas para comer y solo una mochila de ropa Louis emprendió una caminata sin destino, no recordaba ya ni siquiera las calles de por ahí y empezaba a anochecer, decidió tirar su mochila detrás de una casa donde encontró una llave para tomar agua y recostar su cabeza en ella, pasaría la noche en la calle, debajo de un árbol, sus días comenzaban a ponerse difíciles desde ahora.
*
—Gracias señora Smith.—dijo Louis tomando el poco dinero con ambas manos.
—No hay de que, me gustaría haberte podido dar mas pero no hay mucho que hacer por aquí…
—No se preocupe, con esto me ayuda mucho, que tenga buena tarde.
—Igualmente.
Louis había empezado a tocar puertas para conseguir algo de dinero a cambio de pequeños trabajos de labor en sus jardines o mantenimiento en sus carros, etc. Llevaba ya dos noches viviendo en la calle y por lo tanto, ‘‘bañándose’’ detrás de un árbol con el agua que robaba. No iba a descansar hasta encontrar un trabajo al menos por todo el verano y un techo en donde vivir. Al amanecer iba ahora a una mejor zona para tocar más puertas. Llegó a su árbol y destapó la lata que escondía detrás con el dinero con el que llegó y el que había recaudado estos días para depositar en él su paga de hoy, luego tomó de su mochila la bolsa con el pan que le habían regalado unas horas atrás y mordió uno con fuerza, después de eso esperó a que el sol saliera consiguiendo dormir algunas horas.
*
Caminó cuadras sin siquiera conseguir que le abrieran la puerta, tal vez era su aspecto, tal vez era muy temprano. Reconoció la calle en la que comenzaba a adentrarse y luego lo que parecía ser la casa más grande con tierras a sus alrededores y cerca del rio, estaba seguro que era cerca del rio. Sus ojos se abrieron aun más y su paso se aceleró, tenía que ser la casa donde solía jugar cuando era apenas un niño.
Sus pies cesaron justo en frente de la reja de madera que llegaba hasta su pecho, a una distancia considerable estaba la entrada de la casa y justo a lado una alberca, de su bolsillo sacó una moneda e hizo lo de siempre: tocar. Escuchó un ruido en el agua, postró sus ojos en ella y de ahí salió una mano grande con algunos anillos para tomar la orilla de la alberca y poder salir, lo observó como si fuera cámara lenta y tragó saliva: cabello mojado hacia atrás a penas formando unos rizos al final de la nuca, labios rojos abiertos en O para tomar oxígeno, piel pálida, tatuajes en el pecho, abdomen y brazos. Luego abrió los ojos mirando en su dirección: verdes como una esmeralda.
