Capítulo 7: Un gran de regalo de Navidad.

50 5 0
                                    

Esas mismas Navidades fueron un tanto extrañas y desagradables para mí. El 16 de Diciembre mi abuelo falleció. Al escuchar la noticia sentí un gran vacío que no sabía cómo iba a llenar. De pequeña era él el que solía llevarme a pasear en vacaciones y fines de semana. Venía a mi casa y me recogía, para que no pasase mucho tiempo en mi casa encerrada y viendo la televisión. Siempre me había apoyado en todo o en casi todo. Pero, no obstante, si me equivocaba estaba ahí para decirme lo que estaba haciendo mal, ayudarme a coregirlo y seguir adelante. Sabía que lo iba a echar mucho de menos en la situación por la que estaba pasando en aquel momento.

Entonces llegó la cena de Nochevieja. Es tradición que toda la familia nos reunamos en casa del tío Ben. Presentía que iba a ser una gran noche ya que tengo bastantes primos. Pensaba que no me iba a dar tiempo a aburrime.

—¡Anne, venga, date prisa! —Gritó mi madre desde el piso de abajo.— ¡Siempre tenemos que esperarte a ti!

—¡Ya voy! —Respondí.

Ese año Lauren ó no irse de fiesta en Nochevieja como solía hacer. Mis padres la convencieron para que se quedase, ya que íbamos a visitar a familia a la que veíamos muy pocas veces al año y había que aprovechar la noche para saludar y estar con la familia, o eso decían ellos.

Bajé las escaleras cuando terminé de derramar perfume por mi pelo, muñecas y cuello, tal y como siempre hacía. Mi padre estaba parado en la puerta esperándome. Al verme bajar, rodó los ojos y señaló el reloj de pulsera en su mano izquierda. Yo sonreí a modo de disculpa y crucé el umbral de la puerta. Esperé a que cerrase con llave y caminamos juntos hacia el coche.

Se nos hizo difícil aparcar cerca de la casa del tío Ben y la tía Violet, ¡las aceras estaban llenas de coches! Logramos aparcar unas calles más atrás. Caminamos hasta la casa de mis tíos y llamamos al timbre cuando llegamos. Abrió la puerta mi tía Violet tan bien vestida como siempre, la saludé y entré en el vestíbulo. A los cinco segundos ya tenía a muchos familiares alrededor esperando sus besos de saludo. Empezamos a saludar a todo tipo de familiares, incluso a algunos que no conocía o recordaba.

—¿No te acuerdas de mí? —Me preguntó cariñosamente una mujer de unos cuarenta o cincuenta años, horriblemente maquillada y vestida con un vestido verde lima que le hacía ver más gorda de lo que en realidad era. Esa mujer necesitaba mucha ayuda con respecto a su imagen. Recuerdo que tenía todas las pestañas y la parte de las mejillas cercana a los ojos —sí, en esa parte dónde te salen las ojeras— llenas de pegotes de máscara de pestañas negra.

—No, lo siento. —Sonreí tímidamente mientras me recolocaba la asa del bolso en el hombro.

—Es que era muy pequeña cuando la vimos por última vez. ¡Has cambiado tanto...! ¡Ya eres toda una mujer! —Exclamó otro hombre de unos cincuenta años, canoso y muy alto. Extremadamente delgado y vestido con traje y corbata, ¿adónde se creía que iba éste? ¿A una cena de trabajo?— Pero seguro que te acuerdas de Jake. —Se echó a un lado para dejarme a la vista a un chaval no muy alto, moreno de piel y de pelo. Sus ojos eran negros o marrones oscuros, no los pude distinguir muy bien. Éste no tienía nada que ver con sus respectivos padres. Vino enfundado en una chaqueta roja sandía y unos vaqueros grises. Llevaba unas Vans verde claro y su cabeza estaba adornada por una gorra que le quedaba increíblemente bien. ¡Debería ser delito tener a primos que estuviesen tan buenos!

—Encantada, soy Anne. —Alargué mi mano.

—Yo soy Jake. —La estrechó y me sonrió.— Presiento que esta noche va a ser muy aburrida, porque las cenas familiares no es que sea mis eventos favoritos que digamos... Además, hace mucho tiempo que no asistimos a una y no conozco a casi nadie.

El Susurro de AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora