Esa vez.

17 0 7
                                    

—¿Podés traer otro vaso?— Me pidió mi mejor amigo. Yo sin dudar y con mis sentidos un poco fuera de lugar intenté caminar lo más normal posible. Lento pero seguro, a paso tranquilo. Estar en el techo de una casa no era tan buena idea ahora que lo pensaba mejor. De una u otra forma logré llegar a las escaleras, que ahora se veían más empinadas de lo normal, y pude bajarlas como solía hacerlo cuando era pequeño, sentado y arrastrándome. Centré mi poco raciocinio restante en mantenerme alerta a este desafío que me puso la noche. Lo había logrado, estaba tocando tierra firme.

Entonces seguí con mi anterior misión, llenar el vaso que se había acabado y volver con mis amigos a una ronda divertida donde se estaban divirtiendo todos, desde los más jóvenes del grupo hasta los más veteranos; nosotros.

No fue hasta que tuve el vaso de alcohol preparado en mano y que me dispuse a subir nuevamente a la fiesta, que me percaté que algo estaba pasando. Algo malo. Nuevamente enfrenté el desafío de las escaleras, solamente que ahora subirlas había sido mucho más fácil. Grande fue mi sorpresa cuando lo primero que vi al estar ya arriba fueron dos borrachos, lamentablemente mis amigos, acorralando a una chica que pedía ayuda a toda costa. Estaba sumido en mis pensamientos, yo no me encontraba en un estado muy ajeno al suyo. Sin embargo, un grito llamándome me hizo volver a tierra en, al menos, 4 de mis sentidos.

—¡Nico!— Fue lo único que escuché. Mi cuerpo reaccionó solo. Cuando menos me había dado cuenta ya me encontraba corriendo hacia mis dos amigos con la sangre un tanto hirviendo, no me gustaba que hicieran con una chica, y menos aún, con una menor.

La adrenalina del momento me llevó a empujar a ambos, quienes cayeron al suelo. Luego de asegurarme de dejarlos en una posición donde pudieran descansar decentemente en el suelo, me apresuré en verificar cómo se encontraba esta joven. Y oh, por dios. Ya entiendo por qué mis compañeros se habían esmerado tanto en buscarla. La deseaban, buscaban esos labios carnosos de color rosa brillante. Tal vez no solo eso, no los culparía si hubiesen visto lo que yo sí. Dejando de lado su cara de miedo absoluto por la situación, tenía unos ojos de color café claro tan expresivos que tranquilamente YO podía sentir lo mismo que ella, me transmitían una sensación que nunca antes había experimentado. Y no eran sus ojos solamente, tanto sus pestañas como cejas los acompañaban de una forma perfecta, como si habláramos de las damas de honor en una boda. Tez ligeramente pálida y un cabello largo, arreglado y con un perfume exquisito.

Ugh, no podía creerlo. Fueron instantes en los que me perdí en su mirada y ya estaba fuera de mis cabales. ¿Qué había hecho esta chica? ¿Por qué me tenía en esta forma? Habían pasado muchos meses desde que sentí esto. Y a decir verdad, me asusté.

—¿Estás bien?—Fue lo único que acerté a decir en ese momento de tensión emocional.

—Sí, sí. Muchas gracias. Si no llegabas, esos dos me iban a hacer algo malo— Fueron palabras que salieron de su dulce boca con una armónica voz.

Fue la sonrisa que me mostró luego de esta corta conversación la que me llevó a otro lugar. La llevé nuevamente a donde estábamos todos y llamé a sus amigas para que la ayudaran y contuvieran en caso que tuviera alguna recaída. Mi vaso y yo nos dirigimos a donde estaban mis amigos.

Más me quedé pensando en aquella cara angelical...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 03, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Rosas muertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora