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Ahí me encontraba, contemplando a la mujer que se robaba mi atención cada mañana, pero ésta vez extendiendo mi brazo para alcanzarla y ponerla a salvo. Un tiroteo había comenzado fuera del restaurante del que ella era mesera y yo un simple cliente. Una bala atraviesa mi mano sin que mi carne marcara la diferencia en su trayectoria, ahora le he perdido, pero ella sigue aquí - ¿Estás bien? -¡Claro que lo estaba, recibí un tiro, pero a ella no le había pasado nada! - olvida el sangrado, hablemos de algo más - Se acercó apenas los disparos cesaron, presionando mi mano con una toalla y tratando de hacerme sentir mejor con un vaso de agua. Cuando los paramédicos llegaron, no estaban viendo a un hombre herido, tan solo a uno muy enamorado.

Un vaso con aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora