La luz fue como una aparición repentina de una estrella: brillante y fugaz, extinguida por el mar de oscuridad que podía reinar en los cielos, tragándose su existencia; el grito había sido algo parecido a la muerte de un astro, solo que más aterrador.
Wybie había agazapado el cuerpo en una de las esquinas de la habitación, mientras sentía como la piel de todo su ser se erizaba de forma casi automática, como si su instinto supiera de antemano el potencial peligro que iba recorriendo los pasillos, y a cada paso que se acercaba, fuera como escuchar un ejército de cadáveres deshacerse entre sus pies.
Contempló, desde la esquina segura entre las tinieblas, como los brazos desfigurados se arrastraban a través de la oscuridad y en uno de ellos, aferrado entre unos alargados dedos huesudos, una lamparilla titilaba suavemente alumbrando su sendero; el niño se atrevió a mirar con mayor atención ─aun cuando sentía como sus piernas temblaban y luchaba contra ese impulso de que traquetearan entre ellas─, y pudo percibir que aunque dicha luz rozara el cuerpo de la criatura, no llegaba a iluminarla del todo.
Pudo escuchar susurros tanto cercanos como lejanos, aunque estos últimos seguía pareciendo al de un mar de llantos desconsolados, pidiendo auxilio, pero eran las paredes de ese bizarro lugar las que impedían que se escucharan con mayor claridad. Pero el otro ruido, apenas imperceptible, Wybie sabía que provenía de esa habitación.
Y no se refería al sonido temible que la criatura emitía al desplazarse por la estancia, sino uno más humano, como dos cuerpos esperando el juicio. Parecía que el monstruo también lo escuchaba, porque la silueta de su cabeza no dejaba de girar de un lado a otro, tratando de ubicar el sitio de procedencia del sonido, pero como Wybie ya había dicho, era apenas perceptible, incluso podría confundirse con el soplar del viento empujando las ventanas.
La figura dio una última inspección a la habitación, levantando en alto la débil luz que contenía una de sus palmas, antes de seguir su camino, arrastrando las pisadas, dirigiéndose hacia la otra habitación donde cerró de un golpe la puerta tras de sí y el muchacho fue capaz de escuchar como echaba llave a la única aparente salida. Quizá no había encontrado a los "intrusos", pero si había alguien ahí, se estaba asegurando de no dejarlos escapar.
¿Por qué cerrar esa puerta tras de sí, pero dejar la otra totalmente accesible? Quizá había algo peor del otro lado, pensó Wybie, con el aliento entrecortado.
Aguardó unos largos segundos ─que le parecieron eternos─, antes de animarse a dar un paso fuera de su escondite. Uno, dos, tres. Se aseguró que ya no había peligro cercano, y esta vez sí que escuchó el susurro de dos voces cercanas, mascullando en la oscuridad.
─ ¿Coraline? ─Se aventuró a farfullar─. ¿Coraline, estás ahí?
─ ¡Wybie! ─Respondió una vocecilla conocida en la oscuridad.
Unos pasos se escucharon, aproximándose a él.
Sus ojos ya se habían adecuado a la oscuridad de la habitación, así que pudo distinguir su silueta a través de la negrura. ¡Si era ella! ¡Coraline estaba bien! Y Norman también, ambos se encontraban frente a él y Coraline lo había tomado entre sus brazos, propinándole un fugaz abrazo.
─Creí que volverían a separarnos ─admitió la peliazul─. No iba a poder soportar perdernos todos otra vez, ya es suficiente con tener a Dipper, Mabel y Neil lejos.
Por su acto de supervivencia, Wybie había olvidado completamente que faltaban tres del grupo. ¿Cómo podía haber sido tan egoísta?
─Tengo y no la esperanza de encontrarlos aquí ─Norman susurró─. Desearía encontrarlos, pero este sitio...
─Te da el sentimiento de siempre estar a la mira ─respondió Wybie, asintiendo con la cabeza─. Podríamos quedarnos aquí, preguntándonos qué son esas cosas, pero ni siquiera eso nos serviría a encontrar una forma de salir de aquí, así que... ¿Nos aventurarnos a irnos, esperando lo peor?
No la veía, pero sabía que Coraline había puesto los ojos en blanco o, mejor dicho, el único que no estaba cocido.
─Esa cosa cerró la otra puerta tras de sí ─Coraline se escuchaba nerviosa─. Y la otra salida... Tengo la impresión que no cerró porque sabía que del otro lado hay algo que podría atraparnos.
Hubo un momento de silencio entre los niños. Así que todos sabían que algo más allá de esa sala de estar estaba aguardando por su llegada, y si aquel desconocido era igual de oscuro que el actual, sus probabilidades de huir disminuían. No sabrían por cual sendero estarían corriendo para salir de allí, o incluso si en verdad deseaban salir al exterior.
¿No habían contemplado la oscuridad que se veía a través de las cortinas de las ventanas? Era absoluta, podían estar saliendo al campo de caza de aquellos monstruos, pero quedarse en la estancia aseguraba el hecho de que tarde o temprano los capturarían.
─Debemos tomar el riesgo ─Norman rompió el silencio─. Quedarnos aquí no es una opción, mucho menos si pretendemos volver a casa.
"Casa", ya la palabra se tornaba tan ajena y al mismo tiempo tan reconfortarle.
Una esperanza.
─Tienes razón ─respondieron Wybie y Coraline al unísono.
La peliazul tomó de la mano a Wybie y con la otra también la de Norman, y juntos agarrados de las palmas, comenzaron a caminar hacia la otra habitación. Wybie lideraba la marcha y por el momento lo único que lograba vislumbrar era una nada absoluta, acompañada de los espasmódicos sollozos que provenían del exterior.
Siguieron así por minutos que parecieron una eternidad.
De la sala de estar, pasaron por una habitación extraña repleta de cuadros colgados a las paredes, como si fueran fotografías de personas ─o cosas─. Sus ojos ya se habían adecuado a las penumbras, así que lo alcanzaban a contemplar eran rostros deformes, con ojos clavados hacia el espectador, que de alguna forma parecía que los estaban vigilando.
Si Wybie salía de ahí ─tanto de la casa como del mundo de Bemus─, estaba completamente seguro que aquella habitación sería lo peor que habría atravesado de aquel bizarro mundo.
Norman, por su parte, diría que lo peor de la casa había sido la cocina y Coraline estaría de acuerdo.
Recorrieron un largo pasillo, dejando atrás el cuarto repleto de retratos, para cambiarlo por un sitio donde en las paredes yacían espejos inertes muy por encima de sus cabezas, como si formaran un serpenteante camino hacia la única luz menguante que yacía al final, reflejándola. La cocina.
Tenía aspecto desaliñado e incluso era muy parecida a la cocina de la casa de Coraline. Los colores eran sucios, las maderas de los muebles tenían aspecto de estar podridos pero la poca estética de la estancia no era lo peor.
Las figuras gemelas que estaban ahí, frente a las mesas, cargando entre sus rechonchos brazos carne cuya sangre escurría por entre sus miembros, aterrizando al suelo, imitando un mar de sangre; tras de estas figuras, a unos metros de distancia, reposaba la puerta de salida, cuyas ventanas no tenían cortinas y podía admirarse bien la oscuridad al otro lado.
Y colgado por encima del marco de la puerta un trozo de madera, con tinta roja ─o sangre─, estaba escrita una advertencia en un idioma desconocido, parecido al del libro.
─ "Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza" ─leyó Coraline en un susurró y pudo sentir como su mano temblaba por debajo de la suya.
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Mystery Kids: Argus
Fiksi PenggemarÉl no ha muerto. Sigue respirando. En el fondo del bosque. Ahí en el centro. Escondido entre las entrañas. Observando. Historia original. CANCELADA.