Capítulo 2: "Nueva vida en la gran ciudad"

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Después de interminables horas de viaje, finalmente había llegado a San Fransokyo, era más impresionante verlo con sus propios ojos que a través de fotografías, era completamente distinto a lo que era Santa Cecilia, a lo que eran algunas ciudades grandes de México por las que tuvo que pasar antes de llegar, incluso muy diferente a lo que había visto de otras ciudades estadounidenses, el ambiente oriental estaba presente en cada esquina. Del estuche de su guitarra sacó un pequeño mapa que había imprimido, donde estaban las direcciones que tenía que seguir. Miró alrededor, no creía tener dinero suficiente como para poder pedir un taxi o algún transporte similar. No podía parar de mirar asombrado, "Al demonio las instrucciones", pensó mientras guardaba el mapa en el bolsillo de su pantalón, tomó sus pertenencias consigo y simplemente caminó por las calles, con curiosidad se adentraba a mercados, a tiendas electrónicas, a callejones que le llamaban la atención, siempre intentando recordar de donde venía, a pesar de estar explorando, no quería perderse en su primer día. Se adentró a un mercado que le llamó la atención, era realmente colorido, emocionado veía los pequeños puestos de los vendedores ambulantes que al verlo le ofrecían sus productos, no tardó en divisar un grupo de personas, las cuales estaban atentas, observando algo, la curiosidad se apoderó de él, acercándose al grupo, para ver que era lo que tanto llamaba su atención.

-Si tienen que parpadear, háganlo ahora. -se escuchó una voz joven, con un ligero acento japonés que se hacía notar en algunas palabras mal pronunciadas, Miguel no supo reconocer de donde exactamente, para él, todos eran chinos iguales. -Quedan advertidos, si divagan, si desvían la mirada, si olvidan un mínimo fragmento de lo que les diga, aunque sea un instante, nuestro héroe con certeza perecerá.

Miguel daba saltitos para poder ver bien. El mar de gente no le permitía ver nada de lo que estaba pasando, solo escuchaba murmullos de la multitud, los cuales fueron callados de repente al momento que sonó un instrumento del cual Miguel nunca había escuchado, la gente estaba asombrada, los niños que estaban viendo al chico tocar gritaban de la emoción, algunos otros aplaudían, Miguel aún no lograba ver nada más allá de un par de papeles que se movían frenéticamente por un pequeño espacio. Sin poder evitarlo comenzó a hacerse espacio entre las personas, empujándolas un poco susurrando "perdón", hasta que llegó a estar más cerca, no podía ver bien, todavía había algo de gente frente a él, sin embargo, lograba ver un poco en pequeños espacios que había, fue entonces cuando vio a aquella persona que tocaba el instrumento desconocido, nunca había visto una guitarra, o eso era lo que creía que era, igual, tenía tan sólo tres cuerdas y al parecer, de una manera u otra, hacía que los papeles, más bien, origamis, se movieran, en el centro había una figura de un hombrecillo, luchando constantemente contra cualquier monstruo, igualmente de origami, Miguel estaba atento a la historia que contaba el chico, quien tenía aspecto extraño, por decir poco, vestía con ropas japonesas antiguas, con cabello largo atado en una coleta y un mechón cubriendo uno de sus ojos, el tiempo pasó rápidamente, el atardecer se abría paso, cada vez había menos personas alrededor del chico, fue entonces cuando, estando a punto de enfrentar al llamado Rey Luna, se detuvo el espectáculo, los origamis se deshicieron, los papeles cayeron al suelo, quienes seguían alrededor se desilusionaron.

-Lo siento, vuelvan mañana para seguir la historia. -se disculpó el chico, recogiendo los papeles desdoblados, sin marca alguna de las figuras de origami que antes eran, a su vez, recogiendo dinero que algunas personas le habían dejado.

-Eso dice siempre. -Se escuchó la queja de una mujer, cada vez, el lugar quedaba más vacío.

-¿Cuándo podremos ver un final?

El desconocido se alejó apresuradamente, fue entonces cuando Miguel notó lo tarde que era, y que había estado todo el día escuchando la historia de Hanzo, el samurái de origami, de un bolsillo del estuche de su guitarra sacó el mapa que anteriormente había guardado, notando que se había alejado mucho de la ruta al Instituto al que debía ir, soltó un suspiro pesado, intentando recordar de donde venía. Dejándose guiar por su intuición, volvió por donde vino, la noche no tardó en llegar, más no la oscuridad, probablemente San Fransokio es una de las ciudades más iluminadas del mundo. Los carteles color neón llamaban la atención del mexicano, quien se sentía abrumado con tantos colores brillantes, a medida que pasaba el tiempo, parecía que había más gente en las calles, la mayoría jóvenes de su edad, aproximadamente, finalmente decidió seguir las instrucciones del papel que daba la dirección de la universidad, el cual, tomaba como referencia una calle de la cual Miguel no sabía su nombre, estaba demasiado distraído como para prestar atención a los carteles que indicaban en que calle estaban. Estaba atento a los autos que pasaban, buscando un taxi para ir a aquella dirección, la mayoría estaban ocupados, pero fue cuestión de tiempo para encontrar uno vacío.

Aquel Músico [Kubel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora