Me he levantado una vez más de mi cama, sin ninguna emoción aparente sobre la vida, siempre tomo mi café para olvidarme solo por unos cuantos segundos de los problemas que inundan mi cabeza, conflictos políticos, guerras en países 3er mundistas, nunca haber amado realmente.
Era un día como cualquier otro, un aburrido trabajo con un jefe que no le importa más nadie que no sea él mismo, un aburrido escritorio postrado ahí la mayor parte de mi vida con una computadora que no sé si tiene vida propia, pero con compañeros que valen la pena.
Son las 12 del mediodía y por fin mi agonía acaba en un lugar donde puedo ignorar todo aquello que me agobia y me frustra, un lugar donde puedo sentirme bien conmigo mismo y mi entorno. Fue ahí en ese mismo lugar donde pude ver a una interesante chica que trasmitía un encanto innato con solo una mirada.
Y ahí estaba yo, leyendo mi periódico cuando se escucha la campanilla de la puerta retumbar con tan fuerte estruendo que hizo que mi mirada se fijara en tan bella figura, en un cabello largo y rubio como el sol en una tarde de verano, quedé petrificado por tanta belleza, me preguntaba si era real lo que sucedía en ese momento, me cuestionaba de que no fuera un sueño, podía sentir como el tiempo se detenía, no se podía escuchar ningún ruido ni el de una mosca al pasar. Recuerdo estarme preguntando a mí mismo: "¿Cómo haría para hablarle a tal mujer?", me decía: "Ella nunca se detendría para hablar con un chico como yo, no soy fornido y a mi parecer no soy alguien interesante". Pero solo eran pensamientos que quedaban plasmados en mi cabeza y a la misma vez en el olvido. Siempre me pregunté si ella pudo notar que un extraño como yo la observaba pero esas son pequeñas preguntas que no obtendrán respuesta alguna.
Terminado su almuerzo y dejándole propina a la mesera se marchó, se fue por donde había venido y no volvió, me dejó con una taza de café y el alma llena de pena. Nunca sabré si aquella chica pudo notar mi presencia y ya era muy tarde para preguntárselo.