Aquel sueño.

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Ahora recuerdo la razón
El por qué hui de casa.
Lo hice porque eso ya no era un hogar. No se me permitía soñar.

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K. Namjoon:

Sabes que no hay mayor satisfacción, cuando en tus ojos se refleja el paisaje que crea los árboles.

Respiras y sientes en tu interior los suspiros de otras miles de personas, juntos con ellos sus sueños frustrados, los miedos desaciertos y las esperanzas desencadenantes de sonrisas.

Si extendieras los brazos y exhalaras el aroma del eucalipto que sin previo aviso ha invadido sobre tus fosas, entonces tendrías la realización que yo tuve con los primeros rayos del sol.
Desde la niña que irradia inocencia y juega entre las faldas de su madre, hasta el anciano que bebe un café encima de la ladera, el mundo esta respirando al mismo tiempo, el mismo aire.
Inhalando los dolores cansinos, exhalando la felicidad deseada.

Recorro con algo más que los ojos el camino empinado, alejándome de la epifanía de un sueño que creí olvidado.
Las miradas desafiantes y los puños que se cerraron alguna vez me lo indican: los deseos hechos a punta de corazón fueron asesinados mucho antes de siquiera haberlos pensado.

Mis ilusiones se destrozan también sobres las palmas de mis manos, pues eran estas las que anhelaban sostener otras aunque los perjuicios y el orgullo existieran, tan presentes como las curvas de sus labios.

Quizás algún día halle las palabras para explicar la utopía que descansa ahora en las noches heladas en Ilsan. En el desconocimiento del mundo de un niño que dormía con la imagen de miles de personas sosteniendo sus manos, proclamando la amistad y el amor sin límites del tiempo y del lenguaje.
Porque el más que nadie lo sabía. Y sentía la satisfacción rozar sobre sus sienes cuando en voz alta juraba el hecho que ahora carcome su inconsciencia.
"Estamos respirando juntos, viviendo sobre un mismo aire tan lleno de nosotros".

Tal vez es por eso que hemos adoptado por olvidarnos, pues sus ideas y sus inhibiciones calan profundo en los rincones más arraigados de nuestras almas.

Por ello miramos hacia el otro lado, en vez de los rostros que ya conocemos, cansados de estar conscientes de sus vergüenzas y sus placeres, y que ellos sepan de todas nuestras derrotas y aciertos.

Hemos aprendido a olvidar que somos uno. Hemos aprendido a separarnos y despreciarnos, evitando ver en los ojos ajenos el dolor que también nos duele y el amor que también amamos.

Pero el niño que aún crece en la flor perdida de la infancia seguirá creyendo con la ingenuidad que lo definía, aunque no haya nada de él ahora, esperando el día deseado en que aterrizemos, nos tomemos las manos y las levantemos.
Tal como el aire levanta el polvo de la tierra.

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