Chispa había presenciado El Abandono de primera pata. Su humana lo había llamado un día al volver a la casa, estaba llorando. Chispa intentó consolarla, ronroneando y rozándose contra sus pies, pero esto sólo hizo que llorara más. Lentamente, ella le quitó su collar y lo abrazó. Él le ronroneó de vuelta, algo confundido. Siguió llorando desconsolada por un buen tiempo hasta por fin soltarlo. Fue a su cuarto para buscar una maleta y, sin mirar atrás, salió por la puerta. Chispa intentó seguirla mientras su auto alejaba a través de la carretera, pero ya era muy tarde. Ema ya no era más que un punto en la distancia.
Nunca supo hacia donde se había ido, pero no volvió, y Chispa ya estaba perdiendo la esperanza.
Chispa era un gato casero, por lo que no sabía cazar. Había estado sobreviviendo comiendo las sobras que le había dejado Ema, pero éstas se estaban acabando. Necesitaba encontrar más si quería sobrevivir.
Salió a ver si podía encontrar algo comestible. Era la primera vez que salía desde El Abandono, porque las calles se habían vuelto muy peligrosas. Además, tenía comida dentro de la casa. No había necesitado arriesgarse.
Cuando salió de su casa, Chispa percibió un fuerte olor a sangre. La calle también estaba cubierta de ella. Siguió el rastro de olor, y le llevó hacia un viejo basurero.
Alerta por cualquier señal de peligro, asomó la cabeza. Lo que vio lo dejó atónito. Había un gato ahí dentro. Estaba inconsciente. Su pelaje negro estaba lleno de cicatrices y rasguños, y parecía haber perdido mucha sangre.
Intentando no abrirle más las heridas, Chispa sacó al gato de ahí. Estaba en un muy mal estado. Tenía rasguños y cicatrices por todo el cuerpo, y apenas respiraba. Necesitaba ayuda inmediata.
Por suerte, Ema había sido veterinaria y Chispa había observado las diferentes maneras en que sanaba a sus pacientes toda su vida. Si cualquier gato podía ayudar a esta pobre criatura, era él.
Cuidadosamente, levantó al gato herido y lo empezó a llevar a su casa. El olor a sangre le tapaba el olfato y no le permitía detectar peligro, pero no podía dejar morir a un gato inocente. "Bueno, supongo que debo arriesgarme."
***
Chispa estaba sentado en el techo de su casa mirando las estrellas. Le había dado al gato el tratamiento que había visto a Ema usar cuando le traían animales heridos, y lo había dejado durmiendo en su cama. Ahora sólo quedaba esperar.
Aunque lo había conocido hace apenas unas horas, no quería que este misterioso gato muriera. No sabía por qué, pero se preocupaba por él. No quería perderlo tan pronto, cuando recién se había enterado de que existía. Pero no podía hacer nada excepto quedarse sentado en el tejado.
Observó las estrellas en silencio, preguntándose si los humanos estaban ahí arriba, o si había sufrido alguna muerte horrorosa. Podía escuchar los fuertes maullidos de otros gatos alrededor. Entre la multitud pensó escuchar a sus antiguos amigos, los que no había vuelto a ver por miedo de ser atacado. Ni siquiera había estado seguros de que estaban vivos hasta ahora. Les maulló de vuelta para asegurarles que estaba bien.
¿Qué iban a hacer sin que nade los cuidara? Los gatos caseros no sabían vivir por si solos. ¿Solo habían sobrevivido hasta entonces para morir de hambre o ser comidos por perros, al igual que el pobre gato herido, que ahora estaba hundido en un sueño inquieto? Quería tener esperanza. Quería pensar que sus vidas tenían un propósito, pero parecía imposible en ese entonces. Miles de gatos ya habían muerto. No fueron los primeros, ni serían los últimos.
Inundado por sus propias preocupaciones y por las voces de sus amigos, no se dio cuenta de cómo un par de ojos ámbar se abrían y miraban alrededor. Pronto Azor conocería al gato que le salvó la vida.
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Ciudad de los Gatos (En Edición)
MaceraLos humanos han abandonado la tierra y han dejado atrás todo lo que conocían. Ahora sus antiguas mascotas, los gatos, tendrán que adaptarse para sobrevivir en un mundo hóstil, lleno de peligro en cada rincón.