La última palabra

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Miro el reloj, atascada en el tránsito, con la esperanza de que las agujas dejen de girar tan deprisa.

Mi corazón late frenético, desbocado, a sabiendas de que si no llego a tiempo, deberá callar sus sentimientos para siempre.

Recuerdo los momentos compartidos, las sonrisas cómplices, los besos robados. Recuerdo cada detalle una y otra vez.

¿Cómo es que llegué a esta situación? ¿Cómo fui tan estúpida?

Vuelvo a revisar el horario. A estas alturas ya debe haber empezado la ceremonia.

Sin pensarlo demasiado le pago al taxista, me quito mis incómodos zapatos y bajo del vehículo a toda prisa.

El calor del asfalto quema mis pies pero no me importa, avanzo entre la larga fila de autos, corriendo con todas mis fuerzas.

Llego, agitada, y abro la puerta en el momento en que el juez le está haciendo la pregunta de rigor.

—¡Mark! —grito a todo pulmón, atrayendo todas las miradas.

—¿Abby? —Su pregunta es casi inaudible, sale como un suspiro de aquellos labios que un día fueron míos.

—Tenemos que hablar, por favor —suplico.

Su novia me mira con odio y no puedo culparla, pero si existe una pequeña posibilidad para nosotros, por milimétrica que sea, no la dejaré pasar. No esta vez.

Él le dice algo al oído y se dirige hacia mí con paso firme y decidido. Al llegar a mi lado me agarra del brazo y me empuja suavemente fuera del recinto.

—¿Se puede saber qué estás haciendo acá? —pregunta sorprendido pero con su calidez habitual, esa que acaricia cada fibra de mi ser.

—Lo que debería haber hecho hace mucho tiempo. —Sollozo—. Te amo, Mark, como nunca en mi vida creí que podría amar a alguien. ¡Por favor! ¡No te cases con ella! —Suelto, las palabras atropellándose unas con otras, y con los nervios a flor de piel.

—¿Me estás hablando en serio? —Asiento—. Vos me empujaste a sus brazos, me dijiste que lo nuestro no tenía futuro, que lo mejor que podía hacer era empezar una vida con ella. ¿Y ahora me decís esto?

—Lo sé, soy una idiota. —Las lágrimas corren sin cesar, dejando su huella en mi ya maltrecho maquillaje—. Me asusté, fui una cobarde.

—Vos sabés lo que sufrí desde que me dejaste, lo que me costó empezar de nuevo, volver a creer en el amor... encontrar alguien que me quiera.

—¿Y vos? ¿La querés? ¿La amás como me amabas a mí? Si es así te dejaré en paz, pero necesito que me lo digas. —Hago una pausa—. Decime que ya me olvidaste.

—No puedo. —Agacha la cabeza—. ¡No puedo con esto! ¡No ahora!

Se da media vuelta y se va, dejándome sola.

Debería estar devastada, sin embargo, algo parecido a una sonrisa aparece en mi rostro.

No volvió a entrar junto a la chica que lo esperaba vestida de blanco, fue hacia la calle y subió a un taxi.

Aún no está dicha la última palabra, aún puede el destino fallar a mi favor.

Aún no está dicha la última palabra, aún puede el destino fallar a mi favor

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La última palabraWhere stories live. Discover now