Ahora ya nada importaba, Miguel era feliz. Sabía de antemano que no importaba cuanto le doliera, era lo mejor.
Esta distancia establecida sin piedad entre ambos era preferible a que su primo se enterara de sus nocturnas actividades.
Ella se molestaba ante su propio trato, pues no podía concebir la relación que habían entablado Hiro y Miguel.
¿Por qué tuvo Catrina que enamorarse?
La vida y la muerte, el día y la noche, el amor y el odio. Jamás podrían ser más que opuestos unidos por un infortunado acuerdo que cada día parecía desvanecerse un poco más.
El músico caminaba rumbo a su encuentro, silbaba una tranquila melodía. Sus ojos ambarinos se veían vacíos, tan vacíos como cuando tenía quince años. La universidad no era algo malo, después de todo tenía permiso de faltar puesto que "lo habían atropellado" y necesitaba recuperarse.
- Llegaste antes -dijo la mujer apoyada sobre una barda baja.
- No intentaría abandonarte, mi Catrina- contestó ella.
- ¿Tuya?- rió con burla y luego prosiguió melancólica - no soy de una sola persona Marco, pero al mismo tiempo soy de todos. ¿Debo suponer que entiendes?
- Suponer no, puedes estar cierta de que así es- dijo seguro.
La muerte calló, sus ojos se clavaron fijos y curiosos en la silueta del jóven que le hacía fiel compañía desde hace un tiempo. De no ser porque sus mejillas se encontraban heladas desde hace mucho, probablemente hubiera existido un leve rubor en ellas.
Por otro lado, Marco la miraba con detenimiento por primera vez desde que cerró el trato de ser su perro mensajero. Se veía tan sola, elegante, imponente, recatada y un sin fin de adjetivos más podrían describir al ente que tenía frente suyo. Pero eso no fue lo que llamó su atención, esos ojos vivos en un cuerpo frío, los carnosos labios carmesí saltando en la blanca piel, y ese vestido negro que dejaba descubiertos los hombros hacían que lujuriosas pasiones despertaran luego de haber impuesto un sello a las mujeres.
- Sabes Marco, eres alguien bien parecido- le miró de reojo y volvió sus ojos al cielo- deberías de encontrar una chica a la que quieras. Después de todo, él ya es feliz con Hamada.
El moreno la miró con ternura, por lástima más que por sentir simpatía hacia ella. Era la mujer un pobre espíritu sin consuelo condenado a la soledad, al sufrimiento y al odio. Muy pocas veces era deseada, de hecho podría decirse que más bien los humanos buscan evitarla.
Una gran tortura para el corazón de aquella dama que simplemente amaba como cualquier otra, sin embargo sus romances terminaban cuando se presentaba ante ellos.
- Digamos que me han pagado mal y he decidido pasar de ellas. Las mujeres son hermosas, me quedo corto, son divinas- relajó los músculos de la espalda y caminó hacia Ella- sin embargo no por ello es menos inolvidable mi primito.
- No hables de Miguel, por favor.- exclamó suplicante la parca.
- Está bien- pausó su habla un milisegundo y prosiguió- de hecho creo que mi sentir hacia las mujeres se describe a la perfección con una canción de mi agrado ¿Quieres oírla Catrinita?
La fémina no volteó hacia él cuando propuso la pieza, pero antes de que el contrario pudiera excusarse por el atrevimiento asintió con delicadeza, retiró el gran sombrero de encaje que cubría su largo y ondulado cabello negro, acomodó su postura manteniendo la pulcra elegancia y entonces volvió sus verdes gemas apagadas hacia el flamante adonis que ya comenzaba a vocalizar.
- ¿Lista?- dijo confiado después de acabar. Ella por su parte curvó los labios en aprobación y entonces empezó.
Hablando de mujeres y traiciones, se fueron consumiendo las botellas.
Pidieron que cantara mis canciones, y yo canté unas dos en contra de ellas.
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Serenatas para el chino
ФанфикMiguel Rivera el ensoñado músico que se ha robado el corazón de muchas personas por su melodiosa voz, decide participar en un concurso que puede cambiar su vida para siempre, si es que gana. 🌸🎵🌸🎵🌸🎵🌸🎵🌸🎵🌸🎵🌸 Hiro Hamada el genio de cabeza...