XIX

1K 112 12
                                    

—¿Nueva España? ¿D-donde estas? —preguntó un tanto preocupado.

Ahora que lo reflexionaba por un momento, no la había visto desde hacía ya un rato.

Le aterró la idea de que se haya marchado y sintió un vuelco en el estómago de solo imaginarlo, sin embargo, de inmediato abandono tal pensamiento. Sabía que ella no se atrevería a hacer algo semejantemente cruel.

Comenzó a caminar por los pasillos de la casa y abrir cada una de las puertas con tranquilidad, intentando imaginar que tal vez hace un momento jugaban escondidas y lo olvido por alguna razón.

De pronto se detuvo.

La escuchó toser. Tosía gravemente y después se detenía. Vomitaba. Estaba en el baño.

Sin pensarlo dos veces dió media vuelta y se dirigió directo hacia allá.

No obstante, antes de llegar percibió algo extraño. Lentamente dirigió su atención a su mano derecha. Sujetaba una vara de madera. Contaba con poco más de 3 centímetros de grosor, pero era algo pesada y ligeramente larga.

¿De dónde la saco? Del sótano, seguramente. ¿Cómo había llegado eso ahí?

No quisó pensarlo mucho. La chica seguía en el baño por alguna razón y no podía perder tiempo, así que se decidió a dejar la vara sobre una mesa y llegó de una vez por todas a encontrarse con su pequeña.

Sentada en el suelo con el rostro dirigido al interior del retrete. Escupía todo lo que no había comido. Únicamente dolorosa bilis que no paraba de ser desechada por su boca.

—Hermana... —murmuró desconcertado y triste.

Ella de inmediato se giró a verle y sus ojos se inundaron de terror.

—¡A-ALEJATE! —chilló horrorizada— ¡Me quedare! ¿Bien? ¡Ya no intentare huir! ¡Te llamare hermano! ¡Hare lo que me digas! —sollozó— Pero por favor no hagas eso de nuevo... Por favor, te lo ruego... —imploró inclinándose ante él, sin explicación aparente.

Enseguida, casi interrumpiéndose a sí misma, volvió a sujetarse el estómago y expulsó otra carga de ácidos gástricos en el retrete.

El hombre se acerco ya la envolvió en sus brazos sin pensarlo dos veces intentando consolarla mientras acariciaba su espalda.

—N-no entiendo que es lo que pasa, Nueva España. Yo... ¿paso algo malo? Quiero ayudarte, pero...

—¡¿Ayudarme?! —reclamó ella con un desconcierto enorme— ¡¿C-como tú vas a ayudarme?!

Se sujetó la garganta adolorida e intento retener su llanto. Le dolía tanto.

El español enfocó sus ojos en ella y quedo pávido con lo que encontró al prestarle atención. Su piel abarrotada de enormes moretones que comenzaban a tomar color.

Como adoraba esa piel morena. ¿Qué clase de monstruo se atrevería a mancharla con sangre y lastimarla así?

—Nueva España... —susurró apunto del llanto acariciando con delicadeza una de aquellas enrojecidas heridas que se comenzaba a tornar violeta.

—Tú lo hiciste... hermano. —le contestó ella dificultosamente, quizás entendiendo lo que sucedía.

—¿Qué? —cuestionó el apartándose de inmediato— Linda, esa es una broma un poco...

—DIJE QUE TU LO HICISTE, IMBECIL. —repitió la americana con un nudo en la garganta y el rostro teñido por la furia.

No lo miraba a los ojos, no se atrevía, pero sabía que a pesar de que él no alcanzara a ver la expresión de estos, era suficiente con escuchar el odio con el que venían cargadas sus palabras.

—P-pero... ¿qué estás diciendo?

—¡¿Qué ya no recuerdas como me golpeaste con ese maldito pedazo de madera?! —le gritó— ¡¿El golpe que me diste en el abdomen, quizás?! ¡Lo hiciste tan fuerte y me dolió tanto que me provoco arcadas y tuve que vomitar!

Antonio se mantuvo inmóvil y aterrorizado con tal confesión.

—¿Qué atrocidad tendrías que hacer tú para que yo reaccionara de una manera semejante? —cuestionó llevándose una mano a la frente.

—¿Yo? ¿M-me culpas a mi?

—Es que, hermanita, yo no entendería porque razón yo...

—Vivir, esa es la maldita razón. —respondió ella con la mirada agachada— Solo... vivir. —repitió con un nudo en la garganta.

—¿A qué te refieres?

—Salir por esa maldita puerta y volver a la vida. —declaró señalando la salida con desinterés— Salir del infierno, alejarme del diablo. Y... vivir... Simplemente.

—Yo por ninguna razón llegaría a dañarte. —insistió él con firmeza.

La mexicana cerró los ojos con fuerza e intento inhalar y exhalar para calmarse, ya que sabía que si se descontrolaba, él se enfurecería y ella pagaría las consecuencias de ello.

Sin embargo, le fue imposible. Su ceño se frunció y apretó los dientes intentando morderse la lengua. No lo logró.

—¡JALASTE MI CABELLO Y ME LANZASTE CONTRA EL SUELO! —le gritó ardiendo en ira atreviéndose a empujarle— ¡Comenzaste a golpearme y a insultarme una y otra vez sin detenerte! ¡Me rompiste un tobillo, España! ¡No puedo caminar! ¡¿En verdad no lo recuerdas?! —preguntó ahogada en desesperación, él se limitó a proferir silencio con una mirada vacía del más mínimo reconocimiento a sus palabras.

¡MIERDA!

Hubo un momento de silencio antes de que el español volviera a intervenir.

No entendía las acusaciones de la chica por más que luchaba por hacerlo. No entendía.

No, no recordaba.

—Jaja... Uhm... —rio de manera nerviosa intentando sonreír sin resultado- Yo... Yo jamás haría algo como eso... -añadió con el más profundo desconcierto y miedo en la voz- Tu... lo sabes ¿verdad? Estas consciente de que yo jamás te haría daño. Te amo demasiado. Eres mi hermanita, eso es... completamente imposible. ¿Por qué me acusas de ello?

Ella se limito a no responder. Cerró los ojos y suspiro rendida.

No puedo... No puedo...



"Todo será como antes" [SpaMex] 𝙃𝙚𝙩𝙖𝙡𝙞𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora