Invierno, Sevilla, a las afueras de la ciudad, 3:00 de la noche, interior de la casa
Vemos a Álvaro Núñez deprimido, ojeroso, con arrugas de cansancio, rasgos que son poco comunes en un chaval de veinticuatro años del sur con toda una vida por delante, sentado en el marco de la ventana de su habitación. Álvaro, tiene la frente pegada al húmedo y frío cristal, la lluvia cae a raudales, pero nada le importa, ni las gotas, ni la fuerza con la que chocan con el cristal y se disipan, ni el sonido del agua rebotando en el suelo a cada dibujo que crea en el aire.
— ¿Ahora qué hago? ¿Qué puedo hacer? — se siente inútil, inservible, un punto en medio de la nada, tiene la mirada perdida y sus ojos marrones tienen un color más apagado de lo habitual.
Tiene que tomar una decisión, pero no una propia de alguien que es capaz de contar los años que tiene con los dedos de la mano, en esta ocasión se trata de una decisión difícil, una decisión que escojas lo que escojas ya no hay vuelta a atrás.
Todo comenzó apenas unas semanas atrás, cuando el simple sonido de un Whatsapp siendo recibido por su teléfono móvil hizo que Claudia, la chica de pelo y negro y ojos marrones que iba en el asiento del copiloto y compañera sentimental del chico, ha salido disparada a través del cristal, llagando su piel, sus manos y hasta su alma con cada pedazo desprendido del parabrisas, debido a una colisión inesperada con un Seat que tenía todo el derecho a cruzar, pues el semáforo se encontraba en rojo. Álvaro salió corriendo a recoger a su novia, que se encontraba en el suelo inconsciente con intenciones de decirle adiós para siempre y abrazar a la muerte, que estaba llamando a su puerta con gran intensidad.
Tras un previo paso por la ambulancia y llegar al Hospital Virgen del Rocío, concretamente la zona de urgencias de extrema necesidad, Álvaro se encuentra sentado esperando a que se encienda una luz que es probable que no vuelva a encenderse. Finalmente, después de haber entrado en un proceso de desesperación, un médico ha salido y le ha arrancado el corazón del pecho con unas pocas palabras:
"Claudia está en coma, es fuerte, aún respira a duras penas, pero no hay garantías de que vuelva a despertar"
Ahí fue donde todo comenzó, días, semanas, meses, ése es el tiempo que se llevó Álvaro yendo y viniendo de visita al hospital, hasta que llegó un punto en el que el chico apenas pisaba su casa, porque para él su casa era cualquier habitación en la que se encontrara Claudia.
Hoy han enviado a Álvaro a su casa, han pasado doce meses, casi un año, Claudia no ha vuelto a abrir los ojos desde el accidente, los médicos la han desconectado de la máquina que unía los latidos débiles de ella con la vida, con un lugar junto a Álvaro, que ya se estaban deteriorando y oxidando por el paso del tiempo y su vida se ha evaporado en un breve suspiro.
Nada más llegar a su casa, Álvaro ha dejado la pesada mochila que llevaba todos los días a su novia en la que se encontraban los recuerdos de toda una vida en el aparador, colgando de algún lugar sin importancia. En un intento de volver a la normalidad, el chico ha recorrido cada una de las flores del jardín de Claudia con la mano intentando volver a sentir algo, aunque fuera el sonido de la nada recorriendo su cuerpo.
Casi sin respiración, tembloroso y con pasos poco firmes, ha conseguido subir la escalera, llegar a su habitación y desplomarse en medio de la cama, haciendo compañía con esta acción a los huecos vacíos de unas marcas que hacía tiempo que habían dejado de ser Él y Claudia, ya solo eran borrones desdibujados.
En ese momento en el que todo pasa de blanco a negro, en el que te replanteas la posibilidad de volver a sentir como tu garganta vuelve a pronunciar una palabra, Álvaro se ha sentado en la ventana, observando como la gente pasaba, como la vida iba girando y dando vueltas a su alrededor. Han pasado los días y Álvaro sigue sintiéndose incompleto, roto, no ha conseguido encontrar un pegamento para pegar los trozos rotos de su alma que se quedaron en la carretera el día que colisionó con otro coche en una décima de segundo.
Justo hoy, Álvaro vuelve a estar en el mismo lugar, esa ventana añeja que tiene abruptas y oscuras oquedades en la madera, pero no es el mismo día, han pasado las semanas, los cumpleaños, otros inviernos, pero el chico no ha vuelto a ser el mismo sin Claudia.
Finalmente, tras pasar por terapia, ir a charlas de grupo y abrir su alma desde dentro a personas desconocidas, Álvaro a llegado a una conclusión, que parece simple, pero que para él es como si hubieran pasado varias vidas, el tiempo no se ha detenido, pero su corazón sí que ha ido latido más lento, tiene que decidir entre no superar nunca que Claudia ya no está, que es probable que ni siquiera queden restos de su alma en ninguna de las esquinas de su desordenada y maltrecha habitación, o seguir teniendo una vaga esperanza, basándose en la creencia de que algo que es físicamente imposible permita a Claudia quedarse a su lado, aunque no ante sus ojos, de forma etérea, es decir, vivir de la ilusión de que algún día una brisa de aire inesperada se asemeje a una caricia de las que su novia le daba.
Álvaro no ha tomado ninguna de las dos decisiones, ni quería dejarse influenciar por la gente ni quería refugiarse en creencias religiosas complicadas, su respuesta a la perdida ha sido otra, ha decidido ser una ventana, pero no una ventana cualquiera, sino esa que Claudia le dijo una vez que le gustaban, una de esas ventanas de madera, con cristales amplios para dejar pasar la luz y con colores vivos y llamativos.
La magia no existe, por lo que realmente Álvaro no puede ser una ventana, pero ha decidido quedarse en esa ventana, no porque crea que pegándose a la madera de una de ellas, algún día va a transformarse en una de verdad, como la que su novia le describió, sino porque Álvaro en un momento de cordura ha recordado lo que Claudia le dijo en una ocasión:
"Si algún día por lo que sea me pierdo, espero saber encontrar el camino de vuelta, no me gustaría quedarme sola y que tú estuvieras preocupado"
La decisión de Álvaro ha sido esperar en la ventana hasta que Claudia regrese, va a esperar todos y cada uno del resto de los días que le quedan de su vida para volver a verla, y si esto nunca sucede, el tiempo habrá pasado y estará más cerca de volver a verla en la otra vida
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Como Convertirse En Una Ventana
RomanceMe prometiste que un día volverías y nunca lo hiciste, pero yo aún sigo esperando en la ventana de nuestra habitación, mirando cada día desde el marco para ver si por casualidad has regresado. Te quiere, Álvaro