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Ha pasado una semana, y Ámbar está comenzando a odiar las grietas/constelaciones en el techo. Está tendida en el sofá, esperando que Laura llegue a casa. Ahora es ella quien hace los sándwiches (como algún tipo de inversión metafórica de roles). Deja la mitad para la otra chica en la mesa con una carita en la servilleta cada noche, la mayoría de las veces por la mañana ya no está. Los días malos son aquellos en que Ámbar se despierta para encontrar el sándwich sin tocar.

No está segura de si hoy es un buen día o un mal día. Espera que sea un buen día, siempre lo hace. Los días buenos significan pasar un caño de un lado a otro con Laura a altas horas de la noche hasta que una se quede dormida y la otra pise la cola.

Pero cuando dos figuras se tropiezan por la entrada de la ventana, poco menos que tragándose las caras, ya no está segura de que aún existan días buenos. Sus dedos están enredados en el pelo de Laura y sus manos se mueven a lugares que no deberían. Ámbar se siente tan mal que prácticamente tiene que salir corriendo de la habitación para evitar vomitar ante semejante escena.

Así que ahora se halla sentada en el techo. Sola. Se ha fumado dos paquetes de cigarros hoy, lo cual es un nuevo récord. Sostiene el último entre sus labios, encendiéndolo y observando cómo un rastro de humo se disipa en el cielo nocturno.

Lo siguiente es que está de pie en el borde del techo, retomando un viejo hábito. El viento le hace cosquillas en la nuca mientras mira hacia la distancia, con las manos extendidas para mantener el equilibrio. Algo sobre estar al borde de la muerte la hace sentir tan viva.

De pronto oye que gritan su nombre, y es arrastrada hacia atrás por una mano en su chaqueta (la chaqueta de Laura, en realidad). Y luego está siendo apretada fuertemente contra el pecho de alguien. Entonces, siente las lágrimas empapando su ropa.

Y se da cuenta de que aquel "alguien" es Laura.

"¡¿Qué mierda estabai pensando?!" Aquella exclamación se oye ronca y Ámbar casi puede sentir la desesperación en sus palabras. Todavía estrechada contra el pecho de la chica, se pregunta si así se siente ser necesitada.

"¡No te podí ir así!" grita, separándolas y sujetándola por los hombros. Ámbar se estremece por lo fuerte que está agarrando su piel, pero cuando ve la sangre corriendo por el costado de la cara de la chica, se olvida de todo lo demás.

"No me iba", su voz es apenas un susurro. Laura la mira fijamente por unos momentos, sus ojos verdes encontrándose con unos cafés mientras las dos intentan estabilizar su respiración.

Ámbar se pregunta si Laura la necesita. Tal vez esto es como el sándwich. Tal vez ella ni siquiera necesita tocarlo. Sólo necesita saber que está ahí. Le gusta su extraña analogía.

"Entonces, ¿qué cresta estabai haciendo?" Las lágrimas fluyen por su cara y nunca la había escuchado sonar tan débil. Eso le asusta; Porque Laura era la fuerte. Pero ahora ella estaba sangrando y llorando, y Ámbar no sabe cómo arreglar a las personas. No sabe. Es por eso que todxs se van. Todxs se cortan con sus bordes destrozados y afilados.

"N-no..." Tartamudea sobre sus propias palabras. No iba a saltar. Ella no iba a caer. Pero no sabe cómo explicarle a Laura que sólo necesitaba sentir. Necesitaba acercarse lo más posible al borde sin saltar. Necesitaba estar en control.

"¡Ámbar!" Laura sigue gritando. Está sosteniendo las mejillas de Ámbar y está gritando. Porque weón, no puede perderla. Ver a la chica de ojos cafés tan cerca del borde había derrumbado todas las paredes que había construido. Y necesitaba que ella lo supiera. Ella necesitaba saberlo.

"No sé... n-yo..." Niega con la cabeza, con los ojos fijos en la sangre que está dejando un rastro delgado a un lado de la cara de Laura. Pero la chica todavía está buscando en su mirada una respuesta y Ámbar no puede darle una, porque ¿ y si iba a saltar? Igual no le importaba. Si vivía o moría, en realidad no le imp-

Y luego los labios de Laura están en los de ella. Los labios de Laura están sobre los de ella y la está apretando con tanta fuerza, que siente que alguien está bombeando su corazón lleno de oxígeno y podría explotar en cualquier momento. Y ahora los dedos de Laura están en su pelo y su cerebro finalmente alcanza su cuerpo. Y se están besando. Se están besando. Y puede sentir el tinte metálico de la
sangre en su boca, pero no le hace caso. Porque se están besando. Y weón... sí que importa.

personalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora