Agosto 1996
La alarma del despertador sonó a las 6:15am en punto, como siempre. Me levante sin muchas ganas, “raro en mí” pensé sarcástica y me metí a bañar para la escuela, mi nueva escuela. Al cabo de un rato salí enredada en una toalla y me puse a escoger mi ropa limpia, saque de entre mis cajones unos jeans de mezclilla y una blusa azul para vestirme, después empecé a cepillar mi cabello con rudeza, ya estaba acostumbrada a que se me enredara así que los jalones ya no me dolían ni eran un problema. Me deje mi cabello largo, suelto, era más cómodo, y cuando lo traía amarrado me pesaba y dolía la cabeza, aunque por alguna razón aunque lo llevara suelto hoy me dolería la cabeza, lo presentía. Me puse un poco de maquillaje en polvo en la cara, pequeños toques en partes como la nariz y los pómulos, enchine mis pestañas aunque fuera innecesario, -por lo que decía la gente ya las tenía bastante largas y chinas- me puse un par de capas de rímel y un toque mi ligero de perfume. Estaba lista. Me puse unos zapatos de meter que combinaban con la blusa y baje hacia la cocina.
Mamá estaba cocinando algo y papá leía su periódico en silencio sentado en la mesa, cuando noto mi presencia paro un segundo su lectura para hablar con migo.
-Fionna, cariño mírate, estas preciosa.- Digo orgulloso.
-Que linda luces hoy hija, ¿estas nerviosa?- Dijo mamá al escuchar a mi padre.
-Gracias. No, solo un poco.- Mentí con una sonrisa que al parecer se creyeron. En realidad no estaba un poco nerviosa, estaba derritiéndome de miedo.
Mamá coloco tres platos en la mesa y todos comenzamos con el desayuno. Mis padres estaban muy emocionados con respecto a mi nuevo día y me hacían preguntas y daban consejos, yo en realidad quería omitir lo más posible el tema pero al parecer era inevitable así que solo les contestaba con una sonrisa falsa mientras disimulaba que no podía hablar por tener la comida dentro de la boca.
Terminamos rápido para mi suerte. Yo tendría que irme en el autobús escolar pero por ser el primer día mis padres ofrecieron llevarme en el coche, acepte de inmediato, estaba segura que si me iba en el autobús estaría mucho más nerviosa al ver hablando a todos con sus amigos y preguntaban sobre el nuevo horario, las clases, el año anterior etc. Tome mi mochila ya preparada y me subí al coche en la parte de atrás.
Nos encaminamos a la escuela y mamá me sonreía continuamente, no paraba de hablar con migo y con papá sobre lo estupendo que sería mi primer día, que aria muchos nuevos amigos, que esto sería un cambio bueno y más. Me desesperaba. Me puse mis audífonos para intentar ignorarla de la forma más sutil que pudiera.
Odiaba esto, iba a ser la chica nueva que llegaba a último año de preparatoria. En sí, odiaba este nuevo lugar, era una ciudad bastante grande y desconocida para mí. Yo no quería irme de donde estábamos pero que paso: A papá le ofrecieron un nuevo trabajo con casi el triple de sueldo que antes y con más prestaciones, vacaciones, seguro, días de descanso, mejores condiciones, en fin. Una infinidad de ventajas más, ¿y qué era lo malo? Bueno había que viajar 4 horas desde nuestra casa hasta su empresa. Al principio proteste que no me iba a ir de ahí, por lo que papá intento trasladarse desde la casa hasta su empresa. Solo duro una semana su intento, tenía que pararse bastante temprano para llegar a tiempo y llegaba a altas horas de la noche, yo estaba consciente de que era realmente agotados sin contar que solo dormía como 4 horas diarias. Paso lo inevitable, me dieron la noticia de que nos tendríamos que mudar a la cuidad de la empresa de papá. Quería llorar, hacer un berrinche enorme, gritar, decir que no me iría de ahí, ¿pero de que serviría? De todos modos nos tendríamos que ir por lo cual intente tomarlo con la mayor calma posible. Fueron unas semanas de empacar y acomodar cosas. Como mi año escolar había finalizado no fue difícil arreglar los papeles para mi nueva escuela. Antes de partir todos mis compañeros de curso se despidieron de mí deseándome buenas cosas y un lindo futuro lleno de suerte.