Buenas Noches Ángel [Kacchako]

Buenas noches ángel

Los copos de nieve caían, acumulándose sobre su gorra y abrigo, dificultándole el andar por aquellas calles solitarias de la ciudad, las lágrimas que recorrían sus mejillas se sentían ardientes sobre la piel fría, el viento no hacia más que hacer su recorrido desde el lagrimal hasta la comisura de sus labios más rápido. Aquellas cristalinas gotas saladas se desprendían con vehemencia de sus ojos rojos, uno con un tono violáceo, alarmante, lo cubría con un mechón de cabello castaño, rebelde y despeinado bajo la gorra. Su atuendo desordenado, ropa rasgada y manchada, con una sustancia que parecía ser sangre seca. Mantenía la cabeza gacha y el paso rápido aunque tambaleante, como si huyera del causante de sus lágrimas, pero nadie iba detrás, nadie, tras de aquella figura femenina sólo se observaban un par de autos estacionados y la soledad en aquella cruda noche de invierno, nadie circularía por la intemperie en aquellas condiciones, pero ella estaba huyendo, y cualquier lugar sería uno mejor que aquél callejón que había dejado unas varias cuadras atrás.

Porque ninguna chica estaba preparada para ser ultrajada, jamás lo estaría, por eso las lágrimas no dejaban de fluir, y el dolor en su cuerpo, no era comparable con el dolor de su alma y su corazón, la culpa le carcomía las entrañas, quizá no debió pasar por ahí sola, tan tarde, con esa ropa, sin precauciones. Ella sólo quería visitar las tiendas y disfrutar de las ofertas en vísperas navideñas, nunca espero, ni menos buscó encontrarse con una situación que marcaría su vida para siempre.

Nunca más podría ser llamada una heroína luego de aquel acto bestial que había cometido en legítima defensa.

Porque no sintió más que asco cuando el acto termino, y sus ansias de venganza le cegaron. Elevo a esos sujetos, cubierta por la oscuridad de la noche y de aquél lúgubre lugar. Los hizo flotar hasta una altura que sería letal para cualquiera, y por si fuera poco, les dejo caer sobre unas vigas abandonas de una antigua construcción que yacían desparramadas por aquél estrecho callejón.

Los cuerpos de sus agresores quedaron irreconocibles, pero tal como a ella nadie la socorrió, nadie llego en auxilio de aquellos seres sin escrúpulos que en cuanto se vieron enfrentados a su inminente muerte solo pudieron llorar y suplicar perdón.

Pero ella había llorado y suplicado y cometieron aquél acto aberrante de todos modos, se sentía asqueada de sólo pensar que las asquerosas manos de esos sujetos habían recorrido su cuerpo.

¿Pero quién era ella para acabar con la vida de esos sujetos? Se lo preguntaba mientras deambulaba sin rumbo, completamente perdida, no recordaba haber transitado jamás por esas calles, creía estar en los suburbios, estaba demasiado desorientada, su celular de gama baja había sido destruido al ser partido en dos por sus agresores.

No tenía como llamar a sus padres, a Midoriya, Iida o a cualquiera de sus compañeros de la preparatoria.

Estaba totalmente incomunicada y sola, y en esos momentos lo único que deseaba era llorar hasta poder limpiar su alma y su corazón, expulsar sus culpas y miedos, para poder mirarse sin sentir asco.

Llego a una pequeña plaza, que le recordaba mucho a las que solía frecuentar cuando era una chiquilla sin preocupaciones, en esos tiempos en los que ni siquiera tenia su licencia provisional y su única preocupación real era el dinero.

Se sentó en uno de los columpios, masajeo sus muñecas adoloridas por el forcejeo de hace unas horas, si horas, porque aunque para ella habían pasado minutos, llevaba caminando horas, ya casi era media noche, y ni siquiera sabia dónde estaba.

Comenzaba a helarse, la nieve bajo sus pies ya no era agradable en lo absoluto, que no daría por un chocolate caliente, una manta y alguna estúpida serie corriendo en Netflix para no preocuparse de colocar los capítulos.