CAP. 1: Algo extraño en el bosque

106 2 6
                                    

Entre los árboles de hojas redonditas y verdes, un ciervo está comiendo briznas de hierbas; tranquilo, indiferente de todo lo que ocurre alrededor de su cuerpo.
Después de tomar tanta hierba, se acerca al río que recorre la isla; acerca el hocico hasta el agua cristalina sin darse cuenta de que unos ojos ambarinos están dispuestos cerca de él.
Un monstruo lleno de escamas de color verde, con garras afiladas y unas mandíbulas terriblemente asesinas le observa desde unos metros abajo; esperando su momento para acercarse más, permanecer lo más quieto posible y saltar sobre su presa, agarrando la cabeza completa del pobre ciervo que, por mucho que lo intenta, también sabe que perderá la vida en esa batalla que la supervivencia le ha puesto por delante.
La sangre baja río abajo, cada vez haciéndose menos visible; llega hasta la desembocadura en el golfo donde el navío Jolly Roger está indiferente a la lucha que acaba de haber en las orillas del río de agua dulce.
En la cubierta, los piratas que integran los navegantes ya están trabajando para que el barco siga en plenas facultades.
Si abres las puertas dobles de color sanguinolento, podrás encontrar el camarote de su capitán: un hombre fornido, de largos cabellos rizados morenos azabache, ojos azul zafiro. En la mano izquierda lleva su pluma y garabatea un par de planos con un nuevo plan pero con el mismo objetivo: Peter Pan.
—Demasiado tiempo se me ha opuesto ese pillastre. Mi honor como capitán de esta preciosa nave se está perdiendo, Smee.
Su segundo de a bordo le mira a través de las gafas de media luna, sintiéndose un poco inútil para parar los pies de su capitán, detener la obsesión que le lleva corroyendo desde que conoció a aquel muchacho pelirrojo y este le había arrebatado un bien muy preciado.
El capitán James da una larga chupada al puro que sostiene con el garfio.
Todo el mundo conocía la horripilante garfio que llevaba en la mano derecha: el chiquillo llamado Peter Pan le había ganado en un combate sin igual y, en vez de matarle, le cortó la mano a su querido capitán, dándole el miembro de comer a un cocodrilo que había encontrado en ese trozo de carne un sabor delicioso.
—Capitán, debería sentarse y relajarse un poco —dice el anciano bajito de pelo canoso y una enorme barba—. Tome un descanso. En cuanto esté recuperado, volveremos a atacar a ese crío.
El hombre se levanta de su silla cómoda de roble y seda oriental, clavando su mirada sobre su inferior que observa la furia inunda febrilmente los ojos azules de su superior.
Mientras todo esto pasaba, los cielos se empiezan a poner oscuros; sin embargo James Garfio no hace caso de ello, está disgustada con Smee, que aguanta la bronca como bien puede.
Y los cielos siguen oscureciéndose, tanto que las hadas, animales alados y Peter junto con su pandilla, echan a volar para salir de la isla y dirigirse al universo.
En una orilla del río, rodeado de carne sangrante y charcos rojos, un cocodrilo que hace “tic tac” mira al cielo, más molesto que asustado de ese oscurecimiento repentino; mira al cielo con cierto malestar y rabia.
El cielo empieza a hacer volutas de humo, cayendo por toda la isla, como una especie de niebla oscura que llena cada rincón de tierra, haciendo que los animales mueran ante su paso hasta chocarse con el cocodrilo.
De entre las volutas de humo, sale una figura semihumana.
—Tú serás mi nuevo juguete —alza al cocodrilo por el aire, levantándole y haciéndole girar mientras con sus garras afiladas. La figura, mejor contorneada, es de una mujer con apariencia joven, pelo rubio y largo, ojos como rubíes, labios gruesos y un vestido más bien justito de tela en color burdeos.
—Disfruta de los dones de una diosa.
Desaparece al terminar su obra maestra, dejando ecos de una risa que posee gran estridencia y malignidad.
El cocodrilo mira de nuevo el sol, ahora molesto por su total brillo y gruñe.

Escamas y cadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora