Encuentros

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Cierto día lo vi, regresando de mi clase de piano, en la parada del colectivo. Fue instantáneo, me atrajo su mirada, como imán a los metales, y a partir de allí lo encontraba a diario. Reconocía su perfume a la distancia, sentía el cruce de miradas, pero ninguno de los dos nos animábamos a hablar y solo intercambiábamos sonrisas.

Paso un tiempo hasta que tomó coraje y se acercó a hablarme, "hola, mi nombre es Felipe" me dijo... "te molesta si te pregunto el tuyo?" Por supuesto que no me molestaba, así que le contesté de inmediato " hola soy Marianella". Tomamos el mismo colectivo y charlamos durante todo el viaje.

Fue una conversación agradable a pesar de no ser tan extensa, ya que su casa no quedaba muy lejos, pero suficiente como para darme cuenta que era un muchacho educado y de buena familia, intercambiamos números de móvil para poder seguir en contacto y hasta nos saludamos con un beso afectuoso.

Los encuentros posteriores fueron afianzando la relación, compartiendo tanto anécdotas como vivencias cotidianas y hasta algún que otro cafecito. La compatibilidad era absoluta, por lo que nada hacía pensar lo que pasaría a partir de aquel día en que no fue a tomar el colectivo, ni me contestó las llamadas.

No podía solamente sentarme a esperar y decidí buscarlo en las redes sociales. Mayúscula fue mi sorpresa al descubrir que, aunque no tenía mucha información, había una fotografía de su esposa con una pequeña bebé en sus brazos, de bonitos cabellos dorados y sus mismos ojos claros.

De todas maneras eso no explicaba su ausencia y nada cambiaba en mis sentimientos, indiscutiblemente algo lo atrajo hacia mi, quizás su vida no era tan bella como se mostraba en las fotografías y necesitaba cambiar su rumbo. Como no podía exponerlo dejándole un mensaje público, decidí esperar hasta el otro día para ver si lo encontraba en la parada nuevamente.

Y ahí estaba, otra vez esperando el colectivo como de costumbre. Ni bien lo vi mi pulso se aceleró y mi mente no podía pensar con claridad que le iba a decir. Pero él nuevamente tomó la iniciativa y me saludó cordialmente, le respondí de igual manera sin mencionar mi descubrimiento.

Sus gestos, sus palabras, su manera de actuar se me hacían cada vez más familiares. Inesperadas coincidencias me sorprendían a medida que pasaban los encuentros, y aunque la química era perfecta entre nosotros, algo le impedía abrir su corazón y expresar sus sentimientos. Yo lo sabía, pero me negaba a reconocerlo... su familia todavía le importaba.

Las semana siguiente me tuvo atrapada en casa una fuerte bronquitis, impidiendo que pudiera verlo. Sin embargo no faltaron durante ese período, su compañía telefónica y algunas recomendaciones para sobrellevarla, casualmente él también sufría a menudo de esa enfermedad.

Una vez repuesta, regresé a mis clases y por lo tanto a verlo nuevamente. Las charlas posteriores se centraron en conocer un poco más de nuestro entorno. Pude contarle que mi vida era bastante solitaria, pues había sido adoptada a los pocos días de nacida, por unos padres bastante mayores, y no tenía hermanos, al igual que él. Aunque no hizo mención alguna acerca de su esposa e hija, pero si varias preguntas un tanto extrañas sobre mi familia.

La duda me hizo volver a revisar su perfil y detenerme en aquella foto de la bebé de ojos claros en brazos de su madre, donde curiosamente me vi reflejada en sus rasgos. Al principio me mostré un tanto escéptica pero luego no puedo explicar lo que sentí por dentro, era una locura, todavía estaba en estado de conmoción, cuando escuché que sonaba el timbre y al acudir a la puerta, un enorme ramo de rosas me esperaba junto a una tarjeta que enunciaba... "Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, eres eso que no quiero perder nunca, eres mi motivación para salir adelante, eres esa persona que alegra mis días, eres y siempre serás ... mi hermanita querida".

FIN

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