Van abandonó el calor de las sábanas en la madrugada. Le era imposible dormir y el tiempo que estuvo dando vueltas en la cama le pareció eterno. Finalmente, optó por salir a refrescarse las ideas. Besó con suavidad a Lynn con cuidado de no despertarlo y se consideró listo para marcharse.
Isak había llegado hace unas horas de a donde fuera que había ido y no traía buena cara. Pero dada la falta de confianza con él, Van no había preguntado y se había conformado con sentirse culpable. Le hubiera encantado saber qué había pasado. Le vio hablar con Lynn y no tuvo muy claro si se estaba perdiendo algo.
Fuera no hacía tanto frío como antes, o al menos daba esa impresión. Pasar todo el día en interiores había resultado desorientador y ya era hora de sentir un poco de viento en la cara y no percibirse a uno mismo como a un mueble más de la casa. Recordaba que Isak les había mostrado aquella tarde el modesto paseo marítimo que comenzaba unas calles más abajo, así que intentó encontrarlo.
Por fin tuvo la incansable marea bajo sus pies, a muy poca distancia y a la vez una inmensidad. El olor a sal marina le perforó las fosas y no le resultó agradable. Estaba recordando cosas que no quería recordar, con sus respectivas imágenes. Nunca había sido muy fan del agua, aunque supiera a preciar su belleza.
El aire se volvió más pesado y afixiante. Apenas había gente a su alrededor, y si la había, caminaban lejos ; no eran horas. El mar le desafiaba con la mirada, arrogante. Notaba cómo la enorme masa de agua tiraba de su ser como un imán, y pronto sus piernas flaquearon. Tenía la mente en blanco y solo notaba frío colarse en su ropa. Apenas notó la sensación de descenso en el estómago.
Recordó imágenes como un puzzle inconexo y confuso, incompleto, y, entre ellas, destellos de brillantez y secuencias auditivas. "No le digas a nadie..." le advertía la voz grave de su infancia. Esta vez no empleaba un tono serio y burocrático, el reservado por excelencia a echarle broncas a Van o a su profesión, no; su tono era despreocupado pero firme, porque encerraba verdad aunque intentase quitarle hierro.
La vivencia tardó un poco en completarse, desde la oscuridad que le embriagaba, aunque finalmente lo hizo. La oración terminaba así: "que no sabes nadar". El recuerdo parecía a años luz del momento actual, solapado por miles de nuevas experiencias. Se remontaba a la preadolescencia de Van.
No vio nada más. Notó los pulmones llenarse de líquido y creyó que no volverían a estar ocupados por aire. Sus músculos estaban cansados de luchar y le pedían la rendición.No sabría decir en qué momento se despertó. Tardó en adaptarse a la fuerte luz artificial, entre parpadeos provocados, y comenzó a rememorar fragmentos de voces. "¿Qué ha pasado?" "Lo acabamos de sacar del agua. Alguien le vio caerse y no salía a la superficie" "¿Le conocéis o sabéis quién es?" "Ni idea, Hans. Parece extranjero".
Los brazos de Van estaban conectados a goteros, sujetos a su torrente sanguíneo con esparadrapos. Tenía un batín de hospital y las sábanas de la camilla le hacían cosquillas. A su alrededor le había dado la bienvenida una habitación estrecha donde predominaban los blancos: en la pared, en los cuadros de arte vanguardista, en cada elemento decorativo, y, sobretodo, en las batas de blancura radiactiva que captaban la vista a kilómetros y reposaban en un perchero, en la esquina izquierda.
Lynn apareció en seguida, aproximadamente cuando Van llevaba veinte minutos despierto. Estaba completamente alterado; tardó en tranquilizarse y no lo hizo hasta que hubo abrazado a Van con cuidado de no mover nada y le hubo repetido hasta la saciedad que le había dado un susto de muerte.
-Ni siquiera noté que faltabas al principio.
-Lynn- le acalló, acariciando sus manos como si se fueran a romper. Tenía que inclinarse desde su asiento para llegar- Estabas dormido y...bueno...era de madrugada. No te preocupes. No era tu deber estar allí.
Lynn suspiró pesadamente, mirando a algún punto del suelo.
-Te encontraron los lugareños y los médicos me han dicho que ha salido todo bien. Te han vaciado más de un litro de los pulmones.¿Qué ha pasado, tesoro? ¿No sabes nadar?
-Nunca he aprendido- le sonrió débilmente.
-¿Quieres que te deje descansar?- agregó en tono más bajo- Isak estaba que se subía por las paredes. Se siente de alguna forma responsable de todo.
-Quédate, por favor. No es culpa suya.
-Lo sé.
-Sois igualitos en ese sentido.
-También lo sé- sonrió. Tomó asiento en el espacio que el cuerpo de su novio dejaba en la cama, sostuvo sus manos y las besó.
-¿Todo bien, Van?
-Sí. Estoy mejor.
-¿Has pasado miedo?
-Un poco- admitió. De golpe, se puso serio- Mentíamos.
-¿De qué estás hablando?
-Mi padre y yo solíamos pasar tiempo juntos hace ya muchos años. Le decía a la gente que iba a llevarme a clases de natación y lo usábamos de excusa. Lynn, ni siquiera sé nadar.
-¿Nunca os descubrieron?
-No, nunca. Era nuestro secreto.
-Háblame de él. ¿Qué pasó?
-Pasó que actuó como un completo imbécil y bueno, incluso años después de divorciarse tuvo alguna que otra aventura con mi madre. Esa conexión extraña aún existe aunque aparentemente se odien. Pero, claro, él no ve más allá de si mismo.
-Lo siento, cariño. ¿Te molesta que te pregunte?
-No. No importa, de verdad. Nunca le llegué a tener cariño como tal. Era una persona más en mi casa y punto. Estamos todos mejor sin él.
-Entiendo. ¿No tiene nada bueno?
-Era simpático aunque me absorbía y le llegué a idolatrar. Me puso en contra de todo el mundo y tenía mucha fé en mí. Éramos una especie de mini grupo que se aislaba de lo demás y se creía superior. Él me hacía sentir bien conmigo mismo, aunque también me llenase de odio hacia los demás. Estaba completamente encerrado en su propia visión personal.
-No suena muy sano. Si no ibas a nadar, ¿qué hacíais?
-A veces me llevaba a un local donde sirven unos batidos flipantes. Una vez...yo tendría como doce o trece años y me acuerdo de que empezó a hacerse incómodo salir con él. Paró el coche frente a un videoclub y quiso que le siguiera el juego y alquilara algo picante con él. Incluso sacó revistas subidas de tono.
-¿El dependiente no te llamó la atención? Eras un crío.
-Le daba igual. Era colega de mi padre y no quería meterse en problemas. Tiene influencia, es abogado.
-¿Le dijiste algo?
-Le pregunté que cuándo nos iríamos a casa y me llamó aburrido. También pregunté que qué pasaba con mamá, que si no estaba mal fijarse en otras mujeres de esa forma además despectiva y me respondió que mi madre era una frígida y no quería pensar en ella en ese momento.
-Suena horrible, Van- casi susurró.
-No importa. Esos dos me enseñaron desde crío que el mundo es en sí egoísta y lleno de crueldad. Cada cual persigue sus propios intereses y utiliza a menudo a todo el que puede. Es así.
-En cierta medida sí, pero no puedes odiar a todas las rosas solo porque una te pinchó. Hay un porcentaje aún muy grande de gente decente.
-Lo sé, Lynn, aunque en ese momento no pensara así y me sintiera traicionado y expuesto a un mundo bruto y violento.
-Es comprensible. Ven- se inclinó para besarle la frente- Está bien.
Van casi podía ver a Danniel si cerraba los ojos y se concentraba. Alto y grandullón como un armario, fuerte como un toro y de cuerpo peludo. Tosco y algo insensible, criado por padres de un pueblecito, muy estrictos, que le obligaron a estudiar en la ciudad y labrarse un futuro portentoso, incluso de una carrera que en principio no le atraía.
No había heredado su pelo, pelirrojo pajizo y fino. No deseaba haber heredado nada.
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Butterfly {El Chico De Cristal}
Teen Fiction¿Cuántas páginas harán falta para saber que, pese a la inegable y relativa fragilidad humana, ni siquiera en el más profundo recodo de nuestra esencia estamos hechos de cristal? No eres irreparable. Reconstrúyete. Reinvéntate. Renace las veces que...