Capítulo 1

37 0 0
                                    

"Ella es mi Canción"

Dejé mi bicicleta en el estacionamiento del Colegio Ultravioleta de Artes, saludé con la cabeza a Ignacio, el hombre de la seguridad y entré. Como siempre estaba con mis audífonos escuchando música. ¿Piensan que estudio aquí? Pues, están equivocados. Yo simplemente trabajo en ese colegio de los chicos mimados. Y los aseguro que no es por gusto.
- ¡Ey, exquisito! - escuché uno de los chicos gritar. Continué mi camino como si nada. Era así todos los días, desde que empecé a trabajar como ayudante "Hace todo". Esos chicos mimados me insultan y yo no me importo porque para mí, casi todos son falsos. Por eso nunca respondo a ningún insulto hacia mí. Ellos que se vayan a la mierda con sus insultos. Entré en el salón de los funcionarios saludando a todos con la cabeza como siempre hago. Nada de buenos días u hola. Había algunas personas que nunca escucharon mi voz desde que me conocieran. Sí, eso es verdad. No me gusta hablar mucho. Principalmente con ellos. En los días de trabajo, llego, hago mi trabajo y me voy. Dejé mi mochila en mi armario, puse la música en el pause y fui hasta el hombre que estaba sentado al lado de la ventana abierta. El coordinador de mis tareas que como siempre estaba manejando su teléfono aparentemente muy caro.
- Bienvenido, Fernando. Hoy vas a estar en los baños. Aquí está su lista de tareas - me dio una hoja sin mirarme. Asentí, cogí los materiales necesarios y fui hasta los baños. Puse mi música y empecé a trabajar. Era más un día normal para mí.

***

Amo mi vida. ¿Les parece raro una adolescente decir eso? A mí me parece normal. Mis padres son maravillosos, mis amigos también (ni todos). Mi vida solo no es buena por eso, pero también porque estoy casada. Sí, casada. Pero no es como ustedes piensan. Para eso aun soy muy nueva. Estoy casada con la danza. Me encanta bailar. Cuando lo hago me siento libre, dueña del mundo. Es una sensación maravillosa.

Yo y mis amigas bajamos del coche riendo. Era así todos los días. Llegábamos en el colegio riendo como locas. Creo que mitad de nuestros colegas piensan así. Nosotras somos vistas como Chicas Populares pero yo no doy mucha importancia a eso. Esas divisiones siempre causan algo malo.
- Fue un fracaso total - dijo María, riendo mientras caminábamos hacia la entrada del colegio. Ella es una de las chicas más crítica que conozco. Los hablo en serio.
- Y mira que yo le había avisado, eh - añadió Monserrat. Siempre seria.
- No es bueno reírse de las desgracias de los otros - les dije. Aunque decir eso me hacía gracia.
- Solo que ese otro es la mustia de Agnus. Entonces ese dicho no se aplica a ella - contestó Monserrat y todas reímos. Llegamos en el salón y saludamos a todos. Nuestros amigos se acercaron.
- ¿Cómo están, chicas? - preguntó Pedro sonriendo. Cuando sonríe se queda aún más guapo.
- Como siempre, Pedro. Maravillosas - contestó María pasando las manos por su liso pelo. Si hay algo que ella ama, es su pelo y su teléfono.
- Déjame que lo dude - bromeó Juan. Reímos todos. Uno de los maestros entró y nos saludó. Todos nos organizamos en nuestros lugares.
- Antes de empezar las clases - poniendo sus cosas en la mesa - quiero anunciar ya tengo el proyecto - algunos aplaudieron felices. Otros no. Yo me incluyo en el grupo de los felices.
- ¿Y para cuándo será, maestro? - pregunté ansiosa.
- Eso aún está por ver, Blanca. Pero prepárense que está cerca. Pues muy bien, vamos a empezar con la clase - sonrió abriendo el libro.

***

Caminaba por el corredor rumbo al salón de los funcionarios cuando de pronto unas manos me quitaron los audífonos de la oreja. Solo podría ser el grande idiota de ese maldito colegio de niños. Me giré, frustrado y vi él y su grupito.
- ¿Qué tanto escuchas, eh? - preguntó mofándose. Odio a ese tipo. Mucho.
- Pedro, ya déjalo en paz - dijo una chica que se llama Blanca. Por increíble que parezca conozco todos los nombres de esos niños.
- Él no te hizo nada - añadió la otra chica más seria, Monserrat, mirándome como si yo fuera un misterio. Pensándolo bien, yo soy un misterio. Para ellos.
- Yo solo quiero saber lo que Fernando Exquisito escucha. Porque él está siempre con los audífonos y nunca habla nada. ¿Verdad Franco? - poniéndose delante de mí. No me inmuté. Si piensa que voy a huir como una niña, se equivoca. - ¿No vas a decir nada? - continué calado. Volví a poner mis audífonos calmamente. Eso le irritó aún más. Muy bien.
- Bir Derdim Var de Mor ve Ötesi - dije. Ellos me miraron confundidos. Si no saben no se los voy a explicar.
- Él habla - oí María decir a Blanca. Ella piensa que susurró. Es lógico que ella piense así. Al final yo no hablo mucho.
- El chico habla. Muy bien - dijo Pedro aplaudiendo. - ¿Qué fue lo que dijiste?
- Bir Derdim Var de Mor ve Ötesi - repetí como si nada.
- ¿Y eso qué es?
- Es una canción de un grupo Turco - contestó Blanca. Todos la miramos. ¡Vaya! Ella sabe.
- ¿Y tú como sabes de eso? - preguntó Juan mirándola desconfiado. Imbécil.
- Porque también escucho las canciones de ese grupo - contestó. La miré sorprendido. - Y ahora dejen a Fernando en paz. Vámonos - dijo jalando a Pedro del brazo. Ellos se fueron y continué mi camino. Al medio día me paré delante de la entrada de la Escuela del Barrio. Mis hermanos se despidieron de sus amigos y vinieron corriendo hasta mí. Mis hermanos, los únicos que amo.
- ¡Hermano! - dijo el que se abalanzó sobre mí. Lo cogí sonriendo y lo besé en la frente. - Hola, hermanita - dije mirando a mi hermana.
- Hola, hermano - me abrazó. Esos dos son todo en mi vida. Nunca abriría mano de ellos.
- ¿Cómo les fue hoy? - la típica pregunta que siempre hago y no sé por qué. Quizás porque quiero que el día de ellos sea más normal.
- Súper aburrido - contestó mi hermana mirando las uñas.
- No es verdad, Lili - dijo Pablo. - Fue muy bueno, Fer - sonriendo para mí.
- ¿Sabes que de aquí hacia nuestra casa no es lejos, verdad? - preguntó Lili.
- Lo sé. Pero me gusta cogerlos y es seguro - sonreí. Ella está creciendo y con certeza quiere andar sola. Pero eso no voy a permitir.
- Además nos encanta andar contigo sobre la bici - habló Pablo. ¡Es eso mismo, hermano!
- ¿Ves? Vámonos - Lili y Pablo se sentaron el en banco de reserva. Y pedaleando despacito fuimos hasta nuestra casa. Nuestra madre no estaba en casa. Así es mejor. - Se cambien y descansen un poco mientras cocino - los niños hicieron lo que les dije. Media hora después, estábamos en la mesa comiendo.
- ¿Cómo te fue hoy, hermano? - me preguntó Lili.
- Como siempre. - Insultos y más insultos. Pensé.
- ¿Vas a trabajar hoy en la noche? - preguntó Pablo. A él no le gusta que trabaje en la noche. Pero es necesario.
- Sí, pequeño - contesté. La puerta se abrió y nuestra madre entró.
- Hola, mamá - la saludó Pablo. Ella no contestó. Jugó las llaves en el sillón.
- Tu hijo te está saludando - dije molesto. ¡Es siempre la misma cosa!
- Da igual - me levanté y fui hasta ella. Sentí el olor a alcohol. - ¿No te da vergüenza tratar así a tus hijos? - susurré.
- No eres nadie para hablarme, ¿okay?
- Soy tu hijo. ¿Hasta cuándo vas a quedarte así? Siempre bebiendo.
- Vete a la mierda - dijo y se cerró en la habitación. Suspiré y volví a la mesa.
- ¿Cuándo ella se va a quedar buena? - preguntó Pablo con la voz triste.
- Pronto, pequeño. - De verdad, no sé cuándo ese pronto llegará.

Llegué a la única Librería de mi barrio. Eso se debe gracias a una mujer muy rica que se preocupa con nosotros. Ella no es como otros millonarios que solo piensan en su dinero. Yo la ayudo desde siempre sin esperar recibir nada en troca. Ese barrio es tan escaso de cosas buenas que a veces me da miedo porque mis hermanos están creciendo aquí.
- Perdóname por tardarme - dije dejando rápidamente mi mochila en el suelo.
- No te preocupes, Fernando. Puedes venir la hora que quieras - dijo ella sonriendo amablemente. Asentí y me fui a un salón donde unos niños estaban sentados en el suelo. Los saludé y ellos contestaron felices. Me senté y cogí una guitarra acústica.
- Hoy voy a cantar la historia de Rapunzel. ¿Qué me dicen?
- ¡Sí! - respondieron los niños.

Llegó la noche y suspiré exhausto. Había terminado mi trabajo en el antro y lo único que quería era llegar a casa. Cogí mi bicicleta.
- Hola, Fernando - dijo alguien cuando me iba a subir. Me giré para ver quién era y lo último que vi fue un palo que vino contra mí.

"Ella es mi Canción"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora