CAP. 4: Eres un gusano

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Lilith está mojando con lo que está viendo en su brillante y flotante bola cristalina; el tanga está encantadoramente húmedo con sus fluidos.

Sonríe con aún mayor satisfacción ante lo húmedo y palpitante de la situación, relamiendo sus dedos con una sonrisa ladina, juguetona con una mirada cautivada.

—Me gusta cómo lo hacéis, chicos —juguetea con la saliva de sus dedos—. Pero habéis durado poco para una diosa.

Un nuevo chasqueo de dedos y la sonrisa se extiende.

—Ahora hacedlo bien para mí, nenes.

El animal sigue exhausto en el suelo, con los ojos cerrados aún mareado por la nueva experiencia.

Garfio nota como el dolor que sentía en el trasero a desaparecido aunque no así la sangre que ha manchado sus piernas y su escritorio.

Se sienta y se limpia las lágrimas antes de que su enemigo las vea y las use contra él.

El cocodrilo se alza y con su voz profundamente desgarradora, se echa a reír a carcajadas.

—¿Qué cojones te pasa? —pregunta malhumorado el otro aunque disfrutando de la pausa del dolor anal.

El cocodrilo se acerca a él y, poniéndose detrás, vuelve a girar una de sus muñecas, dejándole inmóvil; pasa la lengua por el cuello del pirata y éste se estremece.

Entonces baja poco a poco la mano libre hasta uno de los pezones y lo retuerce aunque realmente le interesa lo duro que hay entre las piernas rosadas.

—¡Vaya! —sisea el lagarto al oído de su víctima—. Al parecer te ha gustado más, ¿eh?

Garfio se sonroja por unos segundos antes de abrir la boca para gruñir levemente por las caricias del verde amante.

—Así que te gusta, pedazo de basura humana.

Garfio quiere replicar pero el placer que siente ante la mano del cocodrilo no le deja más que gruñir de excitación.

—Así que al pirata de aguas dulces le gustan las caricias masculinas.

Observando todo desde la bola de cristal, Lilith comienza a quitarse el corsé de los pechos que rebotan contra su torso, moviéndose con gracia y brío. Lleva una mano hasta su pezón, pellizcándolo con fuerza para sentir esa punzada de placer que busca. La otra mano está libre y piensa en si debería chasquear los dedos.

—Por ahora no.

Toma el otro pecho y también lo acaricia y pellizca.

—No debería estar acariciando el pene de un asqueroso gusano como tú.

Vejar y rebajar la moral de Garfio le está haciendo sentir totalmente bien, casi como si fuera un dios. Aunque no sólo es esa sensación la que le embarga, una plena satisfacción.

—Por favor, amo, por favor, no dejéis de acariciar.

La mano del reptil se mueve lenta sobre el órgano erecto de Garfio. Por un momento, siente la tentación de lamer el trozo de carne que tiene entre las manos pero se niega a hacerlo y lame con su áspera lengua el cuello sabroso del hombre inmóvil que no hace más que gemir.

Cada vez, acaricia más fuerte y más rápido pero sin dejar sus vejaciones sobre el pirata que sólo responde con escuetos “Sí, mi señor”; intentando no complacer del todo al enorme lagarto.

Pero, finalmente, corriéndose en sus manos, poniéndose más colorado que un tomate.

Lilith había bajado una de sus manos de uno de sus pezones tironeados y pellizcados por el vientre hasta el monte de venus, sintiéndose deseosa por el placer que se merecía por esos juguetes nuevos.

Ahora sus dedos acarician los labios de su vagina, abriéndolos y metiendo su dedo índice y el corazón dentro para tomar los jugos de su excitación y utilizarlos en su clítoris hinchado y erecto, totalmente sensible ante lo que su divinidad haría con él.

Se acaricia con ganas mientras se pellizca el pezón, estirándolo con fuerza y mordiendo los labios abultados que posee.

—Oh, oh.

Entonces algo se derrama pero no queda satisfecha.

Escamas y cadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora