CAP. 5: Cadenas

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El monstruo descansa en un lateral de la habitación, hecho un ovillo.

Garfio no lo sabe pero él ha dormido un par de horas, agotado por el derrame de todo su semen ante las manos sabias y experimentadas, o eso opina, del hombre-lagarto.

«Es mi momento para huir», decide el pirata mientras se ata los restos de sus pantalones como puede para no ir en cueros.

—¡Oh, no no no no, piratilla del tres al cuarto! —murmura una mujer, deshaciéndose de la falda que le molesta—. No me vas a dejar sin mi juego preferido.

Manda de nuevo a la voz aterciopelada a los oídos de su precioso muñequito.

—Esto no se acaba hasta que la diosa se aburra.

La bestia se siente llamada por la voz aterciopelada de nuevo; sintiendo el calor de su entrepierna.

Mira en derredor en busca de su presa cuando, al final, encuentra a Garfio yendo de puntillas por el puente.

En un par de zancadas está otra vez sobre él, realmente furioso.

—¿A dónde crees que ibas, gusano asqueroso? —toma su mandíbula con la mano y con la otra le da un puñetazo, haciendo que la sangre del capitán sangre en hilos gruesos de sangre.

—Perdonad, mi amo Croc —se arrodilla ante él pidiendo clemencia con sus gestos y su voz.

Mas Croc no la tiene y coge al hombre como si fuera un saco sobre el hombro. Camina hasta la bodega y, cerca de unos barriles, se encuentra una celda con una enorme cuerda.

—Eres un mal esclavo, además rastrero porque intentabas abandonar al amo que fue bueno contigo —pega un azote en el trasero del capitán—. Ahora, vas a pagar las consecuencias.

Toma las cadenas y lo amarra que quede colgando, mirando hacia la pared; se deshace de la ropa, chaqueta y camisa incluída, haciendo de ellas migajas que caen al suelo.

—Y ahora, vas a hacer feliz a tu señor. Si fallas una vez tendrás un castigo, que irá empeorando por cada uno que cometas. Avisado quedas.

Garfio sólo asiente ante las órdenes.

—Ahora, vas a limpiar lo que te ponga en la boca.

Vuelve a asentir, compungido por lo que ha hecho y, también, atemorizado.

Croc gira al pirata y le pone mirando hacia su pene.

—Lame hasta que me limpies tanto por dentro como por fuera, ¿entiendes mierdecilla?

Garfio abre la boca desmesuradamente, su amo le pone la polla en la boca y este adapta su cavidad oral al miembro sin endurecer del reptil.

—Empieza.

Garfio empieza moviendo su lengua por el tronco y abriendo la punta con la lengua, imposibilitado de las manos; lamiendo con delicadeza y deseo el pene de Croc. El sabor del pene es más delicioso de lo que le gustaría que le supiese; envalentonado, lame con más fuerza y con rapidez, sobre todo en la punta del capullo, donde nota que Croc tiene más sensibilidad.

Pero, por supuesto, el lagarto no va a dejar eso así...

Pone la mano sobre la nuca de Garfio y le inserta su poya enteramente dentro de su boca y garganta, follándose su garganta con rudeza, sin ningún cuidado sobre su amante.

—Peter Pan la chupa mejor que tú, capullo.

Garfio intenta dar lo mejor de sí, volviendo a meterse la garganta y usando la lengua con rapidez y ternura.

Croc, por dentro, disfruta de ver a su enemigo a sus pies, chupando su enorme miembro con ganas, porque lo nota. Eso le hace excitarse.

Vuelve a tomar la nuca de su amante, violando su boca de nuevo sin ningún tipo de atención a su esclavo.

Finalmente, tras más chupadas, mamadas y lametones en su capullo; Croc se corre sobre la cara del maltrecho hombre.

Lilith no ha podido resistir la tentación y ha chasqueado los dedos para conseguir un poco de ayuda.

Un demonio de menos nivel aparece y hace una reverencia.

—Tal como estás —ordena al individuo—, acércate hasta aquí y come lo que yo te ofrezca.

El demonio sólo asiente y se acerca, vendándose los ojos aunque ella no lo haya ordenado.

Ella pone sobre sobre sus manos un pie, que él automáticamente lame con una lengua experimentada; después le entrega un pecho, que el demonio lame con ganas y bastante apasionadamente; después le guía hasta su humedad.

—Si lo haces bien, serás recompensado.

Él tira del tanga con fuerza, hasta partirlo, pero no parece que eso altere lo más mínimo.

El chico se mete entre sus pliegues con la lengua, sin necesidad de una mano para guiarse ni de dar besos; a Lilith sólo le gustan los lametones y los chupetones.

Lame en principio toda la zona, una chupada arriba y otra abajo, entonces ya se adentra un poco más adentro de ella, metiendo la lengua por su vagina, para luego subir a su clítoris, pequeño pero hinchado y totalmente palpitante; él lo sabe y no necesita nada más.

Lame y chupa su clítoris con lentitud para luego pasar a una rapidez extrema, haciendo que su excitación dure más. Lilith jadea intensamente ante las caricias mientras el muchacho intenta hacerla llegar al paraíso del clímax.

Lame, chupa hasta que, de pronto, es la propia Lilith quien le da el punto.

—¡Ahí, ahí! —el jadeo se convierte en un gemido excitado, que evoluciona rápidamente a un grito de sexo que a todo hombre pone potente.

Lilith está a punto de llegar a su orgasmo más deseado; se mueve sobre la lengua del su súbdito, con rapidez y buscando el punto exacto para su orgasmo divino.

Hasta que lo alcanza, corriéndose en los labios del muchacho que traga sin mediar palabra.

—Tu recompensa: el círculo de la lujuria para el resto de la eternidad.

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⏰ Última actualización: Aug 14, 2014 ⏰

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