caos en el bosque 1

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Nadie sabía por qué el rey papa Michael Vorg había renunciado a su reino. Algunos sospechaban que sus vasallos le habían aconsejado que abandonara el palacio papal, donde sin duda hubiera perecido. Otros aseguraban que había huido despavorido ante la inminente llegada de los biolitos. Sus motivos no estaban claros, pero los hechos eran incontestables: el papa Michael Vorg, soberano durante siglos del vasto reino de Til Vorg, se había refugiado en la lejana ciudad de Logos y tan solo unos meses después de su huida el reino había comenzado a descomponerse desde el interior, como una manzana agusanada.

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¿Por qué tengo que ir montada en este trasto ridículo?
¿Y por qué ahora precisamente, cuando me había acostumbrado a vivir en el Bosque de Juno? Era un poco como una cárcel por culpa de la vigilancia férrea de estos goblins, pero al menos era una cárcel cómoda, un sitio donde podía descansar. Ahora, sin embargo, me llevan cada vez más lejos de allí. Supongo que viajar en palanquín es muy distinguido, pero no sé... Recuerdo cómo los goblins lo construyeron con ramas y lianas. Si al menos los cuatro energúmenos que me llevan fueran un poco más delicados, ¡casi no puedo ni leer lo que escribo! En fin, por lo menos me alegro de que los goblins no puedan leer este diario, es mi único reducto de intimidad. Si tan santa me consideran estos goblins, estos "Bandidos Verdes" como algunos los llaman, podían al menos tener un poco de respeto, pero nunca me dejan hacer nada sola. Bien es cierto que resulta interesante ser testigo de esta faceta de su carácter. Normalmente siempre van vestidos con ropas mugrientas, con equipos hechos jirones en el combate y andan por ahí echando risotadas todo el tiempo. Hoy, sin embargo, han puesto unas armaduras ceremoniales preciosas. Bueno, preciosas para lo que suelen llevar los goblins. ¡Y lo serios que se han puesto! ¡Ni tan siquiera abren la boca a menos que sea estrictamente necesario!
Gogo, la vieja goblin que me hace las veces de doncella, está a mi lado como siempre, y ella también está hoy más dócil que de costumbre. Todo esto me está poniendo un poco nerviosa, pero me han ordenado que no salga del palanquín hasta que me lo digan, así que supongo que tendré que resignarme. ¡Si por lo menos fuera un poco más confortable! La jefa de los bandidos me ha dicho que está hecho con madera de los árboles más sagrados del Bosque de Juno y que solo puede montarse en él la reencarnación verdadera de la Santa. ¡Qué suerte la mía! Por muy sagrado que sea el palanquín, ¡mi trasero las está pasando canutas! Yo me quejaría a los goblins que me llevan, pero no quiero parecer maleducada y además probablemente no me harían ni caso. ¡Ay! ¡Qué se le va a hacer! Y mis manos...
El cálamo parece tan enorme en mi delicada mano derecha, mientras que la izquierda... ¡Casi no puedo ni mirar la repugnante capa de biolito que la recubre! Dicen que la Santa del Bosque es un símbolo de renovación y de amor. Pero, ¿cómo puedo ser yo su reencarnación cuando esta mano emponzoñada que tengo no es capaz de nada más que de sembrar la destrucción? Me dan ganas de
gritar, pero me contentaré con sacudir la cabeza sin decir nada. Lo cierto es que, si miramos las cosas con perspectiva, no soy más que un pequeño retoño perdido en la inmensidad del bosque, ¿qué podría hacer yo para cambiar el curso de la historia? No puedo ni tan si quiera cambiar el destino al que se dirige este palanquín, ¡y eso que los brutos de goblins que me llevan me adoran como a
una diosa! Así que me refugio en este diario y lo voy llenando con las pocas cosas que recuerdo desde que perdí la memoria... Un violento terremoto que hace que la cabeza me dé vueltas.
Un incendio abrasador que consume ramas, hojas, árboles; el bosque entero.
Mi hermano espiritual con su rostro triste y sus largas pestañas.
Un hombre con una máscara de pájaro: un búho anciano y distinguido.
La familia de Dardu, todos muertos.
El Castillo de Biolito flotando en el cielo. Una mazmorra. Un cautivo sentado en silencio.
Una sirena penetrante. Una luz roja. Correr, correr, correr... ¿y después qué? Una explosión, una larga caída. Mi nueva vida en el Bosque de Juno con los Bandidos Verdes. ¡Recuerdo tan pocas cosas! Y además, ¿son míos estos recuerdos? ¿Lo son acaso las visiones creadas por el virus de biolito que me infectó la mano?...
Pero los dejaré en mi diario por ahora. No quiero pensar en ellos. Pensar en ellos me hace dudar de si soy de verdad una elfa o...
otra cosa, como algunos parecen pensar.
"Tiene el Virus de biolito", decían. "¡Acabad con ella antes de que ella acabe con nosotros".
¿Cuándo oí esas palabras cargadas de odio? No lo recuerdo. Ni tan siquiera quiero intentarlo. Por eso debo cerrarme al mundo que me rodea. Querido diario: tú eres todo lo que tengo. Tú eres mi único refugio para escapar del virus, de los goblins y de este mundo odioso. llVaya, el palanquín va más lento y hay más tráfico en los caminos. Debemos estar cerca de la capital. ¡Cuánta gente! Creo que prefiero vivir en las afueras, incluso si la vida es un poco más aburrida. No me gustan las muchedumbres, pero más vale que no lo diga a los goblins. Lo que voy a hacer es ponerme el chal por os hombros y taparme la mano izquierda. Me arroparé con él.

Estoy en la capital de Brigantia. Las torres del Palacio Papal se yerguen frente a mí. Es increíble. Gogo me da empujones en el hombro. "Diosa, en ese palacio vive la reina papisa Cyrstin ll", me dice con su acento espeso. "Tienes que verla". ¿Cyrstin? Nunca he oído hablar de ella antes, pero también es cierto que no salgo mucho... "Es muy buena, muy buena", me explica Gogo. "Ella hizo que todo Til Vorg Occidental la aceptase como Reina".
Buena no sé, pero importante, parece que mucho. Me pregunto cómo será. Mi curiosidad desaparece en cuanto veo cómo me miran los transeúntes, con una mezcla de incredulidad atónita y de horror. Estoy segura de que miran a la parte izquierda de mi cuerpo. Ojalá tuviera un chal más grande. Nunca me querrá nadie.
Desde luego no los hombres que están mirando al palanquín con esa cara de pasmo. Ni las señoras que me observan disimuladamente desde las ventanas. Ni tan siquiera estas bestias de goblins que me transportan. Y supongo que esa Cyrstin reaccionará igual, claro. Un momento, aquí pasa algo raro... Tengo una especie de zumbido en el oído izquierdo. Al principio casi ni lo notaba, pero ahora... Se me va la cabeza por el ruido, casi no puedo escribir. Igual es que estoy perdiendo la poca cordura que me quedaba, pero juraría que el ruido dice algo... Suena como "no pienses en nada, no dejes que nada te llegue, bloquea todo lo que quede fuera de tu mente". ¿Será un mensaje del virus de biolito? Eso tendría sentido, porque nadie más que los biolitos será nunca amable conmigo.

Sí, eso es, debe ser el virus. Me está dejando atontada. Debe ser un mecanismo de defensa que bloquea las cosas que podrían hacerme daño. Debería ahora dejarme llevar, dejar que se adueñe de mi cuerpo, ahora y para siempre. El ruido es cada vez más fuerte y más profundo. Empiezo a recordar cosas nuevas, o quizá son más mensajes de biolito que me pasan por la cabeza. Voy a cerrar los ojos y me voy a concentrar en lo que dicen. Aunque creo que no lo anotaré en el diario. lllGogo me dice que es hora de que me levante. No sé cuánto tiempo he pasado absorta en el ruido, presa de mi mitad de biolito. Mi cuerpo está aquí, pero mi cabeza está en otra parte. O igual mi mente desapareció por completo hace mucho tiempo. Gogo me coge la mano. Más vale que deje de escribir. Bueno, pues estamos en el Palacio Papal, en una pequeña sala con una gran puerta. Gogo me ha quitado el chal y me siento desnuda. Por lo menos, sigo teniendo el diario.

-La nueva reina papisa, Cyrstin, espera detrás de esa puerta.

La tosca voz de Gogo me llega a retazos atravesando el ruido que llevo en la cabeza. Pero no me apetece esforzarme por oír lo que dice. Estira la mano para quitarme el diario. Le digo que me deje escribir una cosa más. Un rostro familiar flota en los confines de mi memoria, pero no recuerdo a quién pertenece. Estoy triste, pero no puedo llorar. Nunca podré.

cuando dios cierra los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora