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Tanto la elfa como la Reina Papisa esperaban ansiosas el encuentro. Una puerta de dimensiones colosales se interponía entre ellas.
-Wormak, ojala estuvieses conmigo. ¿Dónde estás? Te necesito...
Romili estaba de pie en la antecámara, ensimismada en sus pensamientos. El tiempo transcurría en su mente a un ritmo distinto al del mundo que la rodeaba. Del otro lado de la puerta, la reina papisa Cyrstin ll se incorporaba expectante en el trono.
-Diosa del Bosque... Tú me vas a garantizar el trono.
En la sala del trono, los sirvientes de la Reina Papisa permanecían postrados, con las cabezas inclinadas en señal de profunda reverencia. Los acompañaban elfos y jefes de clanes que habían sido convocados para la ocasión. Los goblins, que tenían vedado el acceso a la sala del trono, estaban acomodados indolentemente alrededor de Romili, a excepción de Gogo, que se afanaba colocando los pliegues de la toga de la elfa.
-La Diosa del Bosque –anuncio el ujier.
La gran puerta, atravesada a lo largo de los años por intrigantes, filántropos y cortesanos del más diverso pelaje, comenzó a abrirse.
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Una oleada de conmocion se extendió por la sala como las ondas de un estanque.
-¡No puede ser!
-Su parecido... ¡es increíble!
-¡Santa Edin!
El asombro se adueñó de los rostros de los elfos presentes. Su raza era tan longeva que muchos de ellos habían conocido personalmente a Edin Rose y Romili era su vivo retrato. Pero su expresión paso en un intante de la sorpresa al horror.
-¿Qué es eso que lleva en el brazo?
-Parece recubierto de... ¿de biolito?
Romili hizo como si no oyera los gritos ahogados a su alrededor, ¿Qué otra opción le quedaba? No podía ocultar la vulgaridad del biolito que cubria una parte de su cuerpo, por lo demás esbelto. Dejo que la anciana goblin que la asistia la condujese a lo largo de la muelle alfombra verde que llegaba hasta los pies de Cyrstin. Romili movia ligeramente los labios, pero el ruido de las exclamaciones ahogo sus palabras. Solo quienes estaban en primera fila lograron captar retazos de lo que decía mientras se aproximaba arrastrando los pies.
-Wormak, por fin te encuentro.
-Aquí no hay quien respire.
-No te preocupes, puedo andar sola.
Sus palabras no tenían sentido para los pocos que lograron oírlas.
-¡Que tragedia! – Se decían- ¡Que decepción! La diosa del Bosque vuelve por fin, pero con el cuerpo y la mente contaminados. ¡No hay duda de que alguna enfermedad de biolito la ha hecho perder la cabeza!
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-Es un placer conocerte, Romili –dijo recatadamente la Reina Papisa-. Yo soy Cyrstin ll, la nueva Reina Papisa de Til Vorg Occidental.
-Wormak, ¿Dónde esoy? –dijo Romili, mirando al vacio.
-Hablame de ti, cielo –dijo Cyrstin, intentando de nuevo entablar un dialogo con la joven-. ¿Es cierto que puedes controlar a los biolitos?
-¡Oye! –dijo Romili, pareciendo percatarse por primera vez de lo que la rodeaba-. ¿Por qué tiene todo el mundo esas caras tan largas?
-Perdonadla, majestad –dijo Gogo, sin levantar la vista-. Como veis, mi señora no está hoy en sus cabales.
Cyrstin, ignorando por completo a la anciana goblin, se dirigio al guardia que tenía a su lado.
-La prueba.
-Majestad...
A la señal del guardia se abrió la puerta situada a espaldas de los presentes. Un grupo de guardias de palacio revestidos de armaduras condujeron al interior de la sala a un biolito, un destructor de la maza cargado de cadenas y con el cuerpo atravesado de cortes que supuraban liquidos malolientes.
-Creo que es un buen momento para hacer una demostración –dijo Cyrstin por encima de los murmullos de los temerosos asistentes-. Romili, si es cierto lo que dicen, este biolito no pondrá ningún problema para ti. Muéstrame de que eres capaz.
Ignorando el creciente desasosiego de los presentes, los guardias de palacio llevaron al biolito frente a Romili y soltaron las cadenas que lo retenian. Cuando se sintió libre, la bestia aparto a sus captores como si fueran de paja. El caos se apodero de la sala del trono. Todo el mundo intento ser el primero en llegar a la puerta, excepto Cyrstin y Romili.
Algo en Romili atrajo la atención del Destructor de la Maza quien, levantando su arma, se apresto a asestarle un golpe. En lugar de eso, se quedó paralizado de repente: Romili habia apoyado su mano izquierda, la artificial, en el cuerpo enorme del biolito. Los pocos que no habia logrado abandonar aun la sala se quedaron atonitos ante el espectáculo. Cuando el Destructos de la Maza se arrodillo respetuosamente ante ella, Romili le susurro algo al oído y el poderoso cuerpo de la bestia se desarmo súbitamente y cayó al suelo convertido en un monton de piezas inconexas.
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El silencio reinaba en la sala mientras se disipaba el humo del biolito. Todos miraban a Romili con la misma expresión, que no era ni de sobrecogimiento ni de respeto, sino de puro terror, de pánico cerval. Pronto empezaron a resonar gritos en la sala.
-¡Qué horror! ¡Qué cosa más terrible!
-¡Bruja!
-Eso es, ¡bruja!
-¡Una bruja de biolito!
Romili permaneció inmóvil ante el abucheo. La muchedumbre formo un circulo a su alrededor, pero nadie se atrevia a acercarse, temerosos quizá de quedar ellos también reducidos a un monton de piezas humeante. Cyrstin se abrió paso entre sus súbditos.
La Reina Papisa, que no habia pronunciado palabra durante el alboroto, se detuvo ante romili, junto a los restos del Destructor de la maza. Cyrstin abrazo a la joven elfa con un gesto de desmedida compaion en el rostro.
-Pobrecita –la arrullo Cyrstin-. Siento mucho lo ocurrido. Si puedo hacer algo por ti no tienes más que decírmelo.
Abrazada a Romili, Cyrstin levanto la voz para que todos pudiesen oírla.
-Sea quien sea esta joven, tanto si es la Diosa del Bosque como si no, eria imperdonable por nuestra parte no apiadarnos de su situación. Es mi voluntad proteger a Romili en cuerpo y alma y desde este instante la declaro ciudadana de la nación de Til Vorg Occidental.
Ante las generosas palabras de su monarca, los presentes rompieron en aplausos, seguidos inmediatamente de oraciones destinadas a propiciar un buen futuro para la joven que, al fin y al cabo, tanto se parecía a Edin Rose...
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-¿Estas satifecha?
La voz, fría e indiferente, apenas se dejaba oir entre los gritos de júbilo de la muchedumbre. El susurro era gélido y afilado como el soplo de viento del invierno. Por eso le llamaban ventisca.
-Lo estoy –Cyrstin volvia a sentir que se le ponía la piel de gallina.
El hombre asintió con su gran capucha. Su rostro y su gran cicatriz resultaban apenas visibles en sus profundidades. Su mirada se posó sobre la forma ausente Romili en brazos de Cyrstin. La elfa que habia perdido su alma parpadeo dos o tres veces, en apariencia ajena a lo que la rodeaba.
-Wormu, ¿Por qué esta toda esta gente tan exaltada? –Murmuro Romili-. ¿Wormy? ¿Dónde te has metido ahora?