Cuando cierro los ojos puedo verte. Al respirar tu aroma me llega claro. Puedo sentirte con las puntas de mis dedos. Tus pestañas me acarician el rostro, tu aliento choca con mis labios, percibo tu calor en mi cuerpo.
Sólo cuando cierro los ojos tu presencia se me hace real, mi imaginación es un recuerdo y mis fantasías son ciertas. En ese momento estamos juntos y no hay dudas. El dolor no puede alcanzarnos porque somos perfectos. Cuando nuestra existencia se junta y se hace una y cada parte de mi y de ti ya no está herida y sólo está completa. Es en ese momento que creo.
Sólo así puedo considerarlo, que es posible, que puede suceder, que existe algo más que la soledad. Porque cuando pienso que alguien puede amarme y ya no lloro. Cuando mi corazón deja de estrujarse y mis ojos ya no arden con lágrimas que queman como magma. Sólo así puedo.
Cuando me permito el desear acariciar con cuidado, enredar mis dedos en tu cabello, besar, besar y besar. Suave, como si fueras de papel celofán, y luego presionar un poco más y usar mi lengua y memorizar tu sabor y tú eres tú. Y no me alejas, no crees que no lo merezco, sólo me tomas entre tus brazos y me aceptas y también acaricias y también aprietas y también abrazas y también besas. También me quemas como lava y me limpias y me aceptas.
Y yo quiero morirme en ese instante. Que me sofoques, que termines conmigo. Porque no quiero ser nada más.
No quiero ser alguien que no ames.
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Microcuentos
OverigAquí escribiré pequeñas historias que pueden -o no- tener relación entre sí.