Cómo nos conocimos

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Sobre Joaquín todo me parece un poco mágico. Desde que lo conocí lo catalogué en mi mente como un personaje de novela, por eso estoy escribiendo estas páginas. Y, en este caso, me atreví a no cambiarle el nombre al personaje porque no encontré ningún otro que le quede mejor.

Jamás en la vida estuve con un desconocido en un boliche. Jamás. Porque tengo miedo que el alcohol me traicione un poco y no sea quien me parecía, también porque lo que me gusta de un chico es el combo y no solo la imagen. La inteligencia, su carrera profesional, sus intereses. Sin embargo, cuando Joaquín me sacó a bailar y lo miré, por primera vez en mis 21 años, no me pude resistir. 

Rubio, con manos callosas de trabajar en el campo, brazos fuertes y ojos color miel.  Su carita lo hace parecer cinco o seis años menos de lo que realmente tiene, por eso a lo largo del tiempo lo apodé para mí misma como Dorian Gray. 

Bailamos toda la noche, también nos dimos besos que me hicieron tocar el cielo. Me di cuenta que era mi clase de chico enseguida y no quise perder la oportunidad:

- Dame tu Instagram así algún día me invitas a salir. 

Nos reímos. Me pasó su Instagram y su teléfono. Yo también le pasé los míos. Ya había pasado como una hora desde que me había separado de mis amigas, así que le avisé que tenía que ir a buscarlas porque en cualquier momento seguro se querían volver y ellas venían a dormir a mi casa. 

- Pero acordate de invitarme a salir, eh.- Le insistí con falsas esperanzas. Total, es un flaco del boliche nada más. 

Pero cumplió. Dos semanas más tarde me llegó su mensaje preguntando si hacía algo al día siguiente. Me importó poco no ir a cursar a la Facultad a la noche, el madrugar para ir a trabajar o las tareas que tenía pendientes. Sin pensarlo le dije que salgamos. Desde esa noche en el boliche me había dejado un no sé qué que hacía meses no sentía. Jueves entonces. 

Al día siguiente, cuando me pasa a buscar, lo veo esperándome en la puerta de mi casa con una moto. Me revolvió un poco la panza. La última vez que había andado en moto con mi viejo, hacía un par de años atrás, chocamos a un perro y casi salgo disparada hacia el suelo. Nunca más me quise subir a una... por lo menos hasta ahora. 

Me subí y lo abracé bien fuerte de las caderas, mientras recorríamos las calles de Buenos Aires y sentíamos el viento del fin del invierno. Me llevó a un bar que a las horas se convertía en un bolichito. Yo cerveza, él - como siempre - con su fernet. 

- ¿Qué tres palabras usarías para describirte? - Me tiró, dejándome un poco descolocada. 

- Jajaja qué pregunta difícil che. No sé... Apasionada del laburo... eh, terca. Ay, no sé, empezá vos.- Le contesto. Sonrío por dentro igual. Nunca había arrancado una cita de esa manera, tan fuera de lo banal. 

- Soy frío, nunca tuve novia y soy bastante cabeza dura. - "Ah, cagué", pensé por dentro. 

Igual hoy puedo decir que un poco mintió, o por lo menos lo hizo sin saberlo. Cada vez que estamos tirados en una cama después de haber tenido sexo, me acaricia, me llena de besos,  y yo sonrío y pienso que tan frío no era después de todo. Aunque tiene sentido el por qué lo dijo. 

Tiene 24 y su papá murió hace un par de años atrás. Su viejo tenía 78 años y un cáncer de páncreas y, como era médico, supo que se encaminaba a la muerte antes que cualquier otro doctor le haya dado las malas noticias. 

La muerte fue dura para él y heredó el campo familiar junto a su hermano. Joaquín estudió para poder administrar todas las hectáreas y hacerse cargo del legado, así que este año, ya recibido, agarró sus cosas y se mudó a un campito en la Provincia de Buenos Aires. Solo, en una casa enorme, me cuenta que todas las noches antes de dormirse se toma un fernet para relajar después de todo un día galpando arriba de un caballo y arreando a los novillos. 

Por eso no puede venir tanto para Capital y tampoco lo puedo ver siempre. Siempre, al final, es ver que no surja nada que lo obligue a quedarse en el campo más tiempo del esperado y que pasen dos o tres semanas antes de volvernos a encontrar.

Esa noche también me admitió que le fue muy duro pasarme a buscar:
- Vivís en el mismo departamento en donde vivía un amigo mío. Este verano se mató en la ruta con la novia. 

Qué nochecita. Hablamos de política, de la muerte y nuestros ideales. De sus amigos y de su viejo. Nada de cómo esta el clima hoy y qué música te gusta escuchar. Bailamos cuando el bar se hizo boliche y pegados, al ritmo de la música, ya no sabía si estaba ebria de alcohol o de sus besos.

Joaquín me entró por otro lado y por eso, un par de meses después, me quiero matar. Porque en la intimidad de este diario puedo admitir y poner en palabras por primera vez que eso fue lo que hizo que me haya gustado tanto. 

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⏰ Última actualización: Nov 16, 2018 ⏰

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