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Cierro los ojos, analizo el por qué demonios me ha nacido la duda de la nada. Ha tenido antojos de su famosa comida, tiene náuseas, y, y, y... ¡Mierda! No estoy psicológicamente preparada para esto, ni siquiera tengo tiempo para mí misma. Pero yo estoy perfecta, no siento absolutamente nada. Bien, lo hecho está hecho y ante ello no hay remedio. Cojo la prueba y me atrevo a verle, ¡Aquí no ha pasado nada! Hay solo una rayita, y eso me pone contenta. La puerta se abre de forma abrupta.

—Jodido animal —le digo enojada. ¿Por qué demonios abre así? —Sigues de idiota, ¿No te ha parecido suficiente?

— ¿Qué haces con eso? —señala mis manos. Lo que jodidamente me faltaba.

—Una prueba de embarazo —le respondo con obviedad. La giro en su dirección para que pueda observarla. —Y ha salido negativa. Es perfecto.

— ¿Te has sentido mal?

—No, y mejor olvídalo. Esta prueba jamás me la hice. —La tiro al bote de basura, y camino en dirección a la puerta. —Que haya salido negativa es lo mejor que pudo suceder, yo no quiero más hijos tuyos.

—Quiero hablar contigo —me dice sosteniéndome del brazo. Con un movimiento consigo safarme de su agarre.

—Pues fíjate que justo ahora no tengo tiempo. Mis hijos esperan por mi abajo. Así que, con su permiso, señor Zimmerman. —Murmuro con sorna.

Me voy, no estoy para ningún tipo de conversación, no en este momento. Le dedicaré horas y horas por completo a mis niños. Están en la cocina, sonrío al ver a mi hija mostrándole unas técnicas de natación a Sawyer, y el pobre hombre hace caso a lo que ella dice. Le libero de mis dos incansables, y me los llevo a la piscina, donde dejo que Rose entre con los flotadores en la parte menos profunda, me meto al agua y me siento en las escaleras para que Manuel también pueda jugar con el agua, uno de sus chapoteos moja a mi hija, y ella en su juego le devuelve unas cuantas gotas con la mano, a lo que él sonríe. Ayudo a mi pequeña en sus clases de natación para su hermano, mi niño no tiene ni la mínima idea de lo que le dice, pero le regala muchísimas sonrisas, soniditos que me llenan de felicidad.

Sin incansables, nuestros pies y manos están totalmente arrugados por estar tanto tiempo dentro del agua. Pero al contrario que a mí, a Rose no le importa, y a Manuel, él ni siquiera es consciente de lo que pasa, solo se dedica a jugar. Mi hija salta de la orilla de la piscina para caer en el agua, las gotas de agua que nos alcanzan, son la diversión de su hermano. Mi estómago hace ruidos, tengo hambre, y supongo que la hora del almuerzo está cerca.

—Rose, nos saldremos un rato. Iremos a comer.

—Mami, yo quiero quedarme aquí. ¿Puedo?

—No, mi vida. No voy a dejarte sola aquí, es peligroso —le explico. —Necesitas comer.

—Mami, por favor —su gesto de súplica me conmueve. Y esas pestañas al revolotear, me pueden.

Le sonrío, mirándole con amor. Es tan tierna cuando hace eso. Es que yo me la como.

—Me quedaré con ella —mi vista se dirige a la puerta. Paul está ahí, se ha puesto su short.

—No, mejor vamos a comer —dice mi niña. Mi corazón de mantequilla, aún está sentida. —Vamos, mami.

Salgo del agua, y le espero para que ella también lo haga. Él la llama, pero ella niega con la cabeza y se abraza a mis caderas para ocultar su cara.

—Ven conmigo, Rose —le pide, acercándose.

—No —vuelve a negarse.

—Rose —murmura cerca de ella, la separa de mí y la lleva a sus brazos. —Lo siento, pequeña. No quería gritarte, y no es excusa, pero no estaba bien.

TRES ZIMMERMAN PARA UNA GREY (THREE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora