Desde siempre te pensé, aún y cuando no comprendía nada de ti. Conforme crecía, cada vez te hacías más presente en mi vida, sin embargo, siempre como algo pasajero, aunque siempre constante, siempre ahí.
Seduciendo mi mente, con una falsa promesa de amor, pero siempre intentando calmar mi dolor, calmar un dolor profundo que, hacía que constantemente te aparecieras en mi mente.
Poco a poco fui entendiendo más lo que hacía que fueras tan atractiva para mi, o al menos eso creía; siempre idealizando cada aspecto de ti, siempre intentando hacerme creer que valía la pena llegar a ti.
Me sentía co-dependiente de ti, siempre en mis pensamientos, esperando por mi llamado, un llamado que sería muy fácil, un gran grito de ayuda, que al final, solo puede ser escuchado por ti. Por mucho tiempo pensé que tú eras mi vieja compañera, siempre constante en mi corazón, en mi corazón tan lleno de dolor, tan lleno de coraje, tan lleno de arrepentimientos y tan escaso de vida.
Te fuiste adueñado de cada uno de mis pensamientos, y con cada pensamiento nuevo, que te pertenecía a ti, hacia que sin darme cuenta, me fuera perdiendo, en lo que llegue a creer era tú cobijo, y aunque seguía sin tenerte frente a mi, cada día estába más seguro que nuestro encuentro sería algo inevitable.
Pasaba mis días y mis noches pensando en cuál seria la mejor forma de atraerte a mi vida, planeaba con detalle lo que sería nuestro encuentro, quería que, todo fuera perfecto, pensaba que al menos nuestro encuentro, podría llegar a ser la única manera de hacer las cosas bien, tú pintabas a ser lo único bueno que haría, porque si algo sabía era que, desde que nací, estábamos destinados a ser.
Deje pasar unos cuantos años más, porque quería estar seguro que tú serias la indicada para mi, pero entre más esperaba más seguro estaba de querer estar a tu lado. Seduciendome con tu belleza, hacías que día a día soñara con estar a tu lado, soñaba con ser parte de ti, soñaba con poder volvernos uno mismo.
Fué hasta ese día de otoño, en el que el viento golpeaban las hojas de los árboles haciéndolas caer, cumpliendo así, su objetivo en esta vida; esa fría noche de otoño, en la que todo había ido mal, haciéndome sentir todo, pero deseando no sentir nada, cuando escuche tu envolvente susurro en mis oídos «ven a mi, es tiempo, te estoy esperando» su delicada y sensual voz hizo que sus palabras se clavaran como espadas en lo más interior de mi alma; observe a mi alrededor, sin lograr encontrarte.
Desesperado por no encontrarte, pensaba en que era lo que yo tenía que hacer, para captar tu atención, era nuestro momento y de eso estaba seguro, solo tenía que llamarte con tantas fuerzas, para que lograrás escucharme. Hize todo lo que estuvo en mis manos para hacer que llegarás a mi, sin embargo, mis fuerzas se estaban desvaneciendo a cada segundo que pasaba, haciéndome caer rendido sobre mis rodillas, sin más fuerza dentro de mi.
Fué en ese momento, en el que no podía más, cuando te presentaste ante mi por primera vez, regalandome toda tu atención. Yo no me había dado cuenta de tu presencia en mi habitación, fue hasta que tomaste, con tus frías manos, mis muñecas, haciéndome estremecer. Al abrir los ojos nuevamente, fue cuando te vi, tan bella y peligrosa; observabas tan fijamente mi mirada, como entendiendo en ella todo lo que te había anhelado a lo largo de mi corta vida.
Pasaste tus blancos dedos sobre mis brazos, tan lentamente, haciéndome sentir tu suave tacto sobre mi piel; llegaste a mis manos, y las tomaste con tanta fuerza, que llegue a sentir que se rompía cada uno de los huesos de mis manos. En tus ojos logre ver peligro, un peligro que inundaba mi mente de preguntas, a las cuales no lograba encontrarle respuestas.
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Te veo en el final
Short StoryEste es un One Shot que le escribí a la muerte hablándole de la vida, espero les guste.