El Destino Imprescindible

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    Siento como si hubiera sido ayer, o quizá hace años cuando por primera vez, tristemente te vi. No podía ocurrir de otra manera, el destino supongo que siempre lo quiso así, pero ¿de yo haber deseado esto?, no lo creo. ¿Desear qué? Dirás. ¿El final de mi vida como un cúmulo de dolor indescriptible, esperando ávido el momento que caiga, y nunca cese de caer? Esperaría un no, pero qué más da. Sólo se puede decir sí. Desearía poder abrazarte, decirte lo mucho que te extraño, cómo también culparte eternamente y torturarte hasta que el sol se cansara de alumbrar la llanura de nuestras almas. Desearía decirte lo mucho que odio al imbécil por el cual me he visto, reemplazado, comparado, ahuyentado,humillado y quién sabría decir qué más. Cómo tuve que lidiar con el adiós de la parte que formabas en mí, decir hasta nunca a todas las ilusiones, tristes y desesperadas que a diario formulé. Como me odio por ser quién soy y no sentirme capaz de dejar de extrañar tu aroma y tu piel. Como deseo que la vida caiga sobre ti en forma de piedra compacta y obesa que nadie pueda levantar. Cómo deseo volver al día en que te vi y soslayarte de alguna maldita forma, aunque me costara la vida, para escapar del violento miedo, ahogante, invasivo que hoy me oprime el pecho con una espada forzada al filo de lo implacable en donde las palabras no mienten y mi lengua se atora... espera, ¿qué? En el campo, el sol quema de distinta manera, o al menos así era en donde transcurrí mis días de verano. La vieja historia nació, supuestamente de un niño inocente que mientras bajaba de uno de los cerros más altos, en dirección a la casa de su abuela, se durmió en el trayecto. Según dicen pasaron 3 hombres a caballo por su lado robándole su cesto de frutas y lo pusieron a dormir bajo el sol inmóvil,dejándolo incapaz de despertar sino después de tres días. Una intensa búsqueda se había desatado por el pueblo en aquellos nefastos 3 días. Se dio por perdido, algunos decían que lo vieron subirse a una carreta en dirección al sur, otros, los menos lúcidos, dijeron que fue obra de entes del "más allá", mientras los más ancianos entristecían, pues, sabían de alguna manera que aquel niño aún dormía y 3 días era demasiado. Una noche, de madrugada, mientras unos  hombres cazaban divisaron a lo lejos un niño perdido corriendo en círculos. Recordaron la vieja historia y se acercaron impávidos a ver que sucedía. Cuando de cerca, tocaron al niño por la espalda, este se volteó en un pestañeo y los 3 hombres se estremecieron, sintieron una corriente indescriptible por todo el cuerpo que los dejó como petrificados al suelo. Vieron en los ojos de aquel niño un vacío interminable, oscuro y tenebroso: su destino. Parecía ser que sus ojos estaban calcinados y perdidos por el sol. Corrieron despavoridos en cualquier dirección,buscando ayuda. Se acercaron a una vieja casa que apenas lograron ver, pero ya era muy tarde. Lentamente cayeron uno a uno muertos frente a la soberbia luna,mientras sus rostros parecían iluminarse, por todas las estrellas, del vasto e inalcanzable universo. La primera vez que llegué a ese pueblo, antes de darme la bienvenida me relataron aquella historia que te acabó de compartir, ¿porqué? No tengo idea. Me pareció ser una especie de ritual para todo aquel que llegara por primera vez. Cómo yo era un forastero, debía por supuesto oírla,asimilarla y más tarde superarla, pues muchos del miedo no volvían jamás. El día en que emprendería mi viaje a aquel pueblo el sol alumbraba indistintamente igual, difícil de notar, pero fácil de percibir. El frío ya se disipa entre los transeúntes cuando alisté mis maletas y limpié mi desorden de mi cama. Caminé a la estación y zarpé en lo que serían unas buenas vacaciones a unos cuantos kilómetros de mí ciudad. El bus tardó horas en llegar, y de no haber sido por el calor que de un momento a otro empezó a calcinar el interior del bus seguiría sonriendo al verlo por las mañanas. El asedio del sol se impregnaba en cada brisa que con valor entraba por la ventana. Los asientos mojados de sudor escurrían por debajo dejando charcos, y los viajeros, perdidos en el trayecto dormían del sopor. Recuerdo oír las quejas del chofer mientras a través del parabrisas el sol quemaba sus pestañas. Se esforzaba por mantenerse en la ruta,pero los rayos del sol implacables atravesaban sus pupilas hasta la retina haciendo que se escapara por completo de la pista. Los pasajeros asustados gritaban del miedo y más de alguno despertaba del sueño perdido, mientras detrás el daño irreversible se alejaba en el horizonte. Recuerdo sentirme tímido,observando desde mi asiento cómo se me homenajeaba por mi visita con grandes reverencias de buena suerte... qué estúpido. Mientras el bus atravesaba la frontera que define una aldea de sus afueras, esa divisoria línea, no tenía idea de lo peligrosa que podía llegar ser. Jamás creí entrar y, no volver jamás,perderme dentro de la oscuridad absoluta e ineluctable. Al cruzar aquella línea no hubo vuelta atrás, me invadió el recuerdo del día en que decidí escapar, y no sería para menos, pues escapar de mi vida no era tarea fácil ni lo sería jamás. En aquellos días, en cada nuevo amanecer mis ojos cambiaban, como si otra persona asimilara la vida a su alrededor a cada instante. No era yo, pero definitivamente era yo, siempre miraba yo, pero dentro era otro el que se cuestionaba sin cansancio, por qué. Mi departamento tiene un ventanal gigante que apunta hacia la plaza central, en el doceavo piso. Podía observar a diario como todos caminaban vivos, devotos a la felicidad, y no podía dejar de confundirme en sus rostros, como si no fueran ellos ni yo fuera yo. De la manera más obvia, en la que todos lo creen, yo tampoco tenía a nadie que velara por mí, pero eso no es tema, nada es tema aquí, solo el odio de creer que en lo que no es cierto pensando en el día que se volverá real. Mi olvido, el terrible asedio del olvido era mi compañía y con el tiempo se volvió parte de mí. Día tras día el ahogo de cómo todo concurría frente a mis ojos, y la vida tendiendo a conducirme a la nada me hacían sumergirme dentro canciones desesperadas,intentando llenar el silencio de mi interior. Por días sentía todo tan igual,presionaba el mismo botón del ascensor, compraba el periódico en la misma esquina, y siempre al leerlo me parecía ser siempre las mismas noticias del día anterior, caminaba de regreso y creía ver las mismas personas rondar la calle,todo se sentía tan simple que no lo podía soportar. Por las mañanas despertaba de la misma manera, con los rayos de sol rebosando a través del ventanal, abría mis ojos y podía ver la desesperanza; me disponía a pugnar otro aciago día. Debo mencionarte también que era fotógrafo, trabaja para una revista de mala fama,que por supuesto, nadie leía. Mis órdenes: fotografiar todo aquello que produjera bienestar, y me costaba en gran manera. Siempre fotografiaba lo mismo, y mostraban mis fotos en la última página acompañaba de una estúpida frase motivadora. A veces caminaba horas tratando de ver algo que fotografiar,pero me sentía ciego, parecía ser que nada me producía encanto, todo me era igual e insensible no sabía apreciar nada. Nada estaba bien con eso, pero porqué no lo estaría, disfrutaba de ser yo, un hombre imbécil, que tenía tiempo para criticar todo y a la vez no lo tenía, me imaginaba siendo normal y disfrutando de la vida como todos lo hacen, pero no, no podía ser así. Al llegar a aquel pueblo, luego de que el bus hirviendo se alejara de mí, caminé por la calle principal en un acervo de piedras y polvo que con el viento se envolvían alrededor de mí. Los extensos prados de verde mecían junto al día que con ansias pareció aguardarme. Con ayuda de los locales consulté por el único lugar para hospedarme un par de días. Pagué mi estadía en una vieja casa de reposo de pordioseros dormitorios y un rancio bar atendido por los mismos dipsómanos de siempre. Al entrar noté enseguida como la techumbre parecía caerse a pedazos, si bien pensé en las noches cuando crujieran las maderas húmedas de años y se cayeran a pequeños trozos sobre mi rostro, no me importó. Me entregaron unas llaves oxidadas hasta los tuétanos para ingresar a mi dormitorio dónde apenas cabía yo. Removí el polvo de la repisa, sacudí el embozo de mi triste catre y me dispuse a beber un trago. El primer día debía comenzar así,improvisado, sin planes y guiándome por el absoluto deseo de la desaparición.La atmósfera se sentía irreal, como si el tiempo en aquel lugar no pasara, los verdes prados ondulaban frente al soberbio sol, que cómo dicen, quema distinto. Los habitantes se movían en pasos capturados por el viento, el día les caía como nieve quemándoles la incertidumbre, sin apremio me observaban y me soltaban vez que podían una sonrisa. Sonrisa caída de días, de seguro era la misma aburrida sonrisa que recibían todos los forasteros de aquel lugar. Aun así, se sentía bien devolverles la mirada con un gesto de paz (fingido por supuesto)acompañado de una sonrisa milimétrica y sentir como si los conociera de toda lavida. No me importaba. Descendí por las escaleras, me incorporé dentro del bar,saludé a algunos hombres que parecían ser clientes habituales, y me senté junto a la ventana. El sol ya comenzaba a ocultarse detrás del horizonte, el humo del tabaco envolvía el ambiente tiñéndolo gris y los cigarros desfilaban sobre las bocas de los hombres tan rápido que era imposible ver cómo. Detrás de algunas mesas, sobre un escenario endeble las notas escurrían sobre el piano en una sintonía habitual de un día como aquel. A lo lejos un hombre que parecía aún caminar con regularidad se acercó mientras yo seguía observando los dedos del hombre sobre el piano. Los cigarros, comenzó diciendo, aparte de desfilar sobre las bocas de los hombres, caminan. Es triste saber que de vez en cuando se aparean dejando cenizas en el lugar, quemadas, por supuesto, y con aroma a oxitocina. Los cigarros se llevan bien en este lugar, al igual que los humanos,el humo que se comparte, se impregna en la piel, el calor del consumo se saborea, y el dolor del adiós brilla cuando bajo tus pies, muere. El olvido escosa del mañana, pero aun así desea volver, aquel deseo pisoteado bajo tus pies desea aparecer otra vez en tus labios, disolviéndose en humo, y mientras sus dedos se buscan entre otros dedos. El hombre se puso de pie y caminó fuera dela estancia. Sonará extraño, pero es cierto, comprendí que la hora de acercaba.Entre humos y desesperos comencé a beber esperando poder reducir la tensión aún acumulada de la ciudad, la vida e incluso de mí mismo. El ahogo prematuro de mi interior era prioridad sobre todas las cosas, olvidar quien era sólo se podía conseguir de una manera. Un sólo vaso no hará el trabajo completo, pensé, por ende, decidí tomar otro. Dos tampoco harán bien el trabajo, y por si lo piensas, no, claro que no me excuso. Al rato con urgencia necesité de otro vaso, y luego de otro, para en seguida beber otro, así entonces bebí uno más,debido a esto tomé uno más, para así beber... otro. Creo que de tanto beber me embriagué, algo que no formaba parte del plan, pero sucedió, como suceden todas las cosas imprevistas. Desperté en la pradera, ahogado en alcohol y mirando el cielo. Recuerdo sentir la brisa oscura, el frío penetrante hasta el alma, el hielo que recorre la piel desorientando; los árboles perdían sus hojas debido al viento, y yo, perdí mi cordura cuando al levantarme vi al niño rondando en círculos. A lo lejos pude apreciar a los tres hombres descansando bajo la luna,el tiempo los consumió, al igual que el destino lo haría conmigo. Desperté en mi cama, apenas pude recordar la gran melopea de la noche anterior. Al levantarme sentí una presión en mi cabeza gigantesca, el mundo giraba sin parar, las náuseas estaban por matarme. En un pueblo perdido de la ciudad, ha de existir la cura perfecta para un malestar cómo este, pensé; y la mejor cura debe ser natural. Caminé entre calles casi abandonadas por el sol, la sombra delos árboles inmensos a mí alrededor me engullía. Roce los verdes prados con mi mano en busca de una casa perdida entre las flores. Según dijeron en el bar y lo poco que pude rescatar de sus bocas empapadas de alcohol, la anciana herbolaria vive sola, escapó para siempre de su propia sociedad que ella misma imaginó, y construyó su casa en periodo de guerra. Anhela la visita diaria de quien sea que consulte por sus recetas. El hombre de hoy seré yo, pensé y miré por la ventana para asegurarme de que sol aún iluminara las extensas praderas de campo. Las flores de la casa tendían a desaparecer con el tiempo, no se marchitaban para su propia deshonra, sino que desaparecían en completa agonía. La luz se entreveía a través de las paredes, el tiempo se añejaba entre el aire y se podía saborear de tanto sobreabundar. La herbolaria, al verme, no hizo más que hacerme beber agua con una de las flores que arrancó de las paredes. Mientras mi estómago se retorcía habló de recuerdos, aquellos que se pierden dentro delos nuevos, de flores desaparecidas y de mí. Con sus ojos clavados como flechasen mi pecho advirtió que el destino es lo imprescindible de la vida. Cómo hubiera sido si esa flor no hubiera sido plantada en el segundo perfecto en que tendría ansias de borrar su existencia. Si de tanto llorar entre su sociedad imaginada no hubiera deseado correr de sí para luego construir su casa sobre las semillas, y yo de tanta ingenuidad hubiera partido a merced de la vida hasta ella. Morir las horas, decía, los segundos entre tus ojos vuelan a conocimiento del día en que olvidaste ser y sólo ser, nada más es necesario. Dejar de perder entre aquello que fastidia, morir y enfrentar la verdad perdurable, perfecta y apacible. No conocí hasta el día de hoy el sonido del viento chocando contra mí, las horas pasan, el sol se pierde cada día detrás de la misma ventana, la luna brilla al igual que el día en que nací, las estrellas mueren detrás del mismo polvo que ahuyenté, la muerte interna se ciñe dentro de lo que aún no lo logro razonar y me captura en sus redes. Redes de cristal que no rompen ante los golpes, pero se besan frente a mí. Qué cambió logré, me pregunto cada mañana al repararme. ¿Aún me vierto gasolina para vivir la vida que desean que viva? ¿Aún desaparecen las flores como los humanos sin dejar rastro? Esta casa y yo los observamos, de cerca, tan cerca que se oyen las lágrimas falsas de ti cuando de tu boca dices lamentarlo. ¿Cuál era tu propósito de visitarme? ¿Será que acaso lo sabes? Pensaste que al embriagarte llegarías hasta aquí, no ¿cierto? Nadie lo hace, y no es para asombrarse. Soy una herbolaria, lo sé, pero si quiero no lo soy, y si digo que no lo soy, ¿me creerás, volverás a visitarme?, ¿Volverás a mirar a ambos lados antes de cruzar la calle? ¿Obedecerás tu patrón infranqueable de vida para no estallar en llantos? ¿Oirás la misma canción todas las mañanas para dejar de olvidar que eres tú frente al espejo? Observándome directo a los ojos la puerta de la entrada crujió y se abrió con la fuerza del viento. Debí partir. Afuera se apreciaba como el sol se desparramaba sobre el horizonte quemando la línea infinita hasta mí. Caminé entre las plantaciones de trigo hasta el bar dónde volví a tratar de embriagar mis pensamientos, y me cuestioné. ¿Será que acaso hay algo de cierto en lo que oí de la sucia boca de aquella mujer? No pienso jamás en que hago y por qué lo hago, no deseo ser un autómata y mientras más lo evito, más lo soy. No entiendo el significado de las cosas ni menos de por qué ocurren y jamás me lo he preguntado. Que queda para mí, será que mi destino ya se escribió y no puedo hacer nada por cambiarlo, pues si lo hago algo distinto,era el destino que lo predijo. Y si el recuerdo que tengo de lo que soy es una falsedad inventada por mí para encajar en el mundo. Las palabras que de su boca escaparon ahora me gritan dentro de mis oídos opacando el recuerdo de qué hago aquí. El alcohol está haciendo efecto, necesito descans... Desperté con mi cabeza apoyada en el mesón. De seguro el alcohol me venció otra vez, pensé. Secándome la saliva de mi mentón,miré el sol que aún se dejaba ver entre el horizonte, los vasos de alcohol vacíos me rodeaban y por supuesto, no recordaba nada, excepto algo que creí ser un sueño. Eran las 12:03 de la mañana, la hora perfecta y el segundo indicado cuando de mi trabajo llamaron. De alguna manera sabían dónde estaba y aun estando de vacaciones me pidieron que fotografiara algo natural para incluir en la nueva sección de la revista, "Brisas". Agregaron además una suma de dinero para persuadirme que aceptara. Subí hasta mi habitación dónde entre los bolsos busqué mi cámara. Entre ropa sin lavar, bajo las maletas casi olvidadas de algún modo estaba allí y jamás recordé haberla traído. Afuera el sol alumbraba de costumbre, quemaba algunos párpados y rejuvenecía otros. Salí de la estancia y caminé en dirección a donde fuera, dejé que el viento me guiara. Mientras mi estampa se deslizaba entre el delgado día que parecía desaparecer llegué hasta un cerro. Alcé mi vista hacia arriba y vi una larga cuesta así que tomé otra dirección. Sabía de alguna manera que en alguna parte estaba el epicentro de todo, seguí caminando. Ya el sol comenzaba a caer sobre el horizonte, tímidas las estrellas comenzaban a asomarse cuando me adentré en una vieja aldea, con unas pocas casas abandonadas a las faldas del sol. Alrededor de un hermoso valle, unas gigantescas columnas de piedra emergían de la tierra casi rozando el cielo, en la cumbre el césped crecía y se iluminaba por el sol. Mientras caminaba con mi nuca tocando mi espalda y tratando de descifrar la punta de las columnas pregunté a un lugareño que secretos escondía este lugar, pues aquí todo es un misterio. Señaló que estar aquí es un gran riesgo, pues es un finque ya tuvo un comienzo. Mientras sus palabras enrevesadas daban vueltas en mí,ya él desaparecía entre los pastos. Recordé aquel niño de la vieja historia, y temí, pero en la lucha de creer siempre ganaba mi escepticismo, así que seguí caminando hasta adentrarme en lo profundo del valle. Algo dentro de mí me impulsaba, no me detenía y comprendí, de alguna manera que era el maldito destino. En un instante a lo lejos pude observar un árbol más alto que todos los que habían allí, supe en mi interior que ahí era, culminar de alguna manera, por esforzada o desagradecidamente, mi vida. Corrí con mi cámara en mi mano entre rocas, hoyos profundos en la piedra, cavidades sin fin dentro de lo que podía apreciar hasta un árbol hondo, difuso que entre todos los demás se confundía. Un árbol bajo la sombra lejana de otro, oscilante al unísono de mi asombro. Entre la hierba, bajo el lejano sol y junto al destino imprescindible,te vi. Descansabas apoyada en un viejo tronco con un libro en la mano. De alguna extraña manera todo debía ocurrir así, exacto, para llegar hasta allí en el segundo indicado, ni antes ni después, desde un comienzo que partió a la hora indicada hasta el comienzo otro que ya tenía un fin. Te conocí muy bien,pues me quedé por horas mirándote a través de mi cámara, mientras luchaba con mis cobardes esfuerzos por hablarte, mientras el sol iluminaba tu piel,  tu vestido de flores se entretejía con el color del cielo, de las rosas, mientras tu cabello se dispersaba perdido por el viento, sentí pisar las nubes, recorrí las profundidades más abismales de cuestionarme que sentía y por qué no podía acercarme. Escondido detrás de mi árbol me refugiaba en el temor de un futuro incierto, del miedo de perderme en tus ojos y jamás volver a encontrarme,caminaba entre las dudas de porqué estabas allí y como todo debió de ocurrir así, pero de tanto pensar y perder el tiempo discutiendo la nada contra mí mismo, te esfumaste entre un haz de luz y una brisa cálida que recorrió mi rostro. Al día siguiente, desperté compungido, ya nada se sentía igual. No estabas bajo el árbol y tampoco en la aldea, no estabas en ningún lado de dónde desesperado te busqué. Ni en lo más profundo de mi alma, donde el vacío despierta la incertidumbre y las flores se marchitan de tanto esperar frente al sol;tampoco estabas. Y el bar de la estancia, dónde ahogué con ganas de sobra la tristeza, tampoco te vi. Otra vez los vasos sin lavar derramaban alcohol en mi garganta, el cielo caído me pesaba en la espalda, el piano agitado sonaba ensordeciendo mi mirada que sentía perderme una vez más dentro de los pestañeos que despertaban la oscuridad. Al despertar ahogado en alcohol, irremediable remedio de siempre, observé el árbol junto al niño corriendo en círculos una y otra vez, círculos y circunferencias aleatorias frente a mis ojos aterrando los segundos de mi poca lucidez, me acerqué exasperado como si esperara algo y frente a mí se deslizó entre una penumbra inquisidora desapareciendo. Se perdió dentro siluetas, de letras que se borran con migas de pan y de la poca luz que quedaba, aquella que reflejaba la luna alumbrando mi rostro, comencé a sentir que desaparecía yo también. Desperté en mi dormitorio. Hacía frío, el sol aún no salía por completo, el polvo se acumulaba otra vez sobre la mesa de luz, el catre rechinaba con cada movimiento que daba y el aroma a húmedo bajo el piso de madera vieja se acumulaba. Recorrí con mi mirada cada rincón de mi dormitorio, traté de analizar cada segundo de esta vorágine por la que debía pasar y sí, de seguro será otro episodio, una vulgar forma para describir el ataque de rencor y de furia conmigo mismo que experimentaba. Recordando las palabras de la sucia herbolaria que jamás volveré a ver porque nada aquí sucede, procure recordar de mi vida lo único que me haría sentirme vivo. El destino es imprescindible, la hora jamás espera y la inminencia, aquello implacable que aguarda por mi vida se siente cerca. El sonido de la lluvia, los días que ceñí a mis ideas, las horas que gasté navegando entre lágrimas comenzaban a despedirse de la intrascendencia de una vida sin recuerdos. Recordé los pocos días que me quedaban de descanso, pensé que debía volver a la ciudad,al trajín interminable, volver a luchar día tras día buscando algo que fotografiar. Sentir ver los mismos rostros al caminar por la calle, leer el mismo titular del diario todas las mañanas, oír la misma melodía de las campanas anunciando la hora y sentirme tan vacío... Descendí por las escaleras rozando el borde con la punta de mis dedos, busqué el asiento frente a la ventana, pedí un trago y mirando el vacío, viendo como por detrás del ventanal, el frío ansioso se perdía detrás de la luz del sol, mientras las cosechas de trigo oscilaban de un lado a otro pintando de amarillo el entorno, los caballos pastaban pasivos, la cerca de madera parecía caerse a pedazos, los caminos de tierra se revolvían en las piedras mientras el viento levantaba polvo, las mesas de la estancia se secaban del alcohol derramado, los vasos translucían las manchas de un mal lavado, las puertas detrás chocaban mientras más hígados dispuestos a trabajar entraban, pedí otro vaso más. Mientras el débil estero corría sin fin, el agua chocaba con las piedras en el fondo, los árboles y sus telas aborlonadas, bajo toda la necesidad del entorno y la soberbia del sol,entre la confusión del alcohol que ya no tenía sabor, en el mal recuerdo de cuantos pedí, después de la lucha inefable de mi pesadez te volví a ver.Caminabas sin mal, sin prisa, en dirección a la nada buscando la vida o quién diría si la muerte, me obstinaba cuestionándome si entre tus lentos pasos vagaba junto a ti la desesperación de un mal como yo, del utópico deseo de encontrarme. Dude en gran manera de ti, de si era yo el estúpido que no podía dejar de imaginar, o eras tú la que por siempre me buscó y el destino una vez más que jugaba al rompecabezas con el tiempo, y las decisiones. Vacié mi vaso,golpeé con furia las puertas, y me acerqué entre las ramas caídas. Los sables del sol quemaban con fuerza mi piel casi evaporando la cobardía y la rabia acumulada de incontables ocasiones en las que por poco rocé tus ropas, pero prefería esconderme en el miedo, en la ira ahogada de la noche. Codiciabas la vida mientras ignorabas todo tu alrededor, te sentías tan susceptible al olvido, a la vida temprana y al deseo tardío, a la consecuencia imperfecta e ilusoria de nuestros labios acariciándose, a la entrega desmitificadora de la verdad. Y mientras el día caía sobre mí con piedras golpeándome con su coraza de hierro, tú deificabas el ambiente inexorable evidenciando que, entre tú y yo, jamás existiría la perdición recíproca, ni la muerte agonizante. Y por más que me perdiera en mis entrañas buscándote, y que soñara de día junto a ti cuando las horas sobran, por más que me esforzara en ser normal y caer dentro de la cultura popular perfecta, que dejara de ser un enfermo auto considerado,la memoria se muere y sólo vería la perdida idea de estar contigo, y de ser feliz. Pero en realidad, ¿eras tú lo que buscaba?, o ¿representabas en ti todo lo que pudiera desear? Me sentía estúpido, y aunque no quisiera ver que caminabas entre caos, y aceptar que bajo el cielo lejano brillaban todas mis decepciones,la luna se seguía haciendo más visible, más aún se podía esconder en ti, y me perdí dentro de mí soledad, la erosión del día aumentaba a paso agigantado, el calor del sol deshacía sobre mi piel y el frío de la noche traspasaba las paredes de mi cuarto. Comencé a dormir con mi vaso en mano, con las estrellas señalándome y entre mi mente, ignorando todo mi alrededor, sólo aparecías tú. Cada día caminaba sobre las altas matas de las cosechas, me adormecía sentado sobre añejos troncos que se caían a pedazos, rompía los cercos de púas, evitaba cada hoja que caía de los árboles, comenzaba a ignorar los saludo hacia mí, ya no temía de fingir, ni de caminar de noche, ni dormir sobre la agonía, todo para mitigarte, para que tu presencia invasora en mi mente se esfumara y se perdiera entre la memoria. Al llegar a la casa de las mil hojas me sentaba bajo el sol,se percibía el olor a hojas húmedas emanando desde el interior de la casa (o lo poco que quedaba de ella), y estando allí recordaba el viejo acantilado frente al mar. Aquel acantilado fue escenario pionero de los primeros suicidios que aquí se relatan. Corren rumores sobre el primer hombre en saltar a las rocas en punta que hay debajo, junto al mar enjundioso, jamás pudo dejar de despedirse,pues incluso hoy sigue cayendo. Cada noche me deslizaba entre la oscuridad hasta el, y sobre sus rocas en punta despeñando la nostalgia me llamaba con sus brazos abiertos. Sabía cómo terminaría, sería imbécil no asumirlo. El día en que te volví a ver, ondulabas tu pelo al son del piano del bar, que recibía la noche con una canción lenta, triste y esbozada. Me escabullí entre la multitud hasta mi mesa junto al ventanal, señalé al mesero y eché un corto vistazo hacia fuera, el día no respondía, parecía estar dormido, y entre sorbo y vistazo,sorbo, vistazo, mirada, sorbo, creí volver a verte. Entendí que me seguía, que jamás podía escapar de ella, o lo que representaba, todo es metafórico y nadase escapa de ello. Te perdías entre las notas escurridizas del piano, entre el fuerte aroma a viejo y para mi asombro, aunque no gran novedad estabas con un hombre. Noté escondido cómo aquel imbécil te miraba, se perdía dentro de tus pupilas, te anhelaba y deseaba justo como lo hacía yo. Desentonaba palabras desde su paladar para que cayeras a sus pies, y no podía soportar como parecía dar resultado. Gestaba con sus manos como tejiendo la cizaña y aunque pudiera profesar los versos más bellos de la historia, lo odié. Me cuestioné, una vez más las palabras invasivas que caían sobre mi mente asediándome, el recuerdo dela maldita herbolaria, el maldito sentir de no saber quién soy, de porqué estoy aquí, de porqué te anhelo tanto y no puedo dejar de ser yo. Caí en llantos, lágrimas subversivas,lágrimas que gritaban, pero lo notó, nadie se percató de mi presencia y como si mi sombra fuera lo único que se pudiera ver se ahogada en tristeza. Comprendí,comprendí por fin que la vida no era para mí, la felicidad, el alma llena de buenos sentir ya había encontrado su hombre, y entre muchos de ellos, yo no era el indicado. Viendo cómo lo mirabas perdida en sus labios, bebiendo y sonriendo, entre furias aparté mi vista hacia fuera a través del ventanal y pensé en como el destino se volvía imprescindible una vez más. Cómo todo lo que se podía dilucidar por más mínimo que fuera se cumplía, y por más que intentara cambiar algo, torcerle la mano al destino volvería a suceder una y otra vez. Me desesperaba en mi asiento mientras bebía sin control viendo todo suceder y sin tener la menor idea de qué hacer, me aparté a mi dormitorio. Me tendí sobre el odio, la pena, la frustración y casi ahogado en todo mi dolor, todo se volvió oscuro y sombrío. Desperté sobre el acantilado, a pasos del agua y las rocas en punta, la luna brillaba más que nunca encegueciendo la mirada, el mar rugía al impactar las rocas debajo y mis piernas tambaleaban con la fuerza del viento.Sobre el cielo se divisaba una sombra oscura que se movía con rapidez dejando una mancha detrás de ella, parecía estar perdida y sólo buscaba la salida, se confundía entre la bruma que a lo lejos se acercaba. Comprendí lo que sucedía,no podía aplazar más el día. Me levanté de mi catre, limpié el polvo de la mesa de luz, tendí la cama, lavé los vasos que había debajo de ella y me vestí. El día, al igual que todos los días, brillaba por la luz de sol, que jamás olvidaré que alumbra distinto. Por la ventana di el último vistazo a las plantaciones de trigo a lo lejos oscilando con el viento, el verde de los árboles cayéndose entre las hojas, los cercos de púas rotos en el suelo, los troncos carcomidos, los senderos de tierra y las rocas que parecían moverse con la luz del sol. Me despedí de los guerreros que aún se afirmaban del bar,danzando entre copas, despedí el ventanal y las mesas agrupadas alrededor. A pesar de que aún tenía días de vacaciones, partí, o más bien, escapé. Preferí volver al flujo constante de la ciudad, amanecer entre sollozos y deslizarme entre la multitud. Caminé hacia el bus, rozaba con mi mano las flores alrededor, pateaba las piedras y me entristecía de jamás volver a verte. Con el mentón adherido ami cuello me culpaba por tener que olvidarte, y de cómo parecía que jamás podría volver a tenerte. La frustración de no saber tu nombre ni de cómo hallarte me mataba. Me preparaba para dejar mi último respiro sobre este pueblo perdido y casi maldito, y cuando bajo el sol que quema, entre las ramas caídas,mientras tu piel relucía frente al sol y pocos segundos antes de partir, te vi.Estabas de pie, quieta. Las flores se agrupaban alrededor de ti, danzando, la luz que irradiabas se asemejaba a la del sol y sobre todas las cosas, tu encanto enceguecía. Temí más que nunca, no confiaba en mis propias palabras,pero el destino debía de cumplirse. Caminé hacía a ti entre pasos asustados, a tu espalda con mis manos temblando me esforcé por no acobardarme, no era momento para darse la media vuelta y huir, esta vez sería distinto. Alcé mi mano en dirección a tu hombro atravesando el miedo, la angustia permanente, la incertidumbre ahogante. Mi corazón palpitaba casi por fuera de mi tórax, mis piernas temblaban y cuando di el paso final, y mi mano se estrechó contra tu hombro, esperaba que voltearas, que mis deseos más obstinados se volvieran realidad, que mis sueños temibles se acabaran y que mi vida si hubiera determinar fuera a tu lado, pero no fue así, y jamás lo sería. Esperando que voltearas, te atravesé la piel, y en el día temible, bajo el pesar más imponente de mi vida, te desvaneciste frente a mis ojos, escapando de mí,envuelta humo. Recuerdo haber sentido el sol en frente de mi rostro, quemaba de cerca. El sentimiento de angustia y frustración parecían hablarme al oído. Al parecer era un día distinto, casi tanto que los árboles ya comenzaban a perder sus hojas, y yo dientes. La mañana de aquel día ya se había alejado. Mis manos se sentían frías, mi rostro ardía. Con mis bolsos en mis manos me sentía como un haz perdido de luz. Mi rostro palidecía y luchaba contra mi caterva de lóbregos días que me quedaban intentando lucir bien. La vida siempre se sintió distinta para mí y esta debía ser una de sus manifestaciones. Tu ausencia comenzó a doler más que nunca, el casi perdido recuerdo de cómo te fuiste, de tu desaparición eterna, fugaz, como una luz se desvanece en la oscuridad, me perseguiría por siempre. Deseaba huir, esconderme del viento mortífero que me buscaba, del momento en que no cesara de caer, del sol quemando mis pupilas frente al llano de mi desolación. Conjuraba palabras, y entrelazando penas,frases y horrores comprendí que era el destino el que me llamaba, aquel imprescindible destino que nunca me dejó de buscar. Me senté en un viejo tronco caído y recordé por última vez el adiós de la triste desventura de mi vida.Pensé en cómo tu no eras más que una ilusión de lo que siempre quise tener, una vida simple, sin errores ni penas que cargar, siendo igual que todos ahí afuera, en la ciudad. Perderme entre la multitud y añorar lo que todos añoran,escuchar palabras si sentido y sonreír. Caminar sin ver los mismos rostros al pasar. Y mientras las hormigas corrían entre sí y trepaban por mis brazos, los lazos del sol me tomaban por el cuello, aquel sol, fogoso y caliente no era más que yo mismo, la congoja irremediable de mí. Y las hormigas trepaban cada vez más, me envolvía en los brazos del adiós, tu rostro desconocido se aparecía en mi mente violentando todo. Aguardé paciente a que cayera la noche, cuando nadie me viera y el perdido niño corriera a lo lejos, y los jinetes se corrompieran frente a la luna. Mientras las historias que aquí se cuentan se perdieran entre las lenguas malhabladas, cuando mi visita tomara el mismo peso que palabras en una boca vociferando más palabras de más bocas y el fin se cumpliera como siempre debió ser. Caminé entre el sendero de pasto, a lo lejos el trigo seguía oscilando con fuerza, las estrellas se entumecían, el ruido del mar, el gran rugido de las olas rompiendo las rocas me aguardaba. Y con mis pies en el borde del acantilado, con la luna en mis dedos, con el viento puliendo mi estampa,mientras las rocas se perfilaban en punta abajo lo comprendí. Dejé mi último respiro frente al momento en que me desprendí del sol, de la luna, y de tu más   inexorable recuerdo, cayendo y cayendo en el más infinito placer del olvido.
 


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⏰ Last updated: Feb 01, 2019 ⏰

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El Destino ImprescindibleWhere stories live. Discover now