A Alba se le escurrían los cuadros de las manos, le pesaban los brazos y empezaba a ponerle nerviosa llevar tanto tiempo esperando. Su maleta y su mochila con pinceles y pinturas al óleo reposaban cerca de sus pies, y no les perdía la pista, mirando insegura a su alrededor. Siempre le había gustado poco estar quieta mientras todo el mundo parecía correr a su alrededor.
Justo cuando empezó a notar gotas caer sobre su cabeza, vio un coche rojo acercarse con la ventana bajada.—Rubita, ¿Subes o qué? —Alba dio un respingo y vio quién conducía.
—Joder Mari, que llevo 20 minutos esperándote. Estoy molida. —dijo Alba medio enfadada, aunque en cuanto su amiga le dio un abrazo se le pasó. María olía a una mezcla de colonia y tabaco que a Alba le parecía reconfortante.
—Lo siento cariño, de verdad. He estado ordenando un poco para que no te diera algo al entrar a nuestro nuevo pisito de solteros y verlo hecho mierda. Pero ya verás como vas a flipar, es que de verdad, a Carlos se le da todo mal menos encontrar piso. - dijo María con ironía arrancando el coche, y Alba soltó una risa mientras movía la cabeza. Se sentía afortunada de tenerlos, aunque fueran un desastre...
Al llegar al edificio blanco que iba a ser su casa, María ayudó a la más pequeña a llevar todas sus cosas a casa. Mientras subían en el ascensor, se pusieron un poco al día y mayoritariamente hablaron sobre el horror de viaje de Alba en autobús, que no había sido nada interesante.
—¿Preparada para la vida universitaria? —dijo Mari metiendo la llave en la cerradura de la puerta y levantando las cejas mientras esbozaba una sonrisa.
Alba no podía estar más agradecida por lo que veía. Los chicos tenían un piso pequeño pero acogedor, con una habitación para cada uno y una terraza cerrada desde la que se veía toda la vida de abajo pequeña. Era un piso 11, y a Alba le encantaban los pisos altos. Ya podía empezar a imaginarse cuadros para pintar y cielos maravillosos.
—Es espectacular, Mari. —a Alba le brillaban los ojos al hablar—. Mucho mejor de lo que me esperaba. ¿Cuál es mi habitación? ¿La del fondo?
—Como Carlos llega mañana, puedes elegir entre las dos que hay libres y quedarte en la que quieras. —contestó ella yendo hacia el salón—. Te espero poniendo una peli guapa, que he pedido un par de pizzas.
—¡Joder Mari, ya estamos gastando y acabo de llegar! —gritó la bajita riéndose mientras llevaba las cosas a la habitación del fondo. Al entrar, se tumbó en la cama y mirando al techo, se puso a pensar. ¿Y si por fin cambiaba todo?
Al día siguiente, las dos amigas se dedicaron a ordenar cosas para que la casa estuviera decente. María no paraba de enumerar todas las cosas que harían allí, entre ellas "muchas fiestas de esas de las que te recuperas de milagro", Alba se reía al escucharla, ya la conocía demasiado. También estuvieron hablando de Pablo, el novio de María. Alba estaba deseando conocerlo, y lo cierto era que no tardaría mucho en hacerlo porque vivía no muy lejos de allí.
—Mari, ¿Crees que me irá bien en la uni? —dijo la pequeña por lo bajito, un poco preocupada. Nunca se le había dado muy bien socializar, y temía llegar y que todo se volviera más complicado. María negó con la cabeza intentando hacerse la seria.
—No, te va a ir como el puto culo. Hasta te van a tirar huevos. —Alba hizo un puchero esperando que María se sincerase—. Amor, pues claro que va a estar todo bien. Es que se van a pelear por hablar un rato contigo.
Por la tarde llegó Carlos, y ambas le recibieron con un abrazo, aunque claramente María le vaciló un poco como siempre solía hacer con él.
—Oye qué buena cara tienes desde que te tiras a la Julia esa, ¡Pareces otro! —dijo riéndose, haciendo que Carlos se pusiera rojo mientras se reía también, contento de haber llegado.
—Uy, ¿Me he perdido algo? —dijo Alba mientras abría mucho los ojos mirando a Carlos.
—Nada nada, de verdad, no te creas ni una palabra de lo que dice la loca esta. —dijo Carlos mientras María le miraba incrédula.— María, que sólo nos hemos besado. ¡No pasó nada más! Te lo juro. —María se dió la vuelta yendo hacia la cocina.
—Qué raro, los heteros soléis ir muy rápido.
Después de cenar, los tres compañeros se tumbaron en el sofá mientras veían una película. Fuera llovía bastante y las gotas chocaban contra el cristal. Bajo la manta, Alba no prestaba atención a las imágenes que pasaban por la pantalla, sino que miraba las luces borrosas que se intuían en el cielo. Lo que no se imaginaba era que, en una de ellas a lo lejos, alguien como ella también miraba por la ventana.
—Te he echado de menos, bollito. —le dijo Carlos mientras la abrazaba, sacándola del trance. Alba sonrió y le dió un beso en la cabeza como señal de reciprocidad.
A la mañana siguiente, Alba se despertó pronto y decidió hacer el desayuno para sus compañeros, aunque con lo despistada que era las tortitas que pretendía hacer se habían quemado un poco, provocando que un olor a chamusquina inundara la casa.
—Dios mío, ¿Qué ha pasado? —dijo María al entrar en la cocina y ver el percal, mientras Alba fregaba las sartenes preocupada.
—Lo siento Mari. Quería haceros tortitas... —contestó Alba mientras se mordía nerviosa el labio inferior.
—Cariño, no pasa nada, la próxima vez pídeme ayuda y ya está. ¡Si es que eres más bonita! —se rió la rubia dándole un abrazo y ayudándola a recoger—. Por cierto, cuando haya menos lío tengo que presentarte a una vecina de aquí que se llama África, es la polla. Y tiene un grupete majo, igual podemos hacer pandilla y si estás rápida puede que hasta encuentres churri.
—Mari... Si yo estoy muy bien sola. —sonrió Alba secándose las manos.
—Hasta que veas a las amigas de esta chavala, maja. De verdad, son todas geniales, sobretodo una malagueña que se llama Marta, te va a caer tan bien, es un cuadro. —María sonrió acordándose de sus nuevas amigas.
—Bueno, ya veremos. No empieces a juntarme con la gente que te conozco. Oye, voy a bajar a comprar algo de desayuno, ya que casi quemo la cocina y no hemos pagado ni el primer mes de alquiler aún.
Alba salió a la calle, sintiendo el frío en su nuca rapada a pesar de que llevaba una bufanda negra y un abrigo del mismo color que abrigaba bastante. Sus mejillas se volvieron rojas y sus aros plateados sobresalían entre su pelo rubio. Anduvo por la acera hacia un bar cercano, y cuando llegó, sintió el calor del establecimiento dando un suspiro.
Miró a su alrededor buscando alguien que la atendiese en la barra, y al no ver a nadie esperó. De repente le dio la sensación de que alguien la observaba, y al dar un rodeo con la vista vio a una chica sentada en una mesa baja que desvió la mirada cuando se cruzó con la suya. Era una chica morena de pelo, una media melena recogida en un moño hecho sin demasiada precisión. Llevaba un séptum plateado, la raya del ojo pintada perfectamente y un café en su mano derecha, donde tenía un tatuaje que parecía sacado de una actriz de videoclips. Alba se quedó embobada, era magnética, no podía parar de mirarla. Hasta que la morena volvió a levantar la vista dándose cuenta de que la observaban, y Alba salió del trance girándose hacia la barra.
—Ehm, eh, chu-churros. —le dio el mayor glitch de su vida.
—Cuántos. —el camarero tras la barra preguntó borde.
—No sé, eh, ¿9? 9. —confirmó Alba.
La chica morena desde el otro lado del establecimiento sonreía viendo el espectáculo. La rubia pagó, cogió la comida y, roja como un tomate, salió de allí, notando una mirada clavada en ella, y rezando por no tropezarse al salir por la puerta o algo parecido.
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Twist of Fate × ALBALIA
FanficAlba siempre ha vivido inmersa en sus cuadros, su arte, sus pensamientos y su torpeza. Siempre sensible como un ser de luz, atrae cosas bonitas, entre ellas una nueva vida en la capital. Natalia nunca ha hablado demasiado de sí misma, sólo en canci...