EL PRESENTE
La biblioteca.
El lugar al que le debía gran parte de mi independencia económica luego de los días oscuros de mi vida post secundaria. Llevaba trabajando en ella un largo año, era para mí casi un santuario donde transcurría día tras día, tratando de volver a la normalidad rodeada de páginas y páginas de historias vividas por personas de toda clase.
Estaba en la esquina de la calle cuarenta y dos y Brandsen. Una esquina antigua donde se cruzaban dos calles que estaban llenas de hermosos árboles, recordándote qué pacíficos pueden ser aquellos troncos llenos de hojas que nos traen oxígeno para vivir.
Es casi místico como para las personas sentimentales como yo, las pequeñeces parecen enormes y todo es tan hermoso en la vida, claro cada tanto. Era sólo un simple edificio antiguo con toques arquitectónicos que transportaban a la sombría época del romanticismo, cuando lo tenebroso reinaba en la escena del arte y la literatura. En el momento en el que uno ingresaba en la biblioteca casi parecía extraño con respecto al exterior. Las calles era muy concurridas, porque estaban cerca de una de las avenidas principales de allí. Y bien podría decirse que el interior no concordaba con lo que esta aguardaba dentro para sus visitantes, que mi jefe llama clientes.
Para mí era maravilloso trabajar allí, y hacía todo lo que estaba a mi alcance para mejorar y que cierto jefe no decidiera prescindir de mí.
Luego de mudarme todo suponía un desafío, necesitaba buscar otro lugar en dónde quedarme y conseguir un nuevo trabajo para mantener la mitad de los gastos de la universidad, como le había prometido a mis padres unos años antes. Mientras reflexionaba sobre mis desgracias escuché ruidos nada decorosos para tratarse de una biblioteca. Decidí ir a investigar qué estaba pasando, y quién o quiénes estaban causando tal alboroto en mi horario de trabajo.
Me dirigí al pasillo dónde creía haber escuchado los ruidos molestos y finalmente me topé con unos chicos que reían fuertemente como si se tratase de un partido de fútbol. Pensaba darles una sorpresa al ir a calmar su fiesta en los pasillos, pero la mayor sorpresa me la llevé yo.
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No hay edad para el amor. (Completa)
Teen FictionLlega un momento en tu vida donde te preguntas por qué pasan las cosas, por qué hacemos lo que hacemos, y el por qué de tantas cosas sin sentido. Estaba a punto de cumplir veinte años y sólo tenía miles de preguntas sin ninguna respuesta. Cansada d...