Capítulo 5

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Entonces voltee y lo vi, no pude evitar sonreír como si no hubiera un mañana. Su sonrisa simplemente era preciosa, era de esas que llegan hasta los ojos luciendo tan sincera como tierna es posible, tenía una cara angelical que hacía juego a la perfección. Iba vestido con unos pantalones cortos con dibujos extraños, a simple vista parecían palmeras por lo que tuve que mirar varias veces para confirmarlo. Llevaba una playera bordó y unas zapatillas a juego con ella. Por cinco minutos completos nos conectamos y no podíamos dejar de sonreírnos el uno al otro. No era capaz de moverme o de articular una sola palabra, porque el tiempo parecía detenido, justo ahí, justo para mí.

Me sentí totalmente expuesta, temía que con esos penetrantes ojos pudiese contemplar mi esencia, allí en un simple pasillo, luego de años de ocultarme él me miraba y sentía que lo conocía de otra vida, de algún lado. Porque nunca olvidas un rostro, sólo no recuerdas cuándo lo viste.

Comencé a sentir calor en mis mejillas y un malestar en el estómago como si fuese a desmoronarme en pleno pasillo de la librería. Hasta que alguien hizo un ruido con uno de los libros y el hechizo de pronto se rompió. Me sentí completamente avergonzada y la sonrisa se me borró del rostro. Fue ese el momento en el que recordé porqué había ido al pasillo en primer lugar. Los chicos peleándose.

Era un pequeño grupo de cuatro chicos que no tenían aspecto de comprar libros, mucho menos de la sección romántica en la que estaban, pero me pagaban por vender y no por juzgar, así que sólo me limité a ello.

‒ ¿Puedo ayudarlos en algo?‒ Pregunté un poco insegura por haberme mostrado tan débil en mi primera impresión. Uno de ellos, el que a mi parecer se erguía como líder de la pandilla me miró examinando mi reacción antes de responderme, y luego dijo.

‒ Si, estábamos buscando un libro para la clase de literatura, lamentamos el alboroto.

‒ ¿Qué libro están buscando? Creo que si me dicen lo van a encontrar más rápido y ni hablar de evitar escándalos en mi turno.

Parecían compartir alguna clase de chiste interno, porque se sonreían irónicamente obviamente excluyéndome.

‒ Nuestro amigo aquí presente ‒ Dijo señalando el chico con el que había tenido una travesía misteriosa hace menos de cinco minutos. ‒ Busca Cumbres Borrascosas.

Su tono me pareció misterioso con un dejo de cinismo que me era difícil de pasar por encima.

‒ Pensé que todos estaban buscando el libro‒ Dije, y por un momento me sentí mucho mayor de lo que era.

‒ Oh sí claro, sucede que no vamos a leerlo, sólo es necesario un libro en el grupo. Y el pequeño de aquí lo va a comprar. No nos interesan los libros.

Realmente empezaba a caerme demasiado mal, claro que respeto las opiniones de las demás personas, pero ser cruel por serlo no es algo que me agrade del todo.

‒ Me llamo Tomás, sólo ignóralos, ¿Podrías ayudarme? ‒ No voy a negar que casi vuelvo a mi anterior estado de trance al escuchar su dulce voz, fue como escuchar sonar una canción nueva que recién sale, aquella que sabes que va a ser un éxito y sin embargo aún no conoces del todo la letra de esa canción.

‒ Sí, claro. Sólo dime.

‒ Chicos, esperen afuera, no tardo. No quiero problemas. ‒ Dijo mirando a su pequeño grupo de bandidos. Y luego me sonrió dedicándomela sólo a mí, y la tierra pareció detenerse por otro par de instantes. ‒ Como ya dijo Santiago, estoy buscando Cumbres Borrascosas, es para un proyecto, sé que puede parecer algo graciosos que un grupo de chicos de instituto busquen un libro de amor ¿No? ‒ Sólo escuché "de instituto", sólo era un pequeño adolescente perdido en una librería. Suspire dejando escapar el aire contenido en mis pulmones, sólo de instituto.

‒ Pensé que eran mayores. ‒ dejé escapar inconscientemente, creyendo que sólo lo había dicho en mi interior. Cubrí mi boca en el instante siguiente de haberlo dicho. Sonó mal. Él sólo rio de forma tan natural desconcertándome nuevamente.

‒ Oh no, pero apreciaría que me ayudes a encontrarlo pronto.

‒ Está justo aquí, a la altura de tus ojos. ‒ dije cruzándome de brazos y sintiéndome útil y eficaz en mi trabajo.

‒ No lo había visto, perdón. ‒ entonces vaciló un instante sin saber qué decir y luego finalmente dijo ‒ Te pido una disculpa en nombre de mi amigo. Él no sabe lo que dice algunas veces, amo leer y por eso vine aquí, él sólo vino como acompañamiento, bueno él y los demás.

‒ No fue nada, realmente. Escucho esa clase de comentarios todo el tiempo. Oh, espera. ¿Te gusta leer?

‒ Claro, me encanta.

‒ Bueno, tal vez sea más que obvio, pero yo amo leer, esa es la razón por la que trabajo aquí. ‒ Eso había sonado un poco mayor para mi gusto.

‒ Amo el misterio, y ¿Tú?

‒ Sin duda también amo el misterio, y la ciencia ficción.

‒ ¿Cómo los nerds de la comic con? ‒ Y volví a sentir la presencia de su sonrisa ladina que dejaba entrever su pequeños dientes.

‒ Sí, un poco así.

Y reímos, como si sólo estuviéramos los dos solos. Cada vez que me miraba me hacía sentir lejos del planeta, casi como en otra dimensión paralela enteramente nuestra.

Entonces miró su teléfono, y dijo:
‒Tengo que irme, pero me encantó conocerte. Gracias por tu ayuda.

‒ Claro, disculpa. Que tengas un buen día.

‒ Aún no sé tu nombre.

Sonreí por el detalle, aunque creo que sólo fue por educación, porque no parecía interesado en mí a pesar de todo.

‒Ana.

‒ Un placer.

‒ Lo mismo digo, Tomás.

Y se fue por donde vino, cerré los ojos y saboree su nombre en mis labios, se sintió extraño casi como un tabú. Me quedé volando por los pasillos unos minutos más antes de volver a la realidad que me rodeaba.

Se sentía demasiado raro volver luego de experimentar algo así, es como si el mundo se burlara de ti, mostrándote que puedes tener algo, pero que eso no es eterno por más que quieras que así sea.

Sabía que esa era una de esas experiencias que sólo vives una vez. Que te enamoras del instante y vives tratando de perseguir las sensaciones que lo acompañan. Porque se siente como saborear magia, como si todo se repite una y otra vez en tu memoria, y todo vuelve a suceder de la misma forma. El pasillo, las luces, su sonrisa, sus pequeños ojos color miel. Todo.

Solo te puedes sentir así unas pocas veces en tu vida.

En lo más profundo de mí, sabía que era tonto, que era ridículo incluso, pero es que no podía evitarlo, no podía sólo no pensar en ello. En ese instante me sentía como si pudiera escribir su nombre por todas partes hasta que dejara de sonar tan especial y fuera de este mundo, como lo hacía en esos momentos.

Siempre busqué tener esa clase de experiencias, que parecen salidas de este planeta, ahora la tenía delante de mí, sin embargo mi sentido común me decía que me estaba equivocando. Sólo era un nombre y una cara bonita en mi memoria. Sólo era eso. Una experiencia, un momento, un instante de luz delante de mis ojos. Sólo un chico, sólo una fugaz sonrisa con ojos miel que penetraban en lo más profundo de mi ser.

Pero a pesar de todos mis inútiles intentos de luchar en contra de eso caí en sus redes desde el primer instante. 

No hay edad para el amor. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora